Estado actual del problema de la unificación paradigmática en psicología: ¿separatismo, eclecticismo u organización multinivel?

William Montgomery Urday
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

Resumen

El artículo aborda el problema concerniente a la unificación de la psicología, su estado actual, sus argumentos positivos y negativos, e informa sobre recientes propuestas de solución. Dentro del estado de desunificación, usualmente los paradigmas son definidos unos en contra de los otros y sus diferencias epistemológicas son utilizadas para desvalorizar los enfoques ajenos. Se considera que hay tres vías por las cuales puede dirigirse la decisión de cada psicólogo respecto a este problema: el separatismo, el eclecticismo y, una tercera opción, que aquí se califica como «paradigma de organización multinivel». Esta es tomada por autores tan distinguidos como Arthur Staats, Rubén Ardila y Robert Sternberg, entre otros.

Palabras clave: Unificación, paradigma, separatismo, eclecticismo, organización, multinivel.

Indudablemente, no hay un único quehacer psicológico, sino varios, cada uno con su propia perspectiva. Tan diverso estado de cosas surge casi con la misma fundación de la disciplina, pues ya entre 1870 y 1900 se desarrollaban el estructuralismo de Wundt, el funcionalismo de James, el conexionismo de Thorndike y el psicoanálisis de Freud, entre otras escuelas. Luego, el número se ampliaría en el siglo XX con la aparición del conductismo, la reflexología, la gestalt y la psicofenomenología.

Si bien para Ardila (2003) el panorama hoy se ha reducido a cuatro grandes enfoques (el neoconductismo, el neopsicoanálisis, la psicología humanista y la psicología histórico-cultural), lo cierto es que cada uno contiene sus propias ramificaciones y subdivisiones internas, a veces centrífugas.

Se ha dicho que una de las razones intrínsecas de la desunificación es la presencia de cosmovisiones contrapuestas respecto al ser humano y a los métodos con que es conveniente dimensionarlo. Aunque hay varias conceptualizaciones respecto a los enfoques antinómicos, si se observa la psicología en general desde un punto de mira extremadamente simplificado, se notan por lo menos dos cosmovisiones nucleares «duras», que Overton (citado por Weems, 1999; pp. 150) denomina «organicismo» y «mecanicismo». Según él, la perspectiva organicista incluye factores de organización activa, teleológica y de cambio dialéctico, siendo ejemplos de eso las teorías constructivistas del desarrollo, las teorías humanísticas y la psicolingüística. Por su parte, la perspectiva mecanicista concibe al hombre como una máquina compleja, en la cual la actividad se vería como respuesta a la estimulación externa. Ejemplos de esto serían las teorías del condicionamiento operante y de procesamiento de información.

Dada la diversidad del panorama y las irreductibles antinomias subyacentes a los enfoques contrapuestos, e incluso yuxtapuestos entre sí -que frecuentemente conllevan una recíproca tergiversación paradigmática-, se dificulta el aprendizaje y la correcta utilización de los principios, métodos y teorías, afectando la imagen externa de la psicología en su totalidad. Por ello, parece ser una de las tareas pendientes de los psicólogos más comprometidos con su profesión el logro del reconocimiento ecuménico de la necesidad de unificar su campo disciplinario.

Desde luego, semejante aspiración no es nueva. Las viejas propuestas de integración han sido varias e infructuosas, algunas como sugerencias aisladas (Fraisse, 1969) con su respectiva refutación (Koch, 1969), y otras como adhesión a determinados esquemas científicos con pretensión de globalidad: el fisicalismo, la teoría de los sistemas, la epistemología genética, el estructuralismo de Levy-Strauss, etc. (Mayor y Pérez, 1989). Sea como fuere, la cuestión no sólo sigue vigente sino que se ha agudizado. Hay un interés creciente sobre el tema de la unificación, como lo muestra la abundancia de recientes propuestas individuales (véase la revisión de Ballantyne, 1992/2005; Sternberg & Grigorenko, 2001; Henriques, 2003) y de publicaciones especializadas, por ejemplo, el volumen 29 (3) de la Revista Latinoamericana de Psicología (1997), el volumen 57(12) de la Revista American Psychologist (2002), y el volumen 61(1) del Journal of Clinical Psychology (2005), dedican números íntegros a ese tipo de discusiones.

En este artículo se informa sobre el estado actual del problema, para lo cual se examinan de manera breve y crítica el universo preparadigmático, las tendencias consideradas incorrectas en contra y a favor de semejante propósito (identificadas como separatismo y eclecticismo), para luego pasar a exponer la corriente contemporánea que se respalda como posible vía ideal para iniciar el verdadero proceso de unificación: el (meta) paradigma de organización multinivel, en sus principales versiones.

Un universo preparadigmático

En la actualidad la psicología está, en el sentido kuhnniano, inmersa en un universo preparadigmático. La confusa diversidad de paradigmas alternativos lleva a buscar la manera de ordenar el panorama organizando las opciones mediante criterios determinados. De acuerdo con los datos que recogen Mayor y Pérez (1989), ha habido, a lo largo del siglo XX, una serie más o menos constante de tentativas de reducción dicotómica de las diferencias, agrupando las perspectivas en términos, por ejemplo, de orientación empirista (mecanicista, cuantitativa, nomotética y operacional) versus orientación racionalista (teleológica, cualitativa, ideográfica, sinóptica y no operacional). Otras dicotomías han sido halladas, asimismo, en el caso de las vertientes subjetivista y molar frente a las vertientes objetiva y molecular, así como de organismo reactivo contra organismo activo, etc.

La «Encuesta de Orientación Teórica» de Coan

Quizá las más sistemáticas de las mencionadas tentativas hayan sido las de Coan, en 1968 y 1979 (cit. por Mayor y Pérez, 1989; p. 29-32; Harrsch, 1994, pp. 167 y ss), cuyos procedimientos estadísticos detallados pueden verse en una reciente revisión de Simonton (2000). Coan hizo una encuesta a 232 especialistas que caracterizaron, en base a una escala de 5 puntos, las cualidades y preferencias de 54 representantes de la teoría psicológica (buena parte de ellos destacados teóricos de la personalidad) en consonancia con 34 dimensiones de contenido, supuestos, conceptos y métodos. Estos resultados se procesaron mediante el análisis factorial, obteniendo una matriz de seis factores básicos:

1. Subjetivismo (procesos inconscientes, introspección, finalismo, voluntarismo, especulación) versus Objetivismo (observabilidad, determinismo biológico, mecanicismo, operacionalismo).

2. Holismo (totalidad, unicidad, naturalismo, determinación social) versus Atomismo (molecularidad, determinismo, mecanicismo).

3. Transpersonalismo (nomotético, rigidez experimental, analogías físicas, determinación inmediata) versus Personalismo (ideográfico, determinación social, rasgos).

4. Cuantitativismo (estadístico, normativo, experimental, operacional) versus Cualitativismo (motivacional, procesos inconscientes, especulación).

5. Dinamicismo (motivacional, especulativo, histórico, determinación social) versus Estaticismo (introspección, cuantitativismo, sensación y percepción).

6. Endogenismo (determinación biológica, herencia, analogías físicas) versus Exogenismo (determinación social, aprendizaje, operacionalismo).
Dicha matriz se redujo por el mismo procedimiento a dos factores de segundo orden:

1. Orientación sintética (subjetivismo, holismo, carácter cualitativo) versus Orientación analítica (objetivismo, atomismo, carácter cuantitativo).

2. Orientación funcional (dinamicismo, personalismo, endogenismo) versus Orientación estructural (estaticismo, impersonalismo, exogenismo).

A su vez, esos dos pares fueron concentrados en un solo gran factor dicotómico: Orientación teórica fluida (sintética, funcional) versus Orientación teórica restrictiva (analítica, estructural). La tabla 1 esquematiza dicho «molde», donde se organiza el asunto de modo que en el primer nivel se ven las dos orientaciones de máxima extensión (restrictiva y fluida). De cada una de ellas se desprenden en el segundo nivel los géneros principales (analítico-estructural y sintético-funcional). En el tercer nivel están los rasgos de cada orientación.

Tabla  1
Esquema de las orientaciones teóricas en psicología

unificación paradigmática

Teniendo a la mano estos datos, Coan pudo confeccionar la Theoretical Orientation Survey, instrumento aplicado a 866 psicólogos de ambos sexos, miembros de la American Psychological Association, obteniendo los siguientes resultados:

– Variables demográficas y profesionales.

Las mujeres se orientaron hacia una esfera personal y subjetiva, los hombres hacia lo objetivo y lo concreto.

Los subjetivistas enfatizaron la parte clínica, mostrando afinidad con Erikson, Freud, Jung, Maslow y Sullivan y en menor medida con Adler, Allport y Rogers. Los objetivistas mostraron interés por el área experimental, el aprendizaje, el desarrollo y la psicofisiología, identificándose con Skinner.

Los endogenistas se inclinaron por el desarrollo y los exogenistas por la terapia de conducta, de consejo y el aprendizaje, prefiriendo tanto a Rogers como a Skinner. Este «extraño» hallazgo sugiere -según el razonamiento de Coan- que todos los exogenistas, independientemente de su orientación, buscan en la práctica ser agentes sociales efectivos.

– Variables biográficas

La postura subjetiva en los psicólogos americanos parecía estar relacionada con su ascendencia extranjera (europea). Igualmente con elementos religiosos significativos y relaciones más cercanas y armoniosas con los padres.

Respecto a sus relaciones sociales infantiles, los objetivistas y exogenistas evidenciaron más cercanía a la extroversión, y los endogenistas y subjetivistas hacia la introversión. Los objetivistas mostraron interés por las ciencias físicas, matemáticas y biológicas, correlacionando negativamente con las áreas musicales. Los subjetivistas prefirieron la humanista, literaria y musical.

Intereses, valores, actitudes y estilo cognoscitivo

Los objetivistas, fundamentalmente los hombres, se interesaron más por la investigación, rechazando el consejo y la psicoterapia. Igualmente valoraron más las actividades teóricas, la racionalidad y el liderazgo político. Los subjetivistas se inclinaron por el valor estético y la benevolencia social. Además, estos últimos tendían a involucrarse más afectivamente con los acontecimientos de su propia vida, en tanto que los objetivistas tendían a verse con mayor distancia emocional. Con relación a las formas de conocimiento, los subjetivistas se inclinaron por lo intuitivo y los objetivistas, por lo empírico.

Personalidad

Los puntajes de orientación subjetiva correlacionaron positivamente con la apertura hacia las experiencias humanas y la diversidad. La postura objetiva coincidió, en cambio, con la necesidad de control, seguridad, predictibilidad y certeza. Finalmente, los endogenistas tendían a la autosuficiencia y los exogenistas eran dependientes del grupo.

Separatismo y eclecticismo

Separatismo

Desde tiendas paradigmáticas cercanas a los núcleos «duros» antes mencionados, algunos sostienen que no es posible la unificación porque el caso de la psicología no es como el de otras ciencias, las cuales disfrutan la pertinencia de un objeto de estudio consensuado. En este punto de vista no hay teorías psicológicas paralelas sobre un mismo fenómeno sino planteamientos radicalmente distintos sobre la naturaleza del objeto de conocimiento y, por consiguiente, de la selección de sus propiedades, al punto de ser paradigmas inconmensurables (es decir, ni comparables ni integrables) entre sí a la manera de Kuhn.

Para Kendler (citado por Sánchez, 1993; p. p. 22-23) el psicólogo debería elegir una de cuando menos dos orientaciones, digamos -por mencionar un par de ejemplos-, entre observar lo interno u observar lo externo, o interpretar según las ciencias naturales versus interpretar según las ciencias humanas. O debería, igualmente, concebir la psicología como disciplina descriptiva o disciplina prescriptiva. Recientemente, Koch (1993) y Kendler (2002) han vuelto a la carga, uno defendiendo la existencia de varias psicologías y el otro calificando de «románticos» a quienes «ignoran las diferencias de método y de fundamentos» dentro de la disciplina. Ribes (2000), por su parte, es más enfático aun en este punto, al señalar la coexistencia de hasta ocho cosmovisiones incompatibles acerca del mundo, la mente y el cerebro, donde las definiciones y la configuración de las relaciones entre ellos son completamente irreductibles las unas a las otras. Dentro de la ideología separatista esto a veces se asocia con la multideterminación de la conducta y, como si una cosa llevara a la otra, con lo que sería una permanente naturaleza multi-paradigmática de la psicología. En suma, no habría forma de conciliar las diferentes clases de orientación, intentarlo «sería una causa perdida» (Campos, 2004, p. 82).

Sin dejar de reconocer la importancia de los argumentos presentados por los simpatizantes del separatismo paradigmático, es conveniente advertir que su última consecuencia práctica sería la del caos total, o por lo menos, la de la eterna estratificación de la disciplina: su división en pequeñas cofradías, cada una con su propio feudo epistémico, teórico, metodológico y aplicativo. Teniendo en cuenta que la coexistencia de todas las opciones paradigmáticas sería difícilmente «pacífica» o «mutuamente indiferente» -tanto menos en un mundo fuertemente competitivo a todo nivel-, es lícito suponer que tendría que haber confrontación entre ellas, aunque sea de manera involuntaria, e incluso intercambios y asimilaciones (González, 1985). Pensar que alguno de los enfoques pueda prevalecer finalmente en base a sus méritos intrínsecos, sin recoger ni reformular nada de los demás, parece bastante utópico.

Eclecticismo

Por otro lado, está la propuesta contraria: la del eclecticismo. En la mira de sus adeptos más chapuceros, éste sería operativo en función a soslayar por completo las diferencias teóricas y epistémicas, y centrarse solamente en las cuestiones de orden aplicativo y metodológico. En otras palabras, si algo funciona se debe practicar y punto. Paradójicamente, con su indiferencia aparente por la teoría tal concepción conduce al aumento de retóricas abstrusas en la literatura psicológica, para rellenar el vacío de fundamentos, y la consiguiente proliferación de términos «teóricos» aislados, como lo muestra Katzko (2002). De predominar dicha perspectiva en su reductio ad absurdum no sólo se haría formalmente indistinguible la buena de la mala teoría/práctica profesional sino que inclusive se atentaría contra la existencia de una ciencia psicológica. Como se puede ver, esta tendencia se caracteriza por el descuido extremo de su puesta en acción.

Hay otras propuestas eclécticas más elaboradas, como la de Allport (1964/1983), quien define el eclecticismo «como un sistema que busca la solución de problemas fundamentales al seleccionar y unir lo que se conceptúa verdadero de los diversos enfoques especializados de la ciencia psicológica» (p. 15). En tal sentido, es un ideal y un reto. Sin embargo, más adelante reconoce que, si bien «todos somos eclécticos» en la aceptación de generalizaciones empíricas descubiertas por investigadores competentes, tendemos a encuadrar cada generalización en nuestras propias categorías y conceptos, puesto que «no estamos obligados a aceptar cualquier teoría que se refiera a lo que en verdad ocurre» (p. 18). Allport plantea que nunca se podrá tener un eclecticismo sistemático sin resolver el tema del dualismo (problema del yo y de la relación cuerpo-mente) y la cuestión de la intencionalidad. La objeción que puede hacerse a dicha idea es que en el mismo planteamiento de estos asuntos hay ya la toma de una posición dogmática, puesto que concibe antinomias preexistentes a la discusión. En resumidas cuentas, se trata de un error de petitio principii que guardando las distancias también comete hace tiempo Arnold Lazarus (1969/1979) con su «terapia de amplio espectro», y ni que decir de algunos de sus eclécticos seguidores «multimodales» (véase Kertesz, 1988).

Echando una mirada a las tesis de Allport y de Lazarus, pareciera que el eclecticismo en términos de indiferencia o pobreza teórica se vincula frecuentemente a las ansiedades de ciertos psicólogos aplicados por satisfacer de cualquier manera las demandas de los usuarios de sus servicios. Pero, también parece estar ligado a ciertas creencias no muy explícitas sobre lo «profundo» de la naturaleza humana, tan profundo que resultaría inaccesible por medio de un solo enfoque. En una encuesta nacional (USA) hecha por Jensen, Bergin & Greavies (1990), esto se verificó mediante la estadística, al identificar las orientaciones teóricas de 423 psicoterapeutas. La mayoría declaró tener un marco ecléctico, mas otros indicadores permitieron deducir la presencia de influencias psicodinámicas en su concepción.

En realidad, como dice Anicama (1999): «una integración de paradigmas no será desarrollar una psicología ecléctica, porque ser ecléctico es la peor posición para el desarrollo de una ciencia, inmoviliza la creatividad y el desarrollo conceptual…» (p 160).

Las vías de «Organización Multinivel»

Pese a su inconsecuencia, el argumento principal de Allport acerca de un eclecticismo sistemático es atendible si se completa con la sugerencia de algunas condiciones aditivas. El caso es que, aun reconociendo las dificultades inherentes a esa tarea, ninguna ciencia debe renunciar a normalizar su quehacer en torno a una serie de proposiciones básicas que todos compartan. La psicología no puede ser la excepción.

Un paso previo a esto sería, por supuesto, armonizar dialécticamente algunas tesis epistemológicas de las dos cosmovisiones nucleares «duras» que, como lo señalaba Overton, pueden estar presentes en la postura de cada psicólogo. El propio Overton (citado por Weems, 1999; p. 152) se refiere a un tercer camino, el «contextualismo», una concepción con proposiciones sobre significados ambientales, sociales e históricos del ser y del conocimiento, la cual integraría lo mejor del mecanicismo y del organicismo. Por ejemplo, los niveles de investigación del condicionamiento serían mejor abordados por los mecanicistas, mientras que el desarrollo cognitivo lo sería por los organicistas, y las influencias sociales que los enmarcan (en un sistema más amplio) estarían en la posibilidad de ser estudiadas por los contextualistas. Esta es una idea que a juicio del autor de este artículo es mejor expuesta por Morris (1997, p. p. 538-539), quien señala tres etapas de desarrollo de las cosmovisiones científicas: 1) atribución de poderes especiales al yo (teorías sustanciales del alma, la psique, lo mental), 2) visión mecanicista de los fenómenos (modelos estímulo-respuesta y computacionales de la mente), y 3) perspectiva sistémica o de campo, donde lo característico es la interdependencia entre las variables de múltiple afectación recíproca.

A decir verdad, actualmente la mayoría de aproximaciones modernas a la psicología se declaran a sí mismas como sistémicas o contextualistas, por lo que va a ser necesario también esclarecer qué es lo que realmente significan tales denominaciones en términos técnicos y de qué manera se cumplen en cada corriente. Sin embargo, pareciera que ese reconocimiento universal del avance del estadio de la simplicidad al de la complejidad en psicología ya es un avance mínimo en la dirección correcta.

¿Cómo se manifiesta esto en el desarrollo de enfoques unificadores? Parece que en la aparición de paradigmas de organización multinivel. De ninguna manera tales marcos o programas son intentos eclécticos de tipo tradicional, pues parten de paradigmas ya constituidos -y, al revés del enfoque de Allport, con un grueso caudal de datos empíricos- pero abiertos a la asimilación sistemática de nociones enriquecedoras ajenas. Es por eso que la mayoría de postores modernos de la unificación paradigmática renuncian a formular teorías o sistemas abarcadores que enmarquen todo en un solo esquema. Ellos prefieren modestamente hablar de «marco de referencia» (Staats, 1996/1997; 1999), de «perspectiva meta paradigmática» (Henriques, 2003), o de «programa de trabajo» (Ardila, 1993, 2003), para designar esquemas heurísticos empíricamente orientados acerca de diversos e inclusivos niveles de interacción humana, que surgen del contacto específico con los fenómenos que comprenden.

Ardila (1993, 2003), por ejemplo, sugiere que el análisis experimental del comportamiento puede transformarse en una «síntesis experimental del comportamiento (SEC)», columna vertebral que incorpore en su programa de trabajo el estudio de problemas cognoscitivos, lingüísticos y sociales, el uso de datos que se correlacionan en la investigación, matemáticas para integrar teóricamente los hechos y mayor énfasis en el humanismo científico.

Para Staats (1996/1997), en su «conductismo psicológico», cada nivel jerárquico de interacción implica la construcción de una teoría particular en función a principios básicos, que a su vez puede ser entroncada con las de los demás niveles porque involucran principios de aprendizaje. Esto es, en conjunto, una teoría general multinivel abierta y en desarrollo de la cual se derivan gran cantidad de conocimientos, que deben ser articulados e integrados mediante una «teoría puente» adicional, generada por el análisis de las transiciones jerárquicas en que están inmersos. Los niveles implicados e interrelacionados son nueve, seis de los cuales se ocupan del plano personal y tres de procedimientos adecuados a su tratamiento: 1) biológico, 2) de aprendizaje animal básico, 3) de aprendizaje humano, 4) interacción social, 5) desarrollo del niño, 6) personalidad, 7) evaluación psicológica, 8) psicología anormal, y 9) psicología clínica (figura 1).

El persistente y empeñoso quehacer de Staats y Ardila en pro de la unificación paradigmática de la psicología sirve de inspiración para otros interesados. Así, tanto Sternberg & Grigorenko (2001) como Henriques (2003) son autores que vienen ofreciendo una de las más novedosas proposiciones acerca de la unificación paradigmática. En resumen, ellos acuden a lo que han denominado ToK System o «sistema del árbol del conocimiento» (Three of knowledge system), para sugerir un modelo «multimétodo, multiparadigmático y multidisciplinario» (Henriques califica la aproximación como «metaparadigmática» [p. 176]).

Figura 1. Concepción multinivel de los campos de la psicología (Adaptado de Staats, 1996/1997; pp. 47-53)

En esta línea, para los proponentes del ToK System, tanto Skinner como Freud son representativos de visiones incompletas pero complementarias acerca de los fenómenos psicológicos. Por ejemplo, la brillantez de Skinner al aplicar la teoría darwiniana de la evolución a la psicología se vería empañada por su desatención al sistema nervioso, al papel de los genes, y por ello no se complementa, como debiera, con la neurociencia cognitiva. Bien combinada con ésta, sin embargo, su concepción es buena para el nivel explicativo por selección de la conducta que hace surgir la vida mental (niveles 2 y 3).

Respecto a Freud, a pesar de sus muchos errores conceptuales, sus ideas acerca de la demarcación entre consciencia e inconsciencia -donde los motivos de la segunda son justificados verbalmente por la primera-, y la aparición del ego humano como aparato centralizador de semejante proceso («hipótesis de justificación«), presentan un notable aporte a la comprensión del contexto cultural (nivel 4). El caso es que, según el enfoque reseñado, la complementación de ambas teorías brindaría un amplio marco conceptual y organizativo para entender la complejidad biopsicológica. En última instancia, Skinner y Freud mostrarían categorías centrales equivalentes, como se muestra en el figura 2.

Más allá del acuerdo o desacuerdo que se tenga respecto a las tesis de todos los autores presentados en esta sección, hay que aceptar que se trata de concepciones muy sugerentes para acceder positivamente a la problemática.

Figura 2. Correspondencias entre diferentes categorías explicativas de Freud y Skinner respecto a los niveles explicativos de la evolución humana

Conclusión y perspectiva futura

Sin pretensiones de exhaustividad al exponer algunos recientes enfoques aptos para llevar a cabo la unificación paradigmática, se ha hecho una revisión de ellos que puede funcionar como planteamiento introductorio. Es necesario percatarse de la gravedad del problema y de su estado actual para poder resolverlo, en esta búsqueda hay voces que, por lo pronto, piden respaldo académico formal para una subdisciplina reciente: la psicología teorética (Slife & Williams, citados por Weems, 1999; p. 147), la cual se encargaría de enfatizar las semejanzas, más que las diferencias, de las distintas propuestas psicológicas, pues como lo indican Mayor y Pérez (1989): «La identidad de la psicología forzosamente ha de resultar de la compleja dialéctica entre su diversidad y su pretensión de unidad» (p. 3). La solución al problema es difícil, pero en todo caso, la meta inicial debiera ser disminuir la progresiva fragmentación del campo, y en ese objetivo hay que eliminar los escollos del separatismo y del eclecticismo. El primero es una postura destructiva que lleva al caos, y el segundo empobrece o trivializa la producción teórico-científica.

Como se requiere una participación activa para concretar semejante plan, Henriques & Sternberg (2004) postulan la creación de programas de formación de alto nivel académico basados en su modelo unificador, dedicados a preparar cuadros profesionales con actitud y aptitud integradora, pero claros en su conocimiento de las relaciones entre ciencia y praxis. A este respecto, señalan los autores citados (p. 1059) que un error de la mayoría de practitioner consultados sobre su orientación teórica en los centros académicos americanos es declararse «cognitivo-conductuales», sin advertir que dicha denominación «de moda» es contradictoria, pues conjuga a nivel científico un enfoque mentalista con otro antimentalista. Esa, que en realidad es una simple integración práctica, se eleva incorrectamente a una integración teórica (ecléctica), por lo confuso y desorganizado de una disciplina desunificada.

Esto de la unión entre teoría y praxis como factor contribuyente a la unificación tiene correlatos muy interesantes. Por ejemplo, actualmente, como se sabe, hay movimientos integradores del trabajo psicológico que pasan por identificar los procedimientos más efectivos sin importar su lugar de origen (lo que, en principio, se acerca al eclecticismo). Felizmente, la División 12 (Psicología Clínica) de la American Psychological Association se interesó por éste asunto desde 1993, encargando a diversos grupos de tarea la investigación y el análisis de la información pertinente para determinar cuáles eran los principales tratamientos con apoyo empírico (Chambless & Ollendick, 2001, Llobell, Frías y Monteverde, 2004).

El resultado de tales pesquisas ha permitido «separar el grano (lo útil) de la paja (lo inútil) en los tratamientos psicológicos» en la expresión de Fernández y Pérez-Álvarez (2001), y así aumentar, para lo futuro, el grado de competencia profesional mientras se disminuye la inocencia de los usuarios de los servicios frente a los malos practicantes y charlatanes. Además, las investigaciones muestran un indicador muy ilustrativo, totalmente opuesto a las esperanzas eclécticas de algunos de sus patrocinadores (Norcross & Bleuter, 2000): la inmensa mayoría de los tratamientos identificados como eficaces son el producto de uno de los enfoques en pugna: el conductual (en el sentido previamente explicado). Lejos de haber integración ecléctica lo que se ve es la hegemonía clara de una opción multinivel en proceso integrador, por lo menos a nivel práctico.

Entre todos los proponentes de la unificación, el enfoque de marco de referencia de Arthur W. Staats (1996/1997), es reconocido por tirios y troyanos como el más articulado y ambicioso plan. Por ello, es conveniente terminar con sus recomendaciones para facilitar el camino hacia la síntesis paradigmática. En suma, Staats recomienda citar autores que relacionen factores obtenidos de teorías o contextos diversos, revisar dentro de las investigaciones aquellos principios comunes que estén implicados en los objetos de estudio, identificar similitudes entre las teorías que dan cuenta de los fenómenos, y no rehacer, sino incluir en grandes elaboraciones los conocimientos obtenidos ya existentes. Como dice en una entrevista hecha hace poco (véase Virués Ortega, 2005), no hay cuidado de que en esos procesos de «traducción» y «asimilación» se pierdan usos terminológicos redundantes que, en fin de cuentas, sólo sirven para complicar el panorama.

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Citar:

Montgomery, W. (2006, 15 de noviembre). Estado actual del problema de la unificación paradigmática en psicología: ¿separatismo, eclecticismo u organización multinivel?. Revista PsicologiaCientifica.com, 8(16). Disponible en: https://psicologiacientifica.com/unificacion-psicologia-estado-actual

5 comentarios en «Estado actual del problema de la unificación paradigmática en psicología: ¿separatismo, eclecticismo u organización multinivel?»

  1. Sin duda el Dr. Montgomery es un académico serio, pero creo que está contribuyendo a difundir un gravísimo error con su publicación. Me preocupa ver que ha circulado por más de tres años y ha atraído la atención de numerosos estudiantes. Por ahora, diré lo siguiente: 1. El concepto kuhniano de paradigma no es aplicable a la Psicología y en general a las ciencias sociales. 2. La unidad de la Psicología radica en los grandes interrogantes que comparte y la diversidad es inherente a ella. Por eso nos movemos constantemente en un contexto de contradicciones, entrecruces, reemplazos, cambios. La «falta de unidad» no es una debilidad, sino nuestra mayor riqueza como disciplina.

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  2. Es un excelente trabajo muy aclarador e ilustrativo de la situación actual de ese viaje casi tan infinito como es el laberinto de la psique humana, pero a su vez demuestra que por años los expertos equivocadamente han tratado de sistematizar, comprender y canonizar al efecto y no la causa real que motiva para bien o para mal los movimientos y anhelos del ser humano, el «EGO»… ego que usa miles de caras, y miles de facetas para lograr sus objetivos, a veces se impone, a veces es cobarde e hipócrita, pero siempre es para lograr alguna ambición, nunca se pondrán de acuerdo y nunca llegarán a categorizarlo si primero no se prescinde de él.

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  3. Interesante artículo pero inútiles esfuerzos. No me extraña que William siga esta línea de pensamiento, es decir, que unificar el pensamiento humano puede ser posible, ya sea en la psicología como en cualquier otro campo. Sostiene que la riqueza de puntos de vista, hecho muy natural dentro de la fenomenología humana, «es una postura destructiva que contribuye al caos». Yo no lo creo. Lo que sí creo es que resulta sumamente ingenuo creer que una tal unión de puntos de vista es posible, y peor aún, pensar que ello puede dar como resultado algo positivo. ¿Para quién? Tal vez para los esforzados analistas que siguiendo el pensamiento tradicional cientifista se ocupan de elaborar intrincados diagramas clasificatorios, como si ello reportara alguna utilidad. Podríamos pedirles a estos investigadores que sean ellos los primeros en unificar sus cuadros, a ver si al menos eso es posible. La psicología es un campo muy fértil que evoluciona al azar, como toda evolución, guiada por el libre pensamiento. La unificación de los puntos de vista llegará paulatinamente en la medida en que se comprendan los aspectos esenciales del ser humano, y esto aún no ha sucedido, pues todavía prima esa visión sesgada que el cientificismo impregna en el análisis racional del hombre moderno. Todavía se sigue intentando descubrir «leyes universales» en la psicología, comprender al hombre como un mecanismo, entender sus relaciones causa-efecto, aplicar el método científico en su estudio, etc. Actitudes, todas ellas, equivocadas frente al fenómeno humano. No dudo que lentamente el pensamiento humano evolucionará y cambiará sus modos de analizar y comprender al hombre. Solo en esos tiempos aún lejanos aparecerán, por sí solas, y no por la intervención de organismos burocráticos o académicos, la unificación de una nueva psicología, liberada ya del lastre del cientificismo clásico que venimos arrastrando desde inicios del siglo XX.

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  4. Profesor Montgomery, su artículo me parece bastante interesante y concienzudo, pero creo que habría también que prestarle atención, por lo menos a manera de nota (ya que no es el objetivo de su escrito,) a lo externo de la ciencia psicológica, a los condicionantes sociales. El aceptar una propuesta para la psicología conductista científica multinivel, con base empírica, términos algo alejados del lenguaje ordinario, etc., crea un impacto emocional negativo que, en muchos casos, no favorece los acercamientos y discusiones productivas, sino un alejamiento dogmático (una conducta anticonductista) que se relaciona con factores sociales predominantes (que promueven el idealismo) y factores personales, la idea «refleja» de no enajenar al ser humano, su conciencia y su libre albedrío, lo que de entrada cierra la posibilidad de un diálogo justo con respecto a una propuesta CONDUCTISTA que integra (o se encuentra en capacidad de integrar) coherentemente dichos aspectos centrales del ser humano. Sin embargo, la vía racional (interna) es un medio clave para este cambio. Muy buen aporte.

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  5. Un excelente aporte respecto a la unificación de la ciencia psicológica, que debería dar mucho que pensar a las cátedras respectivas y que haría que no se nos viese a los psicólogos como profesionales de «segunda» o como meros auxiliares de psiquiatras, cuando no lo somos. Gracias William, esperamos más aportaciones suyas sobre la misma temática.

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