Trabajo Social desde la Cultura

Roberto Rodrí­guez González, Luí­s Manuel Peteiro Santaya, Marí­a T. Rodrí­guez Wong
Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Cuba

A partir de de la experiencia de los autores se destaca la importancia de reconocer las particularidades de la formación cultura individual y grupal de aquellos sujetos con los que se pretende desarrollar trabajo social, a fin de potenciar cambios en los comportamientos de estos grupos e individuos en sentido de propiciar mejor ajustes de los mismos a los entornos meso y macrosociales en que se desempeñan. Se brindan recomendaciones de para el desarrollo de estrategias de trabajo en este sentido.

Palabras clave: trabajo social, cultura, comunicación.

Resumen

A partir de de la experiencia de los autores se destaca la importancia de reconocer las particularidades de la formación cultura individual y grupal de aquellos sujetos con los que se pretende desarrollar trabajo social, a fin de potenciar cambios en los comportamientos de estos grupos e individuos en sentido de propiciar mejor ajustes de los mismos a los entornos meso y macrosociales en que se desempeñan. Se brindan recomendaciones de para el desarrollo de estrategias de trabajo en este sentido.

Palabras clave: trabajo social, cultura, comunicación.

Trabajo Social desde la práctica profesional debe tener en cuenta la cultura del imaginario social que comparte el grupo al cual se pretende intervenir y potenciar.

Reiteradamente, escuchamos decir que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Aunque la expresión señalada es cuestionable desde algunas aristas, encierra una tesis válida: no resulta suficiente con tener el propósito de hacer algo por muy positivo que parezca desde cualquier perspectiva. Es necesario, además, reflexionar sobre las formas pertinentes y eficientes para lograrlo. De lo contrario podemos no conseguir nuestra meta, o lo que es peor: corremos el riesgo de generar efectos imprevistos y poco deseables.

Lo anterior resulta especialmente tangible en las prácticas de los profesionales de las Ciencias Sociales, porque el hombre (y entiéndase también los diferentes grupos), en tanto ser social, resulta un objeto sumamente complejo para cualquier intervención. Teniendo en cuenta sobre todo la imposibilidad de predecir con precisión su comportamiento, sus reacciones ante cualquier situación. De ahí que quienes nos dedicamos a trabajar con sujetos debemos tener en cuenta no solo lo que queremos lograr, sino toda una serie de elementos que orientarán cómo alcanzar esos propósitos. En particular, quienes hacen Trabajo Social (trabajador social) que, por regla, desempeñan su actividad en contactos con hombres y grupos con los que no comparte aspectos importantes de las formaciones culturales.

¿Por qué el Trabajo Social desde la Cultura?

La práctica profesional del trabajador social se desarrolla en espacios donde el sujeto generalmente se expresa con mayor libertad. Donde es más dueño de sus acciones; pensemos, por ejemplo, que aunque en el grupo familiar y comunitario (escenarios privilegiados del trabajo social) se construyen y manifiestan también normas, pautas de comportamiento, etc. Estas resultan más flexibles que en el contexto laboral, por ejemplo, donde el sujeto se siente más presionado por condicionantes externos.

Pero esto no debe llevarnos a la errónea conclusión de que no existen en los contextos citados: presunciones, valores, significados e imaginarios compartidos, elementos que orientan, legitiman y regulan el comportamiento de los sujetos y grupos. Si estos elementos no los tiene en cuenta el trabajador social para proyectar y hacer su trabajo, será poco probable que este sea exitoso. Aun cuando pretenda objetivos que sean altamente beneficiosos para los grupos y sujetos en cuestión.

¿Cuántas veces nos desesperamos porque no logramos entender cómo las personas no captan con claridad “que lo que estamos haciendo es por su bien, que serán ellos los mayores beneficiados”? ¿Cuántas puertas tocamos con la intención de acercarnos a alguien que podemos ayudar y que, sin embargo, nos rechaza? ¿Cuántos encuentros convocados con el fin de buscar consenso sobre sensibles problemas que afectan a todos? Y, sin embargo, no logran involucrar más que a unos pocos “los de siempre”. Estos son algunos de los “tropiezos” que pueden aparecer, entre otras cosas, por no dar suficiente valor a algo que debe lograrse para cualquier intervención con seres humanos: el conocimiento y la familiarización con su cultura. El trabajo no con ella como una variable más a manejar, sino desde la cultura.

Definición de Cultura

El término cultura puede señalarse que aún está en construcción y no existe consenso teórico sobre su definición. Consideramos válida la propuesta de E. Schein (1980), quien la relaciona esencialmente con:

“las presunciones básicas, los valores, los símbolos, las normas que los grupos crean en su devenir, al ir aprendiendo a enfrentarse con sus problemas de adaptación externa e integración interna, y que han funcionado lo suficientemente bien como para ser transmitidos, enseñados a sus miembros”. 

En resumen, el grupo elabora su cultura en su actividad diaria y la transmite y exige al mismo y a sus integrantes individualmente.

Estamos destacando la idea de que los grupos son el reflejo de una cultura determinada y que además, en el proceso de su desarrollo, generan también características muy peculiares que van a definir las formas de entender y sentir las realidades a las que se enfrentan. Los patrones de conducta aceptados ante estas situaciones, las mejores formas de solución a los conflictos, las relaciones de poder, entre otros elementos. Lo que por supuesto matiza el comportamiento del mismo y de sus integrantes individualmente.

El trabajador social y la Cultura

Por ello, el trabajador social tendrá que familiarizarse primero con la cultura. Con el imaginario social que comparte el grupo en el que pretende intervenir y potenciar. De manera que pueda conocer las determinantes culturales que allí funcionan. Sobre la base de estas determinantes, crear las alternativas más factibles para enfrentar los problemas de esos grupos, o los objetivos que previamente le hayan indicado en su labor concreta. De lo contrario, pueden no comprenderse, o sencillamente rechazarse, las que se consideren mejores intenciones de facilitar un cambio. Por muy oportuno y beneficioso que parezca para el propio grupo. El trabajador social deberá trabajar con el grupo y no para el grupo.

El contacto inicial con los grupos deberá también tener como objetivo lograr la aceptación de estos. También reconocer aquellos elementos específicos que pudieran utilizarse para lograr la implicación. El compromiso del grupo con los cambios que se pretenden promover, como elemento de garantía de que realmente sean cambios con posibilidades de consolidarse al ser pensados y realizadas desde la cultura del grupo-objeto de intervención.

Habilidades del profesional en trabajo social

Los actuales modelos que orientan la práctica de los trabajadores sociales conciben de una u otra forma un período de familiarización de estos con las comunidades u otros grupos objeto de intervención. Pero no es suficiente dedicar tiempo: penetrar la cultura de un grupo o al menos lograr el conocimiento de algunos de sus elementos y ser, además, aceptado por sus miembros. Se requiere la formación y el entrenamiento en un conjunto de habilidades del profesional encargado de esa labor, entre las que destacan:

Habilidades comunicativas

La comunicación, como proceso inherente al hombre, surge a partir de la necesidad que tiene este de desarrollar una amplia gama de relaciones sociales con sus semejantes y con el medio en que se desenvuelve. Lo que le permite desarrollarse como persona y contribuir a la sociedad en que se desempeña. Por ello, se reconoce al proceso de la comunicación en su doble carácter: condicionante y mediatizador del sistema de relaciones sociales humanas. Que actúa como medio de consolidación y desarrollo de los individuos y constituye para el hombre, desde sus orígenes, una herramienta esencial para su vida en colectividad.

Los hombres se hacen en el diálogo y el intercambio permanentes. Por esto, la comunicación es un proceso imprescindible en la construcción de la cultura, en el camino del desarrollo (entendiendo este no solo como desarrollo económico sino como mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos de un país). Las transformaciones de carácter cultural son difíciles de lograr, los procesos son lentos y no se pueden violentar. En estos procesos de cambio, dominar elementos esenciales de la comunicación constituye una herramienta fundamental para el trabajo con los grupos humanos.

En los grupos y comunidades existen formas de comunicación y saberes establecidos con los cuales el trabajador social puede y debe trabajar. El profesional debe reconocer la comunicación, (González Castro, 1989) como un proceso de intercambio participativo, dialógico y democrático, que permite a los participantes influir uno sobre el otro. Centrándose no en uno u otro de los protagonistas del proceso sino en la relación que establece entre estos. La influencia comunicativa que surge aquí facilita la influencia psicológica de un individuo sobre otro con la finalidad de buscar un cambio. La efectividad de la comunicación se evalúa precisamente por la efectividad de esta influencia.

¿Cómo utilizar la comunicación para facilitar la interacción con las personas?

El estudio y aplicación de estrategias comunicativas que constituirán un importante instrumento para la práctica profesional del trabajador social, por su esencia y trascendencia en el marco de las relaciones interpersonales y sociales (Rodríguez Estrada, 1985). A continuación se presentan algunas sugerencias, elaboradas a partir de la experiencia práctica de los autores. Estas sugerencias pueden ayudar u orientar sobre las habilidades comunicativas necesarias a desarrollar para facilitar los procesos de intervención con los individuos, grupos o comunidades:

La comunicación debe ser un proceso de diálogo constructivo. ¿Cómo lograrlo?

Es necesario, en primera instancia, tener en cuenta que la comunicación no inicia cuando usted comienza a hablar. Si nuestro interés es comprender los procesos que se desarrollan en los contextos en que vamos a intervenir, es imprescindible acceder a la cotidianidad de los sujetos. También comprender los significados que en ella se comparten, para lo cual es relevante que usted sea un “buen escucha”.

En segundo lugar, es fundamental dejar hablar a su interlocutor, piense que es difícil escuchar si usted está hablando.

También vale demostrar que quiere escuchar. Actúe interesado en la conversación. Escuche para atender y no para rebatir. De esta forma ayudará a que los hablantes se sientan cómodos y se expresen libremente, es lo que llamamos “ambiente permisivo”.

Sea paciente, deje tiempo suficiente para que la otra persona hable, no le interrumpa.

Haga preguntas sobre el tema, lo cual ayuda a conocer mejor los argumentos del otro y estimula al interlocutor, pues le muestra que usted está escuchando. Es recomendable para ello devolver en forma de interrogante las mismas frases utilizadas por los sujetos en su discurso. Este recurso es menos agresivo que los usuales.

Mantenga su buen humor, nunca pierda el control. Una persona irritada generalmente da un significado erróneo a las palabras; evite las discusiones, pues aunque crea que ganó, en realidad pierde.

Sea prudente en sus argumentos y críticas. Comience resaltándole a su interlocutor los elementos con los que está de acuerdo. Lo que considera positivo o interesante. Esto generará una postura positiva (no defensiva) ante la crítica. Exprese el contenido de lo que desea comunicar, pero sin hacerle daño al otro.

Criterio en Trabajo Social

Es importante demostrar siempre respeto al criterio de los demás. Para ello:

Evite considerarse a sí mismo poseedor de toda la verdad, esto puede determinar en el intercambio una postura de subestimación del criterio del otro. Es relevante reconocer que la verdad, generalmente, se construye colectivamente y mediante aproximaciones sucesivas. Por lo cual el criterio de los demás siempre resulta valioso; por lo tanto, hay que incentivarlo y respetarlo.

Utilice en la comunicación un “toque de humildad”: La persona más simple puede producir y aportar ideas importantes. Lamentablemente, ocurren muchos casos en los que no se les permite expresarse. O se tolera que hablen, pero no se les escucha ni se les da suficiente valor a sus criterios.

Trate que, en las situaciones de interacción grupal, todos tengan la posibilidad de expresarse. En los grupos generalmente existen personas que “llevan la voz cantante”, que aportan los criterios más valiosos, las buenas ideas. Se ganan el derecho de hablar siempre y, en ocasiones, monopolizan la palabra. Esto no quiere decir que los demás no tengan criterio, sencillamente se va conformando o, mejor dicho, deformando una estructura de comunicación que no da lugar a una expresión directa y abierta de todos los participantes.

Intente crear espacios de colaboración, trabaje hacia el entendimiento: tenga siempre como meta hallar un terreno común.

Comprensión mutua

Es importante concebir la comprensión mutua como el fin último de la comunicación, es decir, primero comprender y luego ser comprendido. Además, es muy relevante la elaboración de un sentido común, hacer que el contenido no solo sea recibido, también es entendido a partir de que los sujetos participantes utilicen códigos que posean un significado similar para todos. Es, simplemente, “hablar el mismo lenguaje”. Esto es válido tanto para situaciones de interacción con sujetos aislados, como para cuando su rol sea de facilitador o conductor de grupos.

Intente imprimir una visión cooperativa de la comunicación, esta no debe verse como un eterno campo de batalla en el que se demuestra la fortaleza del criterio propio. Trate de que las personas se conciban no como adversarios, sino como aliados, actores comunicativos, que aporten en la búsqueda negociada de soluciones.

Es importante transmitir la creencia de que, por muy fuerte que pueda parecer cualquier punto de vista personal, siempre resultará más vulnerable que otro construido entre todos, por lo que será necesario trabajar para lograr ambientes eficientes de intercambio. Esta es la esencia de lo que usualmente escuchamos por “dos cabezas piensan mejor que una”.

Trabajo social y la observación

Es relevante tener en cuenta que otra de las habilidades que deben desarrollar los profesionales de esta área es la observación.

Teniendo en cuenta que en el proceso de comunicación se utilizan diferentes sistemas de signos, símbolos y códigos no verbales. Más comúnmente conocidos como extraverbales, que constituyen agregados o complementos del lenguaje verbal:

  • Los movimientos corporales.
  • Gestos, las posturas, las expresiones faciales
  • Los movimientos de los ojos, las miradas.
  • La risa, el bostezo, los suspiros, el tono de la voz
  • El uso del tiempo
  • La apariencia física, el vestuario.

Los anteriores complementos aportan gran riqueza informativa en el proceso comunicativo, permitiendo complementar, contradecir, repetir o reforzar los mensajes verbales, acentuar o enfatizar parte de estos, sustituirlos y regular los flujos de la interacción. Por ello, deberá prestarse especial atención a este tipo de elementos, tanto para interpretar los mensajes comunicativos como para controlar lo que queremos transmitir en los nuestros.

En cualquier tipo de intervención no debe descuidarse que cuando se logra en el discurso una coherencia del lenguaje verbal y extraverbal empleado. Es decir, entre lo que se dice y todo el sistema gestual que se desarrolla, se está poniendo en práctica una estrategia comunicativa que favorece la efectividad del proceso.

Conclusiones

Al desarrollar el trabajo sobre personas, grupos y comunidades, el trabajador social debe comenzar por conocer las características culturales de los mismos.

Las habilidades comunicativas resultan de valor incalculable para establecer escenario adecuado de trabajo tanto individual como grupalmente.

Recomendaciones

Desarrollar el trabajo social a partir de adecuado uso de las habilidades comunicativas del trabajador social, respetando las características culturales del entorno en que se pretende actuar.

Referencias

González Castro, Vicente. (1989). Profesión: Comunicador. La Habana: Editorial Pablo de la Torriente.

Rodríguez Estrada, Mauro. (1985). Psicología de las relaciones humanas. Manual teórico-práctico. México: Editorial Pax.

Schein, E. (1980). La cultura empresarial y el liderazgo. Prentice-Hall.

Citar:

Rodrí­guez, R., Peteiro, L. M. & Rodrí­guez, M. T. (2007, 21 de febrero). Trabajo Social desde la Cultura. Revista PsicologiaCientifica.com, 9(9). https://psicolcient.me/bh1sf

6 comentarios en «Trabajo Social desde la Cultura»

  1. Me pareció un articulo muy interesante ya que invita a la reflexión sobre las intervenciones a partir de la cultura, considero relevante proporcionar intervenciones a partir de los proceso socio culturales.

    La cultura es inmanente al ser humano.

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  2. Es un trabajo interesante, lo cultural está presente en el abordaje de nuestra profesión en la vida cotidiana de las personas con quienes trabajamos y más aún cuando es parte de la acción social del trabajador social.

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  3. Es de vital importancia el artículo, ya que ofrece unas herramientas muy útiles para el abordaje de las comunidades, a partir de esa parte tan relevante que es la cultura, y empleando el mejor recurso que posee el hombre que es la comunicación, desde un buen discurso se logra intervenir exitosamente un contexto.

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  4. Me pareció un artículo muy interesante e indispensable. Apoyo la publicación de más artículos con el enfoque de trabajo social en las empresas en relación con los Recursos Humanos, seguridad y estabilidad familiar en la producción.

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