Indicadores de riesgo suicida en pacientes rehabilitándose de sustancias psicoactivas

José Alonso Andrade Salazar, Carolina del Pilar Victoria Ocampo
Universidad de San Buenaventura, Colombia

Resumen

El objetivo del presente trabajo es describir los indicadores de riesgo suicida en pacientes en proceso de rehabilitación por consumo de sustancias psicoactivas, en la fundación Huellas de Armenia, Quindí­o. La muestra estuvo compuesta por 15 personas de género masculino, cuyo rango de edad fue entre los 15 y 50 años. Los instrumentos de evaluación utilizados fueron: la escala de desesperanza de Beck y una ficha de caracterización, ambos auto aplicados. Los resultados de las escalas mostraron que la población que presenta riesgo suicida corresponde al 85% y que existe una tendencia mayor en jóvenes de 15 a 25 años de edad, población con familias disfuncionales de tipo policonsumidora, cuyo estado de consumo compulsivo (53%) representa un riesgo importante para la adhesión al tratamiento y el suicidio.

Palabras clave: adicción, dependencia, desesperanza, suicidio, sustancias psicoactivas, psicologí­a, spa, rehabilitación.

En Colombia, el tema de las sustancias psicoactivas hace parte de una cotidianidad indiscutible, que se ve nutrida de aspectos tales como, la información sugestiva de los medios de comunicación (mass media), el sentido común, el narcotráfico y la posición de la sociedad a menudo apática, que en cierta medida aprueba y tolera el consumo de drogas blandas (de tipo legal), como también, de drogas duras, aun cuando estas sustancias tienen un grado de adicción tan perjudicial, que deteriora al individuo, la familia y el tejido social. El consumo de sustancias psicoactivas es hoy por hoy, un fenómeno universal y constante que afecta a más del 7% de la población nacional (ONUDD, 2008), situación que análogamente impacta al Quindío, ya que, en los menores entre 14-19 años el consumo de sustancias psicoactivas (SPA) es cada vez más elevado, y con un inicio prematuro del 80% entre los 10 y 14 años de edad (Diagnóstico Regional 2003-2007, p. 167).

Estudios de Alma Mater (2005) indican que, en la región cafetera, el consumo de sustancias psicoactivas tiene una apertura prematura, especialmente a través de la ingesta de sustancias no prohibidas y de fácil adquisición, en cuyo caso, la adicción comienza a través de la experimentación con drogas legales, llegando a intensificarse con la ingesta simultánea de una o varias sustancias ilegales. Es importante anotar que en el consumo siempre intervienen elementos emocionales, que influyen en el volumen a la dosis consumida, llegando a ampliar la tolerancia a la sustancia, «a mayor conflicto mayor es la dosis», por ello, a partir del estado alterado de conciencia que suscitan las SPA, los niveles de variación del juicio hacen vulnerable al consumidor, a conductas imprudentes, ilícitas o peligrosas para su vida o la de los demás, sin considerar las consecuencias de sus acciones; por ejemplo, «el uso regular del crack puede provocar alucinaciones y comportamientos violentos, episodios paranoides e ideación suicida (…)» (Pascual, 2001. Citado en Alma Mater, 2005, p. 46).

De forma paralela al consumo de sustancias psicotrópicas, el suicidio es otra de las problemáticas de salud que a nivel nacional, afecta a población masculina y femenina en grados elevados. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio se sitúa entre las diez primeras causas de muerte en Colombia (Gonzáles J. Cols. 2003, citado en FORENSIS, 2008: 192) siendo el pensamiento suicida en el farmacodependiente, uno de los indicadores emocionales de conflicto, que guarda relación directa con crisis a nivel intrafamiliar, rupturas afectivas no tramitadas (duelos patológicos) y con una necesidad de desvinculación social inmediata. Esta problemática es tan notoria, que en el 2008 el departamento del Quindío tuvo en relación al estimativo nacional, un 4% de casos de suicidio consumado y en cuanto a ideación suicida, se encontró que tiende a presentarse en un 64% en la ciudad de Armenia y el municipio de Calarcá (CRUE. Estadísticas generales de intento de suicidio departamento del Quindío, 2008, p. 3).

La palabra suicidio deriva etimológicamente del latín y está compuesta de dos términos: sui que significa de sí mismo, y caedere, que se traduce como matar, así, suicido se traduce como: matarse a sí mismo, mientras el concepto de intento de suicidio está referido al deseo de ejecutar su propia muerte, sin pasar al acto como tal. Durkheim, define la palabra «suicidio» como una especie de muerte producida por la propia víctima, es decir, son acciones y elecciones de tipo individual que están determinadas por la internacionalización de elementos de la relación social, ergo, el suicidio puede ser abordado de acuerdo a tres elementos: factores extra sociales (alienación mental; psicopatología), causas o fenómenos colectivos (conducta de grupo, influencia social, estigmas etc.), y el suicidio como fenómeno social en general (situación exterior y circunstancias que causan el suicidio). Se debe tener en cuenta que pensamientos suicidas ocasionales no son síntomas anormales, ya que «son parte de un proceso normal de desarrollo en la infancia y adolescencia al tratar de elucidar los problemas existenciales cuando se trata de comprender el sentido de la vida y la muerte» (OMS, 2001, p. 7).

Shneidman (2001) define al suicidio como un drama de la mente, donde el adicto es, casi siempre, dirigido por el dolor psicológico que le producen las emociones negativas, lo que compone un estado en el que muchas personas, buscan soluciones inmediatas de alivio que pueden conducirlo, al intento suicida o al consumo de SPA con el fin de disipar la angustia temporal o parcial que suscitan algunos hechos dolorosos e insoportables. La problemática del suicidio, según la OMS (2002), es una de las diez primeras causas de muerte en Colombia y primera causa de muerte violenta en el mundo, asociada a factores como el desempleo, las rupturas afectivas insoportables, disfunciones familiares y al consumo de SPA. Algunos de los factores de riesgo frecuentes a todas las formas de violencia interpersonal son: «haber crecido en un hogar violento o roto, las toxicomanías, el aislamiento social, la rigidez en los roles de los sexos, y la pobreza y la desigualdad en los ingresos, así como características personales tales como un insuficiente control del comportamiento y la escasa autoestima» (OMS. 2002, p. 23).

Un análisis por grupos etarios en el departamento del Quindío, permitió establecer que de todos los consumidores de SPA, son los niños, niñas y adolescentes quienes presentan un riesgo elevado de consumo y adicción, «los adolescentes aportaron el 60% de casos al consolidado departamental de consumo de SPA, seguidos por los adultos (30%) e infantes (10%)» (Ceballos, Casallas, 2008, p. 2). Una característica principal incluye el uso de múltiples drogas o policonsumo, mismo que se acrecienta de acuerdo a las dinámicas de relación psicosocial y ambiental del entorno; de acuerdo a lo anterior, en la región hay una influencia «cada vez más asidua de actores externos que ofrecen a los consumidores (…) ideas o «paraísos» independentistas de inclusión y pertenencia, en los que se inscribe el consumo de SPA como una medida o prueba social de inserción, cuya función principal es aumentar su nivel de participación y sentido de cohesión en los grupos» (Andrade, 2009, p. 7).

En las personas farmacodependientes se encuentra que los procesos cognitivos prevalentes son: la horrorización, catastrofización, la autovalía contingente, una baja tolerancia a la frustración, auto calificación negativa y desesperanza, factores que fácilmente pueden llevar a que el adicto atente contra su integridad, a menudo para detener los estados psicológicos displacenteros, por lo que el suicidio puede ser analizado, como un método de ajuste negativo aprendido, cuya función principal es la de lidiar con el sufrimiento emocional agudo de la persona (Linehan,1981). Así, la persona que presenta ideación suicida y que, además, de consumir una o varias SPA tiene un escaso soporte familiar y/o social, encuentra en estas dos conductas, la vía más rápida de evasión y canalización de sus dicotomías conductuales; por tanto, el objetivo de ambos comportamientos auto líticos, radica en buscar una solución inmediata, cesar la consciencia autorreferenciada como negativa, y equilibrar la actitud de ambivalencia interna que domina la actividad conductual del individuo.

Tal como lo propone Diestra (1995), el acto suicida se emplea para referirse a conductas elegidas, que no en todos los casos pretenden generar daño personal sino, posiblemente expresar y comunicar sentimientos de desesperación, por lo que es pertinente aprender a precisar los llamados de auxilio, de formas de extremas de manipulación, búsqueda de atención y de dominio, en cuanto el adicto puede buscar a través del consumo, la obtención de beneficios materiales, afectivos o espirituales, en cuyo fin se instaura la representación de control, tanto del consumo de la sustancia «cuando busca la aprobación de su conducta adictiva», como de la vida emocional, al tratar de influenciar con su adicción, los comportamientos de otras personas para su bienestar o castigo. En este sentido, Moya (2007) advierte que «ante la generalización de las amenazas suicidas, el equipo profesional puede tender a interpretarlas en términos de -manipulación- y, en consecuencia, puede no tomar demasiado en serio los riesgos», lo que aumentaría los riesgos de cometer en acto suicida en los pacientes.

Método

Esta investigación es de tipo empírico-analítica de corte descriptivo. Se utilizó una muestra fija de tipo aleatorio simple, perteneciente a un centro de rehabilitación, lo que facilitó la aplicación de los instrumentos. El material estadístico fue valorado a través del paquete «Excel», ya que, para ambos instrumentos fue necesario tabular las respuestas y detallar las tendencias porcentuales. Para la implementación de la fase operativa o aplicativa, se utilizaron escalas auto aplicadas, con el fin de facilitar a los entrevistados el espacio para la reflexión de las interrogantes, además, de disminuir la posibilidad de sesgo en algunas respuestas.

Participantes

La población objeto de investigación fueron 15 personas de género masculino, con un rango de edad entre los 15 y 50 años, en condición de «residentes» y en proceso de rehabilitación de consumo de SPA, en la fundación Huellas de Armenia, Quindío. La población es policonsumidora en estado de consumo compulsivo, lo que no constituyó un criterio de exclusión de la investigación. Los niveles educativos de la población corresponden a secundaria completa principalmente, de estado civil soltero y en unión libre, pertenecientes a los estratos 1, 2 y 3. Estas personas se sometieron voluntariamente a la aplicación de las pruebas, una vez firmado el respectivo consentimiento informado.

Instrumentos

Los instrumentos utilizados fueron: una ficha de caracterización y una herramienta evaluativa del riesgo suicida, la Escala de la desesperanza de Beck (A. T. Beck, A.Weissman, D. Lester, L. Trexler, 1974), la cual consta de 20 afirmaciones que las personas valoran como verdaderas o falsas, y permite evaluar, desde el punto de vista subjetivo, el grado de desesperanza o riego suicida, es decir, la actitud que tiene el sujeto respecto de sus expectativas futuras. Las puntuaciones obtenidas en desesperanza son un predictor útil de posible suicidio. La prueba se califica con 1 o 0 puntos, de tal manera que el puntaje máximo es 20 y el mínimo es 0. La escala de puntaje propuesta por Beck y Steer (1988) es la siguiente: de 0-3 es un Rango normal o asintomático; de 4-8 es un riesgo de tipo Leve; 9-14, Moderado; y 15-20, Severo. Igualmente, se aplicó una ficha de caracterización que brindó una aproximación descriptiva, a la contextualización social del residente de la comunidad, información socio demográfica y del consumo de SPA, que fue importante para el análisis de ambos fenómenos (suicidio y consumo de SPA).

Procedimiento

La intervención a la comunidad se realizó en 3 fases. La primera implicó una ilustración general de la investigación a realizar, es decir, de la justificación y los objetivos planteados. En segundo lugar, se explicó la forma de aplicación de la prueba psicológica y el cuestionario propuesto; y por último, se procedió a llenar el consentimiento informado y se aplicaron las pruebas de forma grupal. En todos los casos se le indico claramente al grupo, cada una de las fases y sus respectivas competencias, por lo que fue necesario implementar una instrucción particular en cada etapa. Los datos agrupados fueron sistematizados y analizados a través de Excel con gráficas de tendencias, la teoría de base para el análisis fue de tipo «cognitiva conductual» que es análoga al instrumento de Beck.

Resultados

Los resultados de la investigación constituyen un marco referencial para hacer una lectura, sobre la relación entre el consumo de drogas en la región, y el fenómeno del suicidio en farmacodependientes, elementos que refieren no sólo el consumo de una sustancia específica, sino también, a un multiconsumo propio de la población objeto de estudio. Los datos recogidos de la ficha de caracterización indican que la edad de referencia para la emergencia de la ideación suicida, está entre los 15 y 25 años y representa el 85% de peligro. Este porcentaje proviene de las tres puntuaciones del riesgo leve (15%), moderado (46%) y severo (8%) e indican una prevalencia de actitudes de desesperanza ante el futuro en el 70% de los casos.

De acuerdo a los hallazgos de la escala de desesperanza de Beck, se encontró que la población farmacodependiente tiene un elevado riesgo suicida (85%) a razón de su condición de adictos, partiendo de que la adicción es un estado psicofísico caracterizado por el uso repetido de una o varias sustancias psicoactivas, a tal grado que el consumidor se encuentra periódica o permanentemente intoxicado. Por tal razón, la persona en estado de consumo altera su orientación espacio-temporal frente a la vida y el contexto socio-familiar, lo que también afecta la estabilidad de sus relaciones afectivas, su auto concepto y el nivel de auto-referencia que proviene de su entorno. Lo anterior revela que el enganche «desde la primera experiencia» al consumo continuado de una SPA, proviene de la lectura, a menudo errónea, que la persona hace de su condición orgánica y afectiva, lo que influye para que su disociación psicológica y la proyección a futuro se distorsionen. En general, «la drogodependencia es un problema de salud contemporáneo que solo puede ser vencido por quienes sean capaces de cruzar las barreras que impone las ataduras de la primera experiencia» (Díaz del Mazo, Botta, Lahens, Moráguez & Ferrer, 2008).

Tabla 1
Resultados de la Distribución social, el estado del consumo y el riesgo suicida de los entrevistados

sustancias psicoactivas

Las derivaciones estadísticas demuestran que el 70% de la población tiene una alteración importante en cuanto, las expectativas sobre el porvenir (pesimismo), ya que, consideran que las épocas buenas o positivas nunca se presentarán, y que la felicidad no puede ser parte de sus vidas. Lo anterior configura condiciones depresivas que inhiben la capacidad para planificar a futuro un proyecto vital positivo, factor que está sostenido y reforzado por la ausencia de una pareja sentimental (46%), que aporte a su recuperación y desintoxicación; así, los efectos de una separación (20%) se asocian frecuentemente al consumo perjudicial de SPA (93%), seguidos por una escolaridad incompleta (60%) y condiciones de minusvalía y dependencia emocional «con su familia» referidas a su condición de adicto (56%), lo que induce en las personas en situación de farmacodependencia, la idea catastrófica de ser abandonados por sus familiares (80%). En cuanto a división por edad y tipo de riesgo se encontró que el riesgo leve (75%) es mayor en la edad de 15 a 24 años. En la edad de 25 a 35 años prevalecen el riesgo leve (36%) y moderado (31%) mientras, en el grupo de 35 a 45 años es mayor el riesgo moderado (45%) y el leve (32%). Asimismo, se encontró que los adultos jóvenes y adultos presentan un riesgo elevado (leve, moderado y severo) de cometer suicidio, el cual se asocia a factores como el tener un tipo de consumo de SPA compulsivo y crónico, además de estar separados o en unión libre. El estudio indica que la escolaridad no es un factor protector consistente en la aparición de ideas suicidas, y que los consumidores jóvenes presentan menos riesgos a razón del apoyo familiar continuo y el hecho de encontrarse en la fase «experimental» del consumo.

Discusión

En la descripción epidemiológica del fenómeno del suicidio se utiliza la condición de «ideación suicida» o «espectro suicida» (CIE-10, 2003), para hacer referencia a pensamientos de autoeliminación, que pueden aparecer en individuos afectados por diversos problemas psicológicos que en relación psicopatológica con una o varias sustancias, aumentan los factores de riesgo para la salud, a razón del establecimiento de la dependencia física y emocional. El último estudio nacional de consumo de SPA (2009) revela que en relación al uso de drogas ilícitas en la población de 12 a 65 años, se detectó que el 9,1% de la población global ha usado alguna droga ilícita al menos una vez en su vida, con un 14,4% en el caso de los hombres y un 4,5% entre las mujeres. Esto indica que el fenómeno afecta a todas la edades, especialmente aquellas entre los 15 y 25 años, etapas cruciales para la estructuración de la personalidad y la proyección a futuro.

Una de las etapas que presenta un riesgo mayor de ingreso al espacio de las SPA es la adolescencia (OMS, 2002), periodo donde se generan cambios biológicos, psicológicos y sociales, que ocasionan angustia e incertidumbre, a razón de la falta de una identidad definida, y las dificultades de auto control para interiorizar los roles que concurren al proceso de socialización. Para Talcote Parsons (1976), el control social son «aquellos procesos en el sistema social que tienden a contrapesar las tendencias desviadas» así, «los mecanismos de control social actuarían (…) en regulación de los roles sociales y en la motivación de los individuos hacia el desempeño de esos roles requeridos por el sistema» (Citado por Baró, I. M. 1988, p.144). El adolescente, como integrante de un sistema familiar, incorpora en su estructura mental, significaciones determinadas acerca de la vida y la muerte, ligadas a su historia familiar de duelos, así, posteriormente establece una identidad propia, aprendiendo a renunciar y resignificar sus pérdidas, con lo que obtiene auto control, logrando reproducir en su accionar los roles que le permiten interactuar en lo social; si esto no se produce adecuadamente, el adolescente intenta romper la norma como mecanismo de ajuste social, lo que le puede llevar al consumo de SPA y en muchos casos al suicidio.

En este sentido, el consumo de SPA y la ideación suicida, tienen una relación inversa en cuanto fin, ya que, mientras la sustancia se busca con fines de evasión de un conflicto en apariencia insuperable o de vinculación a grupos focales consumidores, en la ideación y el acto suicida, se busca la desvinculación total o parcial de lo social, al anular física y mentalmente a sujetos, que tienen una historia vital trágica y compleja, llena de traumas y vulneración a sus derechos. Los consumidores de una sustancia conviven entre factores de riesgo para su salud mental y física; la violencia intrafamiliar, el abuso, abandono, la explotación sexual y el trabajo infantil, hacen que uno de cada siete niños en Colombia entre los 5 y 17 años, trabaje y sea propenso al consumo de alguna SPA, puesto que, en un afán asistencialista «existen programas coyunturales destinados a la atención de la infancia que cambian de acuerdo con las prioridades del gobierno de turno, sin que ninguno de estos haya garantizado un compromiso serio con nuestra infancia» (Kan, A. 2000).

De acuerdo a la variedad en la vulnerabilidad, el inicio temprano de la ingesta de SPA pareciera una circunstancia admisible para los niños, niñas y adolescentes, quienes consumen la sustancia como requisito para resistir el hambre, participar de la sociedad de «consumo» impresa en su cognición por los mass media, ir en contra de lo normativo, evadir lo traumático de la disfunción familiar y obtener inclusión, prestigio y respeto en núcleos de participación focal. En los pacientes farmacodependientes estudiados, la presencia de un riesgo suicida leve, moderado y severo, da cuenta de la relación entre suicidio y consumo de SPA, y alerta sobre el paso de un estado moderado a uno grave, especialmente en la población entre 15 y 25 años, personas cuya etiología del primer consumo refiere historias de abandono (de padres y parejas), conflictos intrafamiliares, en una edad vulnerable (pubertad y adolescencia), factores cruciales para el inicio y fortalecimiento de la dependencia física y emocional a la sustancia.

En un estudio realizado en la ciudad de Cali (Bravo. P, Bravo. S, Porras. B, Valderrama. J, Erazo. A, Bravo. L, 2005) se encontró que el suicidio como causa de muerte se presentó en el 6.2% de los casos, de ellos el 47,8% está asociado a un consumo perjudicial de sustancias psicoactivas (legales e ilegales); los datos epidemiológicos de la ciudad, indican que la tercera parte de las muertes violentas ocurridas en Cali, se relacionaron con el consumo de psicotrópicos, así, la incidencia del fenómeno muestra que el hallazgo de sustancias psicoactivas como causa de muerte fue más frecuente en hombres, en edades de 20 a 45 años y, en cuanto suicidios, el estudio demostró que «una de cada tres personas que mueren por homicidio y la mitad de quienes se suicidan, en el momento de su muerte han consumido alguna sustancia psicoactiva» (Bravo y Cols. 2005, p. 7).

En la relación consumo de SPA y suicidio, la representación de la muerte es una metáfora potente, que actúa como motivador psicológico «positivo o negativo» ante las dificultades para confrontar las situaciones trascendentales; por ello la presión para que el adicto opere en sus problemas emergentes e inmanejables, el hecho de obligarlo con actos de violencia a dejar la droga, las promesas de abandonar la sustancia, y los cuestionamientos constantes frente al consumo, producen una mayor adhesión a la SPA, por lo que, «el drogadicto se droga para prometerse que no volverá a drogarse (…) y cuando acepta en algo sus dificultades frente a la sustancia, comienza a responsabilizar a los demás de sus problemas (victimismo)» (Esqueda, L, Angeles, S. 2006, p. 1). Una de las consecuencias de lo anterior, es la instauración de la necesidad de ser tomado en cuenta a cualquier costo, además, de una baja tolerancia a la crítica, la frustración y dificultades para confrontar la realidad del consumo perjudicial, en espacios que, al cargarse de ansiedad, pueden instaurar en los adictos la idea de muerte como vía escape inmediata y solución radical para los conflictos.

En consecuencia, la posible disminución del pensamiento fatalista asociado a la experiencia de consumo, es solo un eufemismo, a razón de la persistente existencia de sentimientos de abatimiento y derrota, que frenan la superación asertiva de cogniciones de auto-reproche y conmiseración, emergentes en las recaídas de consumo. Estas personas evaden la observación aseverativa del «aquí y el ahora» como espacio de cambio comportamental, y en su lugar, asocian el futuro a una condición de incertidumbre, es decir, como algo vago, incierto y poco esperanzador, por ello viven el presente con una necesidad de inmediatez importante, aspecto que guarda relación con el deseo imperioso de gratificación, propio del síndrome de abstinencia en las personas consumidoras. La ausencia o dificultad creciente del control de su vida emocional, sostenido por una precaria gratificación (afectiva y social) en las diversas esferas de la vida del adicto, propician que el consumo de SPA se vincule al incremento en accidentes de tránsito y situaciones de violencia, tales como: «robos, asaltos, lesiones, suicidios y homicidios (…) como circunstancia concomitante en las más frecuentes causas de muerte en el grupo de 15-24 años de edad» (WHO, 1993).

La condición social del farmacodependiente limita sus posibilidades de cambio, generando insatisfacción, rechazo, miedo, frustración e inseguridad ante la vida misma, motivo por el cual el riesgo suicida se incrementa de forma exponencial; de esta manera «el intento de suicidio se ha asociado a diversos factores, sociales, médicos y mentales (…) al abuso de alcohol y de sustancias psicoactivas» (Botega, 2005, pp. 45-53) que afectan la conformación de un proyecto de vida «que empieza en la familia y se fortalece en la escuela», el cual actuaría como reforzador positivo, pero que en su ausencia fomenta la conformación de ideas y pensamientos negativos y sin control, que a menudo estimulan en el adicto comportamientos inhibitorios, problemas de socialización y de falta compromiso con su recuperación. En gran medida, la persona adicta es resultado de un sistema educativo en el que «desde la niñez el individuo aprende a estudiar por miedo, a resolver problemas que a él no le interesan. El capital ha puesto bajo su servicio y control la iniciativa, la creatividad y la voluntad de los individuos» (Zuleta, 1980), por lo que las drogas pueden ser asumidas erróneamente, como una vía de escape ante la instrumentalización del sentido común y un retorno a la autonomía volitiva.

Codependencia y suicidio

El término codependencia se refiere a una situación en la que un individuo depende de otro (adicto), no de la sustancia, sino de la persona dependiente y viceversa, por lo que los dos sujetos (familiar y adicto) tienden a comportarse de la misma manera, lo cual puede reforzar y mantener la conducta en ambas partes (Thombs, 1994). En las familias vulnerables codependientes, el sentido de desprotección que acarrea el consumo y la presumible ideación suicida del adicto, son percibidas como un síntoma propio de su descuido en la crianza, por lo que la familia se enferma a razón de la culpa y desplaza en él, toda la frustración que le produce la impotencia de no poder «curarlo». Esta dinámica convierte al adicto en el «chivo expiatorio», así, la familia comienza a necesitar del «síntoma» para hallar sentido a su frustración.

En algunas ocasiones, puede ocurrir que el adicto se sienta tan culpable del sufrimiento de su familia, que opte por el suicidio como acto de sacrificio o de castigo para su círculo social, por ello, en drogodependencia, se ha puesto de manifiesto la importancia de las categorías de las relaciones familiares, en cuanto al origen y mantenimiento del consumo de sustancias psicoactivas, mismas que guardan relación con el acto suicida; «dentro de estas variables familiares se encuentran, el clima familiar negativo y variables de comunicación disfuncional de los miembros familiares con el enfermo» (Becerra, J. 2006, p. 1), fenómeno que sucede, aunque las familias conozcan que el consumo «abuso-uso indebido» tiene consecuencias en la salud física o mental de los individuos, además «de una serie de problemas sociales relevantes, como muertes violentas, lesiones personales, maltrato infantil, violencia intrafamiliar, pandillismo, entre otros, que afectan de manera directa la convivencia social» (Alma Mater. 2005, p. 64).

Se debe anotar que la persona codependiente está convencida de que su intención es colaborar para que su familiar abandone su adicción, esto quiere decir que «la conducta codependiente es una forma de actividad de carácter automático, que ha sido reforzada y mantenida a través de los años, y que connota una finalidad adaptativa dentro de la familia para tal fin» (Guevara, W. 2004, p. 1), por ello, el codependiente presenta rasgos de personalidad que implementan formas de pensar irracionales, con patrones cognitivos y afectivos que perturban su estabilidad mental, como angustia, ansiedad, depresión, condiciones somatomorfas e irritabilidad, asumiendo a menudo un perfil de mártir, héroe, altruista, o comportar estilos parentales de justificación, confabulación o necesidad de contención del adicto (Haaken, 1990; Harper & Capdevila, 1990).

Suicidio y depresión

El suicidio es un riesgo específico en la depresión cuando ésta no es reconocida y no se trata a nivel psicoterapéutico, por ello, «la depresión tiene una alta prevalencia en la población general y muchos no la reconocen como una enfermedad» (WHO. 2007, p.7). En consecuencia, tanto en estados depresivos como en maniacos e hipomaniacos, el consumo de la sustancia psicoactiva, libera la carga emocional asociada a eventos traumáticos o dolorosos, mostrándole al adicto cierto nivel de dominio sobre los síntomas; sin embargo, una vez pasa el efecto de la misma, los síntomas se vuelcan nuevamente sobre el sujeto, siendo tan acusados, que provocan ideas y pensamientos catastróficos, por lo que la adicción como paliativo, el aumento de la tolerancia física y la baja tolerancia a la frustración, animan la idea del acto suicida como mecanismo compensatorio ante la falta de autodominio, un bajo auto-concepto y la reticencia ante aspectos autorreferenciales positivos.

Estas situaciones son generadoras de construcciones y principios de realidad errados que a menudo motivan la formación de actitudes negativas y desesperanzadoras desde las cuales las personas consumidoras establecen condiciones imaginarias que aumentan el nivel de dolor psicológico y, por consiguiente, refuerzan negativamente los pensamientos irracionales o distorsiones cognitivas; así, la persona con ideación suicida presenta de forma recidivante pensamientos fatalistas, desajustados de la realidad social compartida con su entorno inmediato. Otras condiciones que pueden causar que una persona sea vulnerable al consumo de drogas y suicidio, es que haya padecido una alteración psíquica previa, por ello, personas «que han sufrido de anorexia nerviosa por ejemplo, llegan al consumo de sustancias. Aquellos jóvenes que han tenido un brote esquizofrénico y los que han padecido trastornos depresivos o ansiosos, desórdenes de pánico o fobias, pueden también consumir posteriormente» (CIE, 1988), así como se amplía la posibilidad de desarrollar trastornos de la personalidad, en los que la cesación de un síntoma psicológico insoportable se lleve a cabo a través de la autoeliminación.

Se debe tomar en cuenta que cualquier sustancia psicoactiva puede inducir al suicidio, siempre y cuando los motivos psicológicos sean relevantes e insoportables para el adicto, en cuyo caso se ven reforzados por la desinhibición que producen la mayoría de las SPA. Muchos adolescentes y jóvenes con antecedentes depresivos en la infancia se encuentran en mayor riesgo de consumo de sustancias psicoactivas (CIE. 1998, p. 28), ya que, posiblemente buscan en la sustancia psicoactiva un «remedio» contra su depresión y en muchos casos, evadir las consecuencias emocionales de la disfunción del núcleo familiar. Serfaty (1998) establece que el conocer las actividades y conductas en la infancia y adolescencia, rendimiento escolar, alteraciones en la conducta y conocimientos sobre los efectos dañinos del consumo llevan a la obtención de perfiles de los adolescentes (factores psicológicos) ajustados a las dinámicas socio-familiares de los consumidores, lo que propicia el desarrollo de programas preventivos y de asistencia, acordes a las necesidades de las familias vulnerables y los consumidores «experimentales y compulsivos»; asimismo, los antecedentes de violencia (personales o familiares), y las actividades del adolescente o joven permiten conocer los factores protectores y de riesgo para su salud física y mental. De suyo, tomando en cuenta que la familia es el soporte emocional más poderoso con el que cuenta un adicto, su funcionalidad es otro de los criterios a analizar, como también, la concepción sobre la vida y la muerte, además de las conductas y actitudes que los amigos y compañeros de los adolescentes y jóvenes tienen acerca del consumo y sus consecuencias a corto, mediano o largo plazo.

Conclusiones y recomendaciones

El consumo de SPA genera estados de malestar y dolor psicológico intensos a los cuales las personas buscan salidas inmediatas, lo que instaura, en el escenario del consumo de sustancias psicoactivas, una vinculación entre la ideación autolítica, el acto suicida y la farmacodependencia, elementos que se instalan en los códigos del lenguaje como mecanismos inadecuados de resolución de conflictos.

El riesgo suicida no es una condición exclusiva de las personas farmacodependientes, pues afecta a las personas de todas las situaciones sociales, etnia o condición psicológica, lo que delimita y particulariza la intervención psicosocial y psicoterapéutica. Las personas adictas a una SPA, presentan dificultades para la resolución de conflictos, baja tolerancia a la frustración, actitudes depresivas o ansiosas, además, de notables dificultades para dar sentido a la vida, factor que propicia una búsqueda insaciable de la cesación del dolor psicológico a través del consumo.

Muchos adictos acuden a la ingesta de SPA, a modo de paliativo existencial que ayude en la mitigación de conflictos personales o familiares, tomando en cuenta que, cuando la situación llega a ser extrema e impacta el sistema de valores del consumidor, esta persona puede llegar al suicidio como vía de apaciguamiento total de su estado tensional.

La valoración del riesgo de comportamientos e ideación suicida requiere preparación técnica y trabajo en equipos interdisciplinarios, aspectos que se constituyen en el marco referencial preciso para la detección temprana y la toma de medidas de intervención adecuadas. Quienes tienen mayor riesgo suicida no son solamente aquellas personas farmacodependientes, que no cuentan con redes sociales estables y que exhiben aislamiento, sino también, aquellas personas con dificultades importantes en la resignificación del amor propio y compartido, con falencias en su red de apoyo interno, problemas en su autoestima y un pobre auto-concepto.

El acto suicida es un drama de la mente, dirigido por el dolor psicológico que proviene de emociones negativas, que a su vez es reforzado por la necesidad inmediatista de bienestar, por esta razón, la salud como derecho fundamental para la conservación de la integridad del ser humano, debe garantizar la atención oportuna a las necesidades del paciente farmacodependiente y de su familia.

Las deficiencias en el autocuidado, la elección de un inadecuado estilo de vida, la presencia de familias conflictivas y disfuncionales, la falta de una pareja con quien compartir las preocupaciones y la recuperación, además de rasgos depresivos o maniacos en la estructura de la personalidad y un círculo social dependiente a las SPA, son factores coadyuvantes para que el adicto pueda considerarse un suicida en potencia.

Los cambios neuropsicológicos que se experimentan en la farmacodependencia y el dolor psicológico que genera la impotencia de no lograr abandonar el consumo, son detonantes potenciales de la conducta suicida, por lo que es imposible negar la vulnerabilidad de las personas con problemas de farmacodependencia. De suyo, es de vital importancia generar estrategias de atención e intervención oportuna, que tiendan a la prevención del consumo a nivel local, es decir, desde la familia, la escuela y todas las instituciones que velan por el bienestar social.

Es necesario consolidar, a nivel interinstitucional una red de apoyo profesional que propenda al análisis de los casos desde diferentes dimensiones científicas, enfocando su praxis operativa al restablecimiento de los canales de comunicación entre el adicto, su núcleo familiar y la comunidad, misma que lo sesga y excluye debido a su consumo.

El paciente farmacodependiente con riesgo suicida debe ser fortalecido en habilidades de resolución de conflictos, tolerancia a la crítica y a la frustración, auto concepto y auto referencia, proyección positiva a futuro y el control de los impulsos emergentes. La prevención del suicidio va desde la adecuación de mejores condiciones posibles para la educación de los niños, niñas y adolescentes, el tratamiento efectivo de los trastornos mentales asociados a la ingesta, hasta la vigilancia y control medioambiental de los factores de riesgo para su salud.

Referencias

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Citar:

Andrade, J. A. & Victoria, C. (2011, 08 de julio). Indicadores de riesgo suicida en pacientes en proceso de rehabilitación por consumo de sustancias psicoactivas en la Fundación Huellas, Armenia, Quindí­o en el año 2010. Revista PsicologiaCientifica.com, 13(11). Disponible en:
https://psicologiacientifica.com/riesgo-suicida-indicadores-consumo-sustancias-psicoactivas

2 comentarios en «Indicadores de riesgo suicida en pacientes rehabilitándose de sustancias psicoactivas»

  1. Bueno, soy estudiante de Primer semestre en Psicología, solo llevo una semana estudiando, pero la verdad por casos como estos y por estudios de esta magnitud es que me dan ganas de seguir en esta profesión!! Lo felicito!! La verdad este trabajo es excelente!! 😀

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