Impacto del divorcio en la salud mental de hombres: Enfrentando la depresión y estereotipos de género

Rocí­o Soria Trujano, Lizbeth Noemí­ Cielo Torres.
Universidad Nacional Autónoma de México. México D.F., México

Cynthia Zaira Vega Valero
Universidad Nacional Autónoma de México. México D.F., México

Resumen

Los estereotipos de género pueden tener efectos diferentes sobre la salud de hombres y mujeres, al enfrentarse a diferentes estresores. Sin embargo, en ambos géneros se pueden presentar sí­ntomas depresivos. Uno de los factores asociados a la depresión es el estado civil, siendo que los varones viudos o divorciados manifiestan mayor incidencia de este trastorno, debido a la ruptura familiar y al hecho de tener que enfrentar presiones económicas relacionadas con la manutención de sus hijos. En este sentido, es muy importante que los hombres divorciados cuenten con apoyo social para afrontar de la mejor manera la situación estresante por la que atraviesan. Así­, el presente trabajo tuvo como objetivo evaluar la incidencia de depresión y estrés, así­ como el apoyo social, en hombres divorciados. Se evaluaron 125 hombres divorciados, residentes de la ciudad de México y área Metropolitana, en cuanto a las tres variables de interés. Se utilizó el Inventario de Depresión de Beck, el Inventario índice de Estrés Cotidiano y una Escala de Conductas de Apoyo Social. Los datos indicaron que la mayorí­a de ellos mostró un nivel moderado de depresión, de estrés y de apoyo social. Se hace un análisis con base en perspectiva de género.

Palabras clave: Depresión, estrés, apoyo social, género.

Hay algunas investigaciones (Ciranowsky, Frank, Young & Shear, 2000; Gaytán, 1997; Matud, Guerrero y Matías, 2006; Sweeting & West, 2003) que indican que las mujeres tradicionalmente han sido diagnosticadas con mayor frecuencia con problemas de salud mental que los hombres; que son ellas las que presentan por ejemplo, más síntomas de depresión, los cuales pueden reportar a lo largo de toda su vida.

La Organización Mundial de la Salud (2005) indica que el género determina el control que tienen los hombres y las mujeres sobre los determinantes socioeconómicos de sus vidas y su salud mental; que hay diferencias de género en trastornos mentales como la depresión, predominando en las mujeres, lo que convierte a este síntoma en un serio problema de salud pública, esperándose que en el año 2020 la depresión sea la segunda causa de discapacidad mundial, siendo dos veces más común en el sexo femenino. Esta misma organización resalta el hecho de que la presión ejercida por las múltiples funciones que deben desempeñar las mujeres, la discriminación de género y los factores asociados con la pobreza, el hambre, la malnutrición, el exceso de trabajo, la violencia doméstica y los abusos sexuales, explican la deficiente salud mental de las mujeres.

Matud, Guerrero y Matías (2006) hacen hincapié en que la mujer tiene mayor vulnerabilidad a la depresión por su menor estatus social y menor poder, así como por la interiorización de las expectativas asociadas a los roles femeninos tradicionales; porque aprenden a ser indefensas y generan imágenes de sí mismas y expectativas negativas que limitan sus repertorios para afrontar las situaciones estresantes, todo ello apuntando a una escasa relevancia de factores biológicos como indicadores de las diferencias de género. Además, señalan que, aunque el matrimonio y la crianza y educación de los hijos implican más carga de trabajo para las mujeres que para los hombres y que ello tiene efectos sobre la salud psicológica de aquéllas, hay que reconocer los factores que se asocian con la doble carga de trabajo femenina: tipo y condiciones de trabajo, número de hijos, relación con el cónyuge y el reparto de carga doméstica.

García (2005) opina que los roles sociales asignados socialmente a los hombres y a las mujeres pueden repercutir de manera diferente en la salud de ambos géneros, los cuales se ven sometidos a fuentes de estrés diferentes tanto en el ámbito laboral como en el familiar, puesto que las mujeres pueden desempeñar tareas similares a las de los hombres en el campo de trabajo; sin embargo, además, deben cubrir responsabilidades maternales y hogareñas.

No obstante, no habrá que reducir importancia a los problemas de salud mental de los hombres. El hecho de que muchos de ellos muestren irritabilidad, problemas para conciliar el sueño, desinterés por el trabajo y/o actividades recreativas, no significa que se deba sólo a fatiga. Pueden tener problemas de salud debidos a altos niveles de estrés y presentar depresión. En algunos estudios (Bernal, Varas, Bonilla, Santos y Maldonado, 2006; Galletano, 2001) se han obtenido datos que indican que los hombres manifiestan depresión con desinterés sexual, incapacidad laboral, insomnio, menor funcionalidad, siendo que esta sintomatología apunta hacia externar sus conflictos, mientras que las mujeres presentan sintomatología con dirección interna: problemas psicosomáticos. Los hombres, por cuestiones culturales, tienden a hablar más sobre los síntomas físicos de su depresión como el sentirse cansados, en vez de hablar de aquellos relacionados con sus emociones.

Matud, Guerrero y Matías (2006) mencionan que los varones tienden a abusar del alcohol y de otras drogas cuando están deprimidos, negando que padecen este trastorno debido a que a ellos se les fomenta a no expresar sentimientos de vulnerabilidad, a requerir más reconocimiento social y a ser más competentes que las mujeres, así como a demostrar constantemente su virilidad. No obstante, esto no significa que no se depriman, lo que sucede es que experimentan, afrontan y expresan el malestar emocional de manera diferente a como lo hacen las mujeres. Este hecho puede explicar por qué las estadísticas muestran mayor incidencia de depresión en mujeres.

Sandín (2003) resalta la importancia de las amenazas de la sociedad moderna para la salud: competitividad laboral, el tránsito, el ruido, las relaciones de pareja, la educación de los hijos, etcétera. Todo ello afectando no sólo a las mujeres sino también a los hombres, pues, si el organismo es incapaz de controlar los estresores sociales y psicológicos, puede desarrollar alteraciones cardiovasculares, hipertensión, úlceras, dolores musculares, jaquecas, depresión, y otros problemas de salud.

Por otro lado, hay estudios (Berenzon, Tiburcio y Medina (2005); Clemente, Córdoba y Gimeno, 2003; Matud, Guerrero y Matías, 2006) que revelan que el estado civil es un factor importante para la presencia de sintomatología depresiva, pues se ha encontrado que los hombres solteros se deprimen más que los casados, y que los que no tienen hijos manifiestan más problemas emocionales que los que sí los tienen. Sin embargo, para el caso de los varones, una variable que tiene más efectos sobre su estado de ánimo es la de tipo económico: un bajo nivel socioeconómico afecta más a los varones que a las mujeres. A ellos les afectan mucho más los problemas económicos y laborales y a ellas los de tipo afectivo que implican relación con otras personas (muertes, enfermedades o sucesos adversos que les ocurren a individuos dentro de sus redes sociales).

El estado civil puede tener más ventajas para un género que para otro. Los hombres se benefician del matrimonio puesto que éste tiene un efecto protector, en el sentido de que son atendidos y por esta razón se ven muy afectados por un divorcio. En lo que respecta a las mujeres, este efecto protector no se percibe debido a que el matrimonio puede implicar una sobrecarga, sobre todo en aquellos hogares en los que hay problemas económicos y no se cuenta con la ayuda de alguna trabajadora doméstica y/o con aparatos electrodomésticos y con una persona que cuide a los hijos, todo lo cual puede ayudar a hacer menos pesadas las responsabilidades del hogar (Matud, Guerrero y Matías, 2006).

Berenzon, Tiburcio y Medina-Mora (2005) han reportado datos obtenidos con población mexicana (555 hombres y 600 mujeres) que señalan que se observó mayor incidencia de depresión en hombres viudos, separados o divorciados, que en los solteros y casados. En el caso de las mujeres, los datos indicaron que hubo mayor incidencia de depresión que en los hombres, si ellas eran separadas, divorciadas o viudas, afectándoles mucho la ruptura familiar. Los varones casados y los que nunca se habían casado no mostraron diferencias significativas. Sin embargo, en los solteros se encontraron tasas más bajas del trastorno que en las mujeres solteras y en éstas se observaron tasas más altas que en las mujeres casadas. En general, se confirmó que hay mayor incidencia de depresión entre las mujeres.

En el caso específico del divorcio, la ruptura familiar separa a los adultos y modifica la estructura de la familia. Muchas veces, esta ruptura no se lleva a cabo de manera pacífica y existe entonces un proceso que De la Cruz (2008) menciona como «alienador», por medio del cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos para no permitir un vínculo con el otro progenitor. El padre que es alejado de sus hijos en este proceso, presenta el Síndrome de Alienación Parental (SAP) que en casos de daño moderado le provoca sentimiento de desarraigo, soledad, frustración, angustia, irritabilidad, bajo rendimiento laboral, estrés y depresión. En los casos de daño grave, hay manifestaciones de marcada angustia, crisis de llanto, ideas suicidas, enojo, impotencia, inseguridad, desorientación, insomnio, trastornos físicos crónicos, bajo rendimiento laboral y depresión que puede llegar a ser severa.

Ahora bien, el impacto acumulativo de los sucesos estresantes tiene efectos sobre la salud de las personas, pero éstos dependerán de como perciba el individuo al evento estresor, de su capacidad para controlar la situación, de su preparación para afrontarla, y de la influencia de los patrones de conducta aprobados por la sociedad. Los individuos emplean diferentes habilidades, capacidades y recursos personales y sociales (familiares, amigos, etcétera) para afrontar las situaciones que los estresan (Lazarus y Folkman, 1986; Sandín, 2003) y el apoyo social adquiere importancia en esta tarea.

Sarason, Shearin, Pierce y Sarason (1987; citados en Gómez, Pérez y Vila, 2001) refieren que una relación de apoyo implica una relación de aceptación y amor en la que los individuos perciben que son valorados, que alguien se preocupa por su bienestar.

Gómez, Pérez y Vila (2001) resaltan la importancia de que los individuos estén integrados socialmente, de que perciban que son valorados y que podrán recibir ayuda en caso necesario. Mencionan que la disminución o ausencia de recursos de apoyo social se han vinculado con enfermedades, depresión y suicidio.

Hay datos que indican que el sentimiento de pertenencia a un grupo que tiene un individuo, le ayuda a disminuir la vulnerabilidad tanto física como psicológica, al estrés (Berkman, 1984; Berkman, 1995; Taylor y Repetti, 1997; citados en Gómez, Pérez y Vila, 2001).

El apoyo social puede ser un promotor de la salud tanto física como psicológica, siendo menor el riesgo de presentar sintomatología depresiva si se cuenta con relaciones familiares y sociales en general, que aporten apoyo.

Así surgió el interés por realizar el presente estudio cuyo objetivo fue evaluar la incidencia de depresión y estrés, así como el apoyo social, en hombres divorciados.

Método

Participantes

Se evaluaron a 125 hombres divorciados con hijos, empleados asalariados. La escolaridad mínima de ellos correspondió al nivel primaria. Todos residían en el Distrito Federal o Área Metropolitana de la ciudad de México. Se les contactó por vía de familiares, amistades y de relaciones vecinales, y su colaboración fue voluntaria.

Instrumentos

– Inventario de Beck (1983)

Consta de 21 ítems que evalúan síntomas cognoscitivos relacionados con estados depresivos. El participante evaluado elige la frase que se aproxime más a cómo se ha sentido durante las últimas semanas.

– Inventario Índice de Estrés Cotidiano

Este instrumento está formado por 58 enunciados con opciones de respuesta que van desde «no ha sucedido en las últimas 24 horas» hasta «me causó pánico». Este inventario fue evaluado anteriormente por Nava, Anguiano y Vega (2004) en un estudio de fiabilidad con Alfa de Cronbach de 0.9219; en el presente estudio se obtuvo la confiabilidad de 0.9754. El objetivo de este instrumento es evaluar el estrés que producen situaciones comunes. Se le pide al participante que lea cada enunciado y decida si le ha ocurrido dentro de las últimas 24 horas cada una de las situaciones en cuestión. Si le ha ocurrido, marca con una X qué tanto le molestó, mediante un número de una escala del 1 al 7.

– Escala de Conductas de Apoyo Social (The Social Support Behaviors Scale SS-B) (Vaux, Riedel & Stewart, 1987).

Se compone de 45 ítems repartidos en cinco modos de apoyo social: apoyo emocional, socialización, asistencia práctica, asistencia financiera y consejos/guía. Los ítems están orientados hacia la familia y los amigos de aquellos que la contestan y se centra en la disponibilidad de conductas de apoyo. En esta escala se obtuvo una confiabilidad de 0.8936 y fue traducida y adaptada por Nava, Vega y Toledo (trabajo inédito).

Para los tres instrumentos se obtuvieron tres rangos a partir de los cuartiles solicitados de los datos crudos. Esto permitió identificar a los individuos que presentaban diferentes niveles de estrés, depresión y apoyo social. El primer rango implica menor presencia de estrés, depresión o apoyo social; los individuos que por puntuación pertenecen a este rango forman parte del grupo de estrés bajo, situación similar a depresión y apoyo social. Se realizó la misma operación para los siguientes rangos de tal manera que para las tres variables de interés se formaron tres grupos (bajo, moderado, alto).

– Un cuestionario que incluía datos tales como: estado civil, escolaridad, ocupación, horario de trabajo, y aportación económica para la manutención de los hijos.

Escenario

Se evaluó a cada participante en su hogar o en su lugar de trabajo.

Procedimiento

Se aplicaron los instrumentos de manera individual. Se pidió a cada participante que leyera las instrucciones junto con la persona evaluadora y preguntara a ésta si existía alguna duda, de no ser así, se procedía a contestar los instrumentos.

Análisis de datos

Se empleó el programa SPSS versión 15 para realizar los análisis estadísticos.

– Prueba t de Student para determinar las posibles diferencias entre el nivel de estrés, el de depresión y el de apoyo social.

– Análisis de correlación de Pearson para evaluar la relación entre las variables de interés: depresión, estrés y apoyo social.

– Modelo de Regresión Lineal Múltiple para identificar si las variables de depresión y apoyo social estiman la presencia de estrés.

Resultados

Las características de la muestra revelaron que la mayoría de los hombres contaba con un nivel de escolaridad universitario y su horario de trabajo era de 8 a 12 horas al día (ver tablas 1 y 2).

Tabla  1
Muestra las frecuencias en cuanto a escolaridad

Tabla 2
Muestra las frecuencias en cuanto a horario de trabajo

En cuanto a estrés, se identificaron tres niveles (ver tabla 3).

Tabla  3
Muestra los niveles de estrés

En lo que respecta a depresión, también se encontraron tres niveles (ver tabla 4).

Tabla  4
Muestra los niveles de depresión

Para apoyo social, igualmente se encontraron tres niveles tanto para el familiar, el de amigos como para apreciación de apoyo en general (ver tablas 5, 6 y 7).

Tabla 5
Muestra los niveles de apoyo familiar

Tabla  6
Muestra los niveles de apoyo de amigos

Tabla  7
Muestra los niveles de apreciación de apoyo en general

En el presente estudio se pudo observar que en las tres variables estudiadas se detectaron frecuencias similares de participantes estresados a niveles bajo, moderado y alto, ocurriendo lo mismo para las variables de depresión y apoyo social.

Así, al examinar los datos descriptivos en cuanto a estrés, los hombres evaluados mostraron un nivel moderado. Los datos en cuanto a depresión indicaron que la media correspondió al nivel moderado. Además, en lo que respecta a apoyo las medias señalaron niveles también moderados (ver tabla 8).

Tabla 8
Muestra los descriptivos para la muestra analizada

Además, se realizó un análisis de correlación (Pearson) entre las variables de interés. Se pudo observar que sí hubo correlación entre estrés y depresión (r (125) = 0.561; p= .000), pues a más estrés también hubo más depresión. Asimismo, se encontró correlación entre estrés y apoyo social en general, siendo que a más estrés, hubo más apreciación de apoyo social (r (125) = .256; p= .004). Por otro lado, se observó una correlación de tipo negativo entre depresión y apoyo familiar (r (125) = -.370; p= .000), ya que a más depresión, se reportó menos apoyo familiar. La depresión igualmente correlacionó de manera negativa con apoyo de amigos, siendo que a más depresión, se recibía menos apoyo de este tipo (r (125) = -.264; p= .003. Finalmente, se puede decir que se obtuvo correlación entre depresión y apreciación de apoyo en general (r (125) = .424; p= .000) lo que significa que a más depresión hubo más apreciación de apoyo social en general.

Para identificar si se podían establecer pronósticos con base en las variables de interés, que pudieran explicar la presencia de estrés, se realizó un análisis de regresión lineal. Así, se observó que el modelo explica la variabilidad de los datos en un 36% (R2 = .363) siendo este porcentaje significativo (F (4,120) = 17.10; p < .001), identificándose que la depresión (t = 7.25) y el apoyo de amigos (t = 2.00) fueron las variables que posibilitaron la presencia de estrés.

Conclusiones

En el presente estudio se pudo observar que en las tres variables estudiadas, el nivel que caracterizó a los hombres divorciados fue el moderado.

Considerando la variable estrés, la gran mayoría de los participantes reportó jornadas laborales de ocho a doce horas al día. En este sentido, se esperaba que al permanecer en el trabajo tantas horas, los hombres mostraran un nivel alto de estrés, siendo que no fue así. La razón que expresaron para laborar más de doce horas fue la relacionada con la presión por obtener más ingresos económicos para poder cubrir las mensualidades legalmente estipuladas para la manutención de los hijos. Esta situación lleva a considerar otro aspecto que debiera evaluarse en un futuro estudio y que se relaciona con los ingresos económicos. Con base en ello, se podría establecer la hipótesis que indique que los hombres divorciados con niveles moderado o bajo de estrés reciben mejores salarios que aquellos que reportan un nivel alto, a pesar de que tengan que aportar parte de su sueldo para la manutención de los hijos. Habrá que analizar también el tipo de empleo que realizan los varones, ya que si éste implica niveles bajos de responsabilidad y presión, la tensión a la que ellos se someten no es tan alta y ello influye para que se manifieste menos estrés. Los hombres de este estudio expresaron que eran los principales proveedores económicos para el sustento de sus hijos, considerando que el padre, por ser hombre, está más obligado que la madre a cubrir la mayor parte de las necesidades de manutención de la familia, a pesar de un divorcio. Con ello se evidencian estereotipos de género.

En cuanto a depresión, habrá que considerar que los participantes fueron hombres divorciados por lo que resultaría interesante analizar la relación del padre con los hijos, de manera que se evalúe la presencia o no del proceso que De la Cruz (2008) llama «alienador», en el que se ve afectado el vínculo afectivo de aquéllos con el padre, situación que provoca depresión y estrés.

Todos los participantes reportaron sentirse muy presionados por la responsabilidad de aportar parte de su salario para la manutención de sus hijos (as), lo cual los estresaba y los afectaba emocionalmente. Habrá que recordar investigaciones tales como las de Berenzon, Tiburcio y Medina (2005); Clemente, Córdoba y Gimeno, (2003) y Matud, Guerrero y Matías (2006) en las que se indica que un factor importante para que los hombres se depriman es el económico. Una vez más se puede hacer referencia a la cultura de género, siendo que el masculino «debe ser» el principal proveedor.

Por otro lado, en cuanto a escolaridad, se puede decir que en la muestra habían frecuencias semejantes de hombres con estudios secundarios, de bachillerato y universitarios, y los niveles de estrés y depresión encontrados fueron moderados, lo cual no apoya lo observado por algunos autores (Emslie, Hunt & Macintyre, 1999; Emslie, 2002; Mirowsky, 1996; Walters, 2002; citados en Matud, 2006) quienes han señalado que a mayor nivel de estudios, menos presencia de sintomatología depresiva y de estrés.

Ahora bien, retomando la variable de apoyo social, se encontró que los niveles reportados para el de tipo familiar y para el recibido por amigos fueron moderados, asimismo, en cuanto a apreciación de apoyo social en general. En este sentido, se puede hablar de una cultura de género ya que los varones tradicionalmente son educados a no solicitar apoyo, a pesar de estar deprimidos y/o estresados. Esto puede relacionarse con lo que Bernal, Varas, Bonilla, Santos y Maldonado (2006) y Galletano (2002) ya han mencionado en cuanto a que los hombres tienden a expresar su depresión como cansancio y no como un problema emocional.

En cuanto a los análisis de correlación, los datos obtenidos mostraron relaciones significativas en cuanto a que a más estrés, los participantes manifestaban más depresión y más apreciación de apoyo en general. Hubo, además, una correlación negativa entre depresión y apoyo familiar, ya que a más depresión, se reportó menos apoyo familiar y de amigos. No obstante, a más depresión, los hombres divorciados expresaron más apreciación de apoyo social en general.

Una vez más, estos resultados pueden discutirse con base en el género. Tradicionalmente los varones son educados a proporcionar apoyo social, más que a recibirlo, de ahí que los hombres del presente estudio, mientras más estresados se sintieran menos apoyo recibían de los miembros de su familia y/o amigos. Además, mientras más deprimidos estuvieran estos hombres, señalaron que obtenían también menos apoyo familiar y de amigos.

Los datos también indicaron que la depresión y el apoyo de amigos fueron las variables que posibilitaron la presencia de estrés. La característica de hombres divorciados causaba a los participantes estrés en el sentido de que tenían que trabajar horas extras para obtener más ingresos económicos y así poder cubrir las demandas de manutención de los hijos, exigidas de manera legal. La situación de separación del padre y los hijos afectaba la condición emocional de los varones de la muestra; sin embargo, una vez más se puede decir que, por cuestiones de cultura de género, estos individuos se estresan, se deprimen, pero solicitan apoyo social de forma moderada.

Es frecuente encontrar en la investigación sobre género, estudios que evalúan la presencia de sintomatología depresiva y estrés; el presente trabajo incluyó el apoyo social, variable importante en situaciones de divorcio, el cual implica afectaciones emocionales y de tipo económico.

Finalmente, se puede decir que se sugiere llevar a cabo un estudio en el que se realicen comparaciones entre hombres y mujeres en cuanto a las variables de interés.

Referencias

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Bernal, G., Varas, N., Bonilla, J., Santos, A. y Maldonado, M. (2006). Depresión y género: Resultados iniciales de un estudio colaborativo en el Caribe sobre los estados de ánimo. Fundació Cátedra Iberoamericana. Obtenido el 22 de agosto de 2009 desde:http://bit.ly/NSQ1JB

Berenzon, S., Tiburcio, M. y Medina, M. E. (2005). Variables demográficas asociadas con la depresión: Diferencias entre hombres y mujeres que habitan en zonas urbanas de bajos ingresos. Salud Mental, 28, 6, 33-40.

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Galletano, T. (2001). ¿Qué puede haber detrás de una depresión? Madrid: Masson.

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Citar:

Soria, R., Cielo, L. N. & Vega, C. Z. (2010, 15 de marzo). Divorcio y salud en hombres. Análisis de género. Revista PsicologiaCientifica.com, 12(7). Disponible en:
https://psicologiacientifica.com/divorcio-salud-en-hombres

 

5 comentarios en «Impacto del divorcio en la salud mental de hombres: Enfrentando la depresión y estereotipos de género»

  1. Dra. Valero Reciba mis felicitaciones por tan interesante artículo. Leí con mucho interés su trabajo porque yo he centrado mi investigación en la salud y bienestar de la mujer con jefatura de familia que ocupando puestos de liderazgo en sus organizaciones. El enfoque de su estudio es muy pertinente y aporta al conocimiento sobre la salud emocional del hombre.

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  2. Desde ya es innegable que el presente trabajo no solo se agota en una serie de índices estadísticos y criterios calificativos; pues demuestra con criterio científico una parte de la realidad social, que permite, como bien menciona en su comentario Jorge Rivas el reparar en los resultados de lo expuesto por la autora en la individualidad de cada caso. Felicito a la misma y destaco las apreciaciones tan positivas realizadas por los distintos comentaristas.

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  3. Saludo Cordial. El artículo es supremamente interesante porque se estudia a la otra parte afectada al momento de romper legalmente una relación matrimonial, más aún teniendo en cuenta que por cultura (occidental) el varón es casi inafectable; mostrar al hombre como un ser «humano» con posibilidad de afectación, igualmente con el estudio se puede ir desmitificando la teoría que muestra al hombre como el verdugo y victimario; es interesante como a partir del estudio se aportan datos importantes que contribuyen al estudio de la salud mental. Muy interesante el artículo.

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  4. Un trabajo con datos bastante claros y relevante que a mí personalmente me sirven para trabajar terapia racional emotiva en hombres separados, enfocando estas creencias sobre la valoración y el género más remarcadas en la cultura latina.

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  5. El incremento en el número de divorcios en México va en aumento, es necesario circular esta información para que las personas que tengan este problema vean los riesgos a los que se pueden exponer por causa de este tipo de estrés.

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