Criminalidad y Psicología Forense: Perspectivas de Adler y Glasser

Angie Vázquez Rosado
Universidad Interamericana de Puerto Rico

Resumen

Alfred Adler y William Glasser, dos reconocidos teóricos de la Psicologí­a del siglo XX, se caracterizaron por coincidir con la corriente humanista de esta ciencia, y a través de ella formular postulados teóricos sobre las conductas criminales. A propósito del aumento de los í­ndices internacionales de criminalidad, se retoman las propuestas teóricas de Adler y Glasser sobre las explicaciones de la conducta criminal y los aspectos a tener cuenta por los psicólogos y otros investigadores con el fin de comprender esta amenaza mundial.

Palabras clave: criminalidad, Psicología Forense, Alfred Adler, William Glasser, conductas criminales.

Al comienzo de cada nuevo año se peticionan los mismos deseos y esperanzas del año anterior: que la violencia criminal disminuya en nuestra sociedad para que podamos contar con una vida más segura y feliz, libre del asecho criminal. Pero la realidad es otra. La criminalidad continúa en ascenso. La humanidad sigue en asecho de sí misma. Pareciera perderse entre las inmensas, escalofriantes y frías estadísticas del crimen cada vez más morboso, impúdico y frecuente. Multivariado y multicausal, complejo y creciente, no se puede menos que responder con algún grado de desesperanza cuando se observa que tantos seres humanos siguen siendo victimizados por estilos de vida donde la transgresión asecha intensa y despiadadamente.

¿Qué deben hacer los antropólogos, sociólogos, criminólogos y psicólogos? Una posible solución inmediata es trabajar en la creación de nuevos modelos criminológicos que puedan ayudar a comprender mejor las motivaciones de la comisión del delito, si es que los presentes modelos no están funcionando o han demostrado ser totalmente inútiles (premisa que aunque suena hipotética en realidad es afirmativa). De otra parte, tal vez no sea necesario saltar con prisa a crear nuevos modelos sin antes dar espacio para evaluar y rescatar los que ya se tienen hechos, pero que se ha optado por olvidar, ignorar o desechar.

Esta búsqueda, en cualquiera de las dos direcciones mencionadas, tiene que incluir el redescubrimiento de viejas, pero buenas ideas, que no se han maximizado y que, tal vez, se dejen al aire como proyectos inconclusos. El proyecto de rebuscar en el pasado es algo que debe realizarse concienzudamente y a propósito con nuevas miradas y actitudes. Esto es, mediante nuevas lecturas sobre los clásicos en donde se reconozcan, primero, las condiciones espacio-temporales de estos escritos, procediendo luego a un análisis desde la contemporaneidad que actualice e inserte los nuevos retos en las sociedades modernas y posmodernas.

Tales son las ideas de teóricos como Alfred Adler (1870-1937), psicoanalista austríaco neo-freudiano, conocido por su enfoque de la Psicología Individual y William Glasser (1925-), psiquiatra norteamericano, humanista creador de la Terapia de Realidad y la Terapia de la Elección. Muchos de los jóvenes estudiantes en Puerto Rico parecen no conocer ni estar familiarizados con las aportaciones sobre la criminalidad de estos dos teóricos que comparten, entre otras cosas, raíces judías. Esta amnesia o ignorancia, en gran medida, contribuyó a la decisión de la autora para realizar este ensayo.

Una mirada al fenómeno de la criminalidad desde una relectura de viejas ideas es requisito obligado del proceso investigativo activo y competente cuyo norte debe ser la apertura crítica, integradora y abarcadora ante los problemas científicos-sociales. En otras palabras, sería peligroso pensar que ya se sabe todo sobre criminalidad, o lo suficiente, cuando la realidad social demuestra otra cosa. Sería mejor andar de la mano con la actitud socrática de comprender que solo sabemos que no sabemos nada. Se coincide con la sabia advertencia de Adler sobre la necesidad de este tipo de actitud de apertura permanente:

«Si al oír la palabra criminal o neurosis de angustia o esquizofrenia cree que ha comprendido algo acerca del caso individual, entonces no solo arruinará todas sus posibilidades de una investigación personal, sino que jamás podrá verse ya libre de los malentendidos que surjan entre él y el enfermo en tratamiento».

Adler, 2000

Tanto Adler como Glasser realizaron observaciones psicológicas directas en dos ambientes a los que usualmente se le encuentran múltiples características compartidas: las cárceles y los hospitales mentales. Aunque en épocas, países y modelos psicológicos distintos, en ambos teóricos encontramos una sensibilidad humanista muy fuerte en su abordaje sobre la criminalidad y la locura. El humanismo es una de tres corrientes paradigmáticas dentro de la Psicología, y aunque siempre ha sido calibrada como la más débil de las tres, no por esto es de menor importancia en su precepto cardinal de mantenernos humanizando al ser humano. Adler ha sido considerado como precursor del humanismo en la Psicología Europea de principios del siglo XX (años treinta); en tanto, Glasser ha sido ubicado dentro de este movimiento desde el momento mismo en que se hizo famoso con sus controversiales planteamientos sobre la personalidad criminal en su obra Reality Therapy (Terapia de la Realidad) para finales de la década sesenta. Estas clasificaciones han sido hechas respecto a lo que los teóricos pudieron pensar de sí mismos y de sus ideas.

A ambos teóricos no les interesaba criminalizar sino comprender. La criminalización es un proceso marcado por lo jurídico-legal como punto de partida referencial. Se apoya en la reproducción social de estereotipos que culpabilizan al individuo, justificando el castigo casi como la única solución o respuesta de manejo al delincuente. La comprensión, en cambio, dirige hacia la observación en sus méritos, no a la estereotipificación sino hacia la descripción particularizante y contextualizada de la cual pueden surgir nuevas perspectivas, soluciones o enfoques. Comprender, escuchar, observar, etc., todas son destrezas y aptitudes básicas que caracterizan al investigador comprometido con el propósito de deshilar la realidad social, no para cosificarla sino para exponerla en su continuo proceso de cambio entre construcción, reproducción, deconstrucción y transformación.

Teoría adleriana sobre la criminalidad

Alfred Adler fue uno de los más prodigiosos, inteligentes e interesantes discípulos de Sigmund Freud cuando este organizaba y difundía su propuesta del psicoanálisis en Europa, considerada, en aquel entonces, como una teoría radical y controversial. Su apoyo, convencimiento y solidaridad con las ideas del maestro Freud lo llevaron a participar activamente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, fundada también por Freud. El apoyo de Adler fue muy positivo para que Freud avanzara en la difusión de su teoría y, sin duda, se identifica entre los más importantes recursos con los que Freud contó en su proyecto personal. Sin embargo, en 1911, Alfred Adler fue expulsado de esa sociedad por desavenencias intelectuales y personales que fueron surgiendo alrededor de algunos conceptos en la teoría psicoanalítica, disidencias que Freud no pareció tolerar bien de ninguno de sus allegados y que tampoco perdonó a Adler. Como respuesta, Adler formó la Sociedad Vienesa de la Psicología Individual, una organización desde la cual podía desarrollar su visión revisada y particular al modelo freudiano.

La diferencia esencial entre Adler y Freud radica, de forma sencilla, en cuanto al valor que se les da a las estructuras y niveles de actividad en la personalidad, así como a la fuente de motivación de la misma. Mientras Freud creía en el poder inmenso y determinante de los procesos inconscientes, Adler habría de dar mayor fuerza y posibilidades, al ego y la conciencia. Por esto, Adler es clasificado como un teórico neo-freudiano queriendo decir que aunque no abandonó las ideas fundamentales propuestas por Freud (por ejemplo, aceptando su esquema tipológico de la personalidad) revisó y modificó las relaciones entre el id, ego y superego, así como el juego de fuerzas entre la conciencia e inconsciencia.

Adler es uno de los primeros teóricos en plantear la capacidad de decisión consciente del yo y en postular la responsabilidad consciente de las decisiones. Para Adler, los procesos psíquicos conscientes ocurrían con más fuerza y frecuencia de lo que Freud planteaba. Creía que las personas podían tomar decisiones racionales y conscientes sobre los asuntos de sus vidas. Mientras Freud defendía que toda la conducta estaba fundamentalmente dirigida por las pulsiones del id a nivel inconsciente, juego de fuerzas donde el ego y la conciencia no eran sino árbitros reactivos de las demandas y vaivenes entre el id (las fuerzas primitivas) y el superego (la sociedad internalizada). La visión de Adler era de una personalidad compuesta, pero funcionalmente unitaria, muy similar al enfoque sistémico y hermenéutico que usamos a partir de la segunda mitad del siglo XX (pero que no existía para su época), en tanto que la opinión de Freud era una de conflicto y antagonismo entre las estructuras de la personalidad, ofreciendo una visión de un ser fragmentado y en inevitables crisis neuróticas.

Alfred Adler, además, otorgó gran importancia a los procesos sociales de la persona, rompiendo con el esquema intrapsíquico-mentalista de Freud, quien elaboró una teoría de desarrollo emocional y de la personalidad fundamentada en la maduración hereditaria mediante el paso por cinco etapas predeterminadas (oral, anal, edipal, latencia y genital). Probablemente influenciado por sus propias experiencias y enfermedades al crecer, Adler, sin negar el papel de la herencia, planteaba que el ser humano nace con un gran sentimiento de inferioridad que le motiva consciente e inconscientemente a luchar por su superación creando un sentimiento opuesto de superioridad, con el que puede levantarse de su inferioridad orgánica y psicológica. A nivel consciente, ese ser humano busca satisfacer los retos sociales como trabajo, amor y sexo, todos indicando la necesidad de buenas relaciones con otras personas. A esto, Adler le llamó el sentido de la comunidad (llamado originalmente Gemeinschaftsgefuhl que traducido libremente significa sentimiento comunitario) y lo estableció como una de las grandes necesidades conscientes de la persona individual para lograr un estilo de vida con salud mental.

El sentido de comunidad se desarrolla emocionalmente siempre con las otras personas (dimensión social). La dinámica evolutiva de este sentido se trabaja desde el yo con la madre, el padre, la familia, la comunidad, la nación y el mundo, en ese orden específico. De no lograrse apropiadamente, Adler indica que la persona puede enfermarse (neurósis) o convertirse en un criminal (delincuencia). En palabras propias de Adler y explicándolo desde la conducta en la niñez, «La sensación de que la vida les es hostil no falta nunca en estos individuos que exigen y esperan siempre, según ellos de manera justificada, la inmediata satisfacción de sus demandas. Aún más, este estado mental está estrechamente ligado a un sentimiento de frustración, que aguijonea continuamente la envidia, los celos, la avidez y la propensión a dominar a quienes escogen por víctimas» (Adler, 2000). El sentido de inferioridad, según Adler, es innato, pero a su vez es alimentado por la sociedad, como bien se desprende de sus propias afirmaciones cuando dijo:

«También la creciente civilización que nos rodea acusa idéntica tendencia a la seguridad y nos muestra al hombre en un continuo estado afectivo de sentimiento de inferioridad que estimula incesantemente su actividad para alcanzar una mayor seguridad» .

Adler, 2000

Dentro de esta gran fuerza de la influencia social, Adler enfatiza la importancia de las buenas relaciones con la escuela. «La mitad de los sujetos que llegan a cometer un delito son trabajadores sin una profesión determinada, que fracasaron ya en la escuela» (Adler, 2000) nos dice; una sorprendente similar afirmación que se hace continuamente hoy día, relacionando estadísticamente la deserción escolar con el aumento de riesgo hacia conductas criminales o transgresoras, y a su vez, un recordatorio de lo que Vygotski diría desde otro foro, en la Unión Soviética, en su teoría genética sociocultural sobre el valor de la escuela y el maestro como mediadores fundamentales para el desarrollo de la inteligencia y la conciencia.

Feist y Feist (2007) citan un estudio longitudinal realizado por Douglas Daugherty, Michael Murphy y Justin Paugh (2001) que comprueba la relación entre bajos niveles de interés social y la conducta delictiva. Aunque los investigadores diferencian entre dos tipos de delincuentes encontrados en las cárceles que estudiaron, los de bajo interés social y los de normal interés social, encontraron que los de bajo interés social, al ser puestos en libertad, tendían a reincidir con mayor frecuencia en tanto que los que mostraron buen nivel de interés social mostraron mejores tendencias adaptativas, reintegrándose a la sociedad (trabajo, familia, comunidad) y evitando caer de nuevo en las cárceles. El nivel de interés social fue obtenido, en este estudio, mediante resultados de la administración de la Escala de Interés Social de Sulliman, SSSI de 1973.

Un interesante y minucioso estudio sobre la criminalidad de los años setenta en Guadalajara, México (Jiménez, 2006), coincide con las características demográficas señaladas por Adler relacionadas con el efecto del fallido sentido de comunidad. Se encontró que la mayor parte de las personas encarceladas residían en áreas de pocos recursos y servicios, muchos de ellos provenían de otros Estados y estaban viviendo temporalmente (avecinados, migrantes) en Guadalajara con dificultades de integración comunitaria, y la mayor parte tenían muy baja escolaridad (el 48% no rebasaba la educación primaria, solo el 16% inició, pero no terminó, estudios de educación media básica, el 20% no tenía nada de escolaridad, y solo el 8% tenía licenciatura)

De otra parte, el Dr. Bernardo Kliksberg (2001) en su artículo titulado El crecimiento de la criminalidad en América Latina: Un tema urgente indica otra condición social, también señalada por Adler como un factor de predisposición a la criminalidad y al neuroticismo, referido a las condiciones de trabajo. Señala Kliksberg que

«.. se han elevado las tasas de desocupación abierta que hoy promedian el 11%. Los análisis del PREALC de la OIT (1999), subrayan que otro desarrollo muy preocupante es la degradación de la calidad de los trabajos disponibles. Cerca del 60% de la mano de obra activa trabaja hoy en el sector informal, la gran mayoría en tareas autogeneradas para sobrevivir, con pocas posibilidades de futuro, sin apoyo tecnológico ni crediticio. Como consecuencia de todo ello, la productividad de estas ocupaciones es de un cuarto a un tercio de la productividad de los puestos de trabajo en la economía formal. Los ingresos de los informales han tendido a reducirse. Ganan cada vez menos en poder adquisitivo, y trabajan más horas».

Resumiendo múltiples estudios realizados sobre las causas de la criminalidad, Kliksberg identifica tres factores generales que aumentan la incidencia criminal en América Latina:

  • La ociosidad por desocupación de la gente joven.
  • El deterioro y descomposición familiar.
  • La deserción escolar, de más de un 50% de los estudiantes, en escuela primaria.

Todos estos factores fueron identificados por Adler desde inicios del siglo XX en sus estudios sobre las causas de la criminalidad y el neuroticismo como factores predisposicionales negativos. Familia, trabajo y escuela son todos elementos importantes a trabajar si queremos prevenir un sentido de comunidad deficitiario.

En su libro, El sentido de la vida (1935/2000), Adler identificó algunas características específicas de la personalidad criminal, sugiriendo una tipología de la conducta desviada:

  • Muestran dificultades de tener amistades con todo el mundo limitándose a buscar solo a sus iguales.
  • Tienen un sentimiento de superioridad distorsionado que les lleva a pensarse como superiores a sus víctimas.
  • Distorsionan y exageran su criminalidad jactándose de cometer más crímenes de los que realmente han cometido.
  • Sienten que, en su superioridad, no serán atrapados en sus fechorías.
  • Usualmente, dan muestra de sus tendencias desde temprana edad.
  • Muestran carácter hostil.
  • Se muestran desapegados.
  • Sucumben fácilmente a la tentación.
  • Crece en medio de necesidades y escaseces, en una actitud, por así decirlo, de protesta contra la existencia, viendo a diario la buena vida que se dan no pocos de los que le rodean, y sin que nadie intente estimular su sentimiento de comunidad.
  • Pueden caer en la seducción de las adicciones o toxicomanías, a las que Adler llama, el vicio insuperable.
  • En sus infancias han sufrido múltiples formas de abandono.
  • Muestran timidez o propensión al aislamiento.
  • Muestran hipersensibilidad que les causa impaciencia, irritabilidad y síntomas nerviosos como angustia o depresión.
  • Muestran un fuerte deseo de dominar.
  • Pueden mostrarse con indecisión y desaliento.
  • Buscan aliviar o evadir sus responsabilidades.
  • Por ende, tienen un débil, deficiente o alterado sentido de comunidad.

Para Adler, de nuevo coincidiendo con la visión del ser humano nato, bueno que encuentran los teóricos humanistas, no existe el criminal innato, sino que es totalmente producto de sus deficiencias en el desarrollo de ese sentido de comunidad. O sea, la criminalidad es producto de la deficiencia social. En palabras de los mexicanos Laura Suarez y López Guazo, esta deficiencia puede conducir al fracaso que motiva a los «niños difíciles, neuróticos, psicópatas, suicidas y criminales; a las prostitutas, alcohólicos, pervertidos sexuales y demás componentes del lumpen proletariat, soslayando estos factores existentes también entre la burguesía, quienes requieren, para él [Adler], del interés social para su solución» (1) ¡Cuán interesante resulta este planteamiento donde la causa de la conducta desviada se establece como una de etiología social aunque el sufrimiento se encarna en la persona individual, y sobre todo, cuantas veces se deja de lado este esquema continuando con prácticas y actitudes de culpabilizar a la víctima, olvidando integrar el entorno o las concomitantes sociohistóricas de la persona en sus decisiones!

En síntesis, la causa de la criminalidad en Adler responde a tres postulados centrales de su teoría de la Psicología Individual: el sentimiento de inferioridad mal manejado, la necesidad de poder mal encausada, y al fallido o débil sentido de comunidad. El fracaso es una experiencia psicológica y social nefasta que produce estilos de vida nada saludables. Es inútil seguir trabajando con la persona aislada a su contexto sin ejecutar modelos de transformación social.

Teoría glasseriana sobre la criminalidad

Casi medio siglo después, William Glasser, psiquiatra norteamericano, publica su libro Reality Therapy (Terapia de la Realidad) en el que recoge sus observaciones realizadas en hospitales mentales y cárceles, encontrando similaridades entre una y otra, particularmente en las condiciones psicológicas de quienes allí son institucionalizados.

La principal característica del modelo glasseriano, y probablemente con la que más concuerda la autora de este ensayo, es que describe un modelo que enfatiza la responsabilidad consciente como corolario central a su teoría. A tal grado de importancia queda la responsabilidad en su modelo, que de su libro se desprende que el peor insulto que pueda darse, o el peor defecto que pueda tener una persona, es el de ser un irresponsable. El criminal es irresponsable. El loco es irresponsable. Glasser enfoca en la responsabilidad no solo como capacidad, sino como acción de transformación y control personal. La irresponsabilidad no constituye un diagnóstico clínico ni un delito legal, pero Glasser lo ofrece casi como un equivalente no-institucionalizado a estos en su primera obra.

Igual que Adler, el Dr. Glasser no pretende victimizar ni culpabilizar, sino identificar aquellos factores o elementos que promueven la conducta irresponsable, conducta que consecuentemente nos puede llevar a la locura o a la delincuencia; o sea, hacia la infelicidad, la desviación y el descontrol. Su original terapia de realidad se transformó paulatinamente en la terapia llamada del control y, eventualmente, fue titulada como terapia de la elección, tal y como se mantiene denominada al presente.

¿Por qué terapia de realidad? ¿A qué realidad se refiere el autor? La realidad social es una de relacionalidad entre individuo y sociedad en la que se satisfacen necesidades fundamentales humanas. Glasser nos describe a un ser humano con necesidades básicas innatas que tienen que ser satisfechas tanto en la dimensión social como en la personal. Si falta una de las dimensiones, habrá problemas. Las necesidades son expresadas en pares; esto es, la primera necesidad es amar y ser amados. La segunda necesidad se refiere al sentimiento de utilidad y valor: ser útiles (valiosos) con nosotros mismos y con los demás. No solo tienen que ser satisfechas ambas, sino que tienen que ser satisfechas, cada una, en las dos dimensiones, personal y social.

El ser humano es responsable de encontrar satisfacción apropiada de ambas necesidades y no puede considerarse víctima de nada ni de nadie si no asume esta responsabilidad, irrespectivo a sus condiciones de vida. Es responsable hasta de su deficiencia, asunto que ha resultado muy controversial, ya que contradice la política pública judicial-forense de irresponsabilizar victimizando al enfermo mental y al delincuente (por ejemplo, en las determinaciones de no-procesabilidad o en las justificaciones sociales). El trabajo educativo-terapéutico va dirigido a que la persona entienda y aprenda la importancia de asumir esta responsabilidad con su vida.

Estas necesidades serán debidamente satisfechas con personas clave o significativas (key-persons). Es posible que no existan estas personas claves en la vida de algunas personas, lo que llevará a Glasser a proponer que, cuando esto ocurra, los procesos de ayuda terapéutica y habilitadoras deben comenzar ofreciendo una figura clave temporal en lo que la persona consigue una persona real con quien manejar sus necesidades en el mundo social real. El consejero, el orientador, el carcelero, el terapeuta, todos son responsables de ofrecerse como sustituto clave en lo que el paciente o confinado tiene y crea condiciones para contar con una persona externa con quien satisfacer estas necesidades. El ser humano aprende a ser libre en la medida en que aprende a ejercer sus elecciones y asume la responsabilidad, y toma control, de buscar la persona clave en su vida con la que puede canalizar y satisfacer sus necesidades emocionales. Para Glasser, el hombre es responsable, así como perfectamente capaz, de escoger sus emociones, percepciones y acciones. La realidad humana es esa: la satisfacción de necesidades mediante el cumplimiento de la responsabilidad psicológica-social propia y con los demás. Una interesante cita reciente de Glasser a tales fines dice: «It is almost impossible for anyone, even the most ineffective among us, to continue to choose misery after becoming aware that it is a choice». (traducida libremente quiere decir: es casi imposible para cualquiera, incluso los más inefectivos, continuar escogiendo la miseria después de reconocerle como una elección).

En la actualidad, algunas escuelas (también hospitales y clínicas) aplican cuestionarios basados conceptualmente en la teoría glasseriana, para identificar riesgos entre estudiantes con el objetivo de prevenir deserción escolar y el consecuente riesgo de actividades criminales o problemáticas como conductas sexuales riesgosas y embarazos no-planificados, por ejemplo, mediante cuestionarios detectores de riesgo (risk detectors) por bajas puntuaciones académicas, expresiones de abandono de la escuela, falta de motivación hacia el logro, etc. Morales Morales (2004) realizó una investigación de tesis con el propósito conocer el efecto de una intervención de consejería grupal psicoeducativa en las actitudes, los conocimientos, la toma de decisiones, la comunicación y la autoestima relacionada con la sexualidad, en la identificación de metas personales, educativas y relacionadas con la espiritualidad en un grupo de adolescentes femeninas de una escuela intermedia del Distrito Escolar de Yabucoa, Región Educativa de Humacao, en la isla de Puerto Rico. Usó como marco teórico la Teoría de la Psicología Individual de Adler (1929), la Teoría de la Elección de Glasser (1998), así como conceptos sobre la adolescencia de la Teoría de Desarrollo Psicosocial de Erikson (1968) y de la Teoría de Desarrollo Cognoscitivo de Piaget (1973). En sus conclusiones, la autora identifica que la situación social de consejería grupal psicoeducativa ayudó a las participantes a percatarse de que no estaban listas para tener relaciones sexuales y a considerar la abstinencia como opción en este período de sus vidas. Un buen ejemplo demostrativo de un ejercicio racional de toma de decisiones, irrespectivo así estemos de acuerdo o no con las decisiones tomadas por la muestra.

Aunque Glasser identifica dos necesidades básicas en su primer libro, eventualmente abre el espectro de necesidades hacia otras. En total, se identifican otras necesidades emocionales: diversión (aprendizajes, entretenimiento, relajación, disfrute, humor), amor (pertenencia, cariño, relaciones, compenetración), poder (importancia, reconocimiento, prestigio, reputación, éxitos, competencia, logros), libertad y responsabilidad (elección, independencia, autonomía, elecciones, alternativas y opciones), y supervivencia (seguridad, tranquilidad, estabilidad, equilibrio).

Más allá de sus estudios en hospitales mentales y cárceles, Glasser enfocará su teoría en el análisis de las familias, escuelas y comunidades, de nuevo coincidiendo con los factores que Adler señalaba como las dimensiones en las que se reta nuestra salud mental. Para Glasser, nuestras vidas responden a las imágenes que construimos en la interioridad o subjetividad para representar lo que parece ser la realidad externa en la que se vive, lo cual está bajo nuestro control racional. Es modificable, activo y cambiante. En todas estas es importante lograr relaciones apropiadas con nuestro mundo social, familiar, escolar y comunitario. Aunque es criticable su sobre-énfasis en el control personal-individualizado, que a veces pareciera desconectarse del efecto de la interacción social dinámica y transformadora, creo que esta siguiente cita recoge y resume perfectamente su punto de vista sobre el control racional decisional en la persona: «Si quiere cambiar sus actitudes, comience con un cambio de conducta. En otras palabras, comience a jugar -de la mejor forma posible- el papel de la persona que quiere ser, la persona en la que quiere convertirse. Gradualmente, la persona antigua comenzará a desvanecerse».

Conclusiones

No es posible aplicar las teorías de Adler y Glasser tal y como fueron elaboradas en su momento de génesis. Ya que, simplemente, no se está en las mismas condiciones socio-históricas frente al desarrollo y giro que ha tomado la criminalidad, en sus múltiples manifestaciones en el mundo actual. No significa, sin embargo, que no se incorporen las aportaciones relevantes y vigentes que significan y codifican al humanismo como actitud y meta idónea en el manejo de la conducta criminal y en sus factores germinales.

Ambos teóricos, Adler y Glasser, coinciden en privilegiar varios elementos importantes que es necesario no olvidar ni descartar en cualquier proyecto criminológico. Sobresale su visión de la criminalidad como producto o consecuencia de relaciones y condiciones sociales inapropiadas que provienen de alguna forma de deficiencia social. Es interesante notar, y resumir, que Adler al igual que Glasser priorizan en las siguientes perspectivas en el abordaje sobre la criminalidad:

  1. La importancia de los procesos de la conciencia.
  2. El enfoque de responsabilidad.
  3. La importancia del proceso de toma de decisiones.
  4. El enfoque del humanismo.

Cualquier nuevo modelo creado, o cualquier viejo modelo revisado, debe mantener presente estas observaciones. El delito es etiológica, ontológica y epistemológicamente un producto social y un dispositivo cultural-histórico. Como tal, los procesos y condiciones sociales, no el individuo como unidad aislada, deben ser el objeto de trabajo de los profesionales de la conducta, si es que en realidad existe el interés de transformar las altamente criminalizadas sociedades en las que se vive actualmente. En tanto y cuanto la sociedad se dé por satisfecha con la acción individualizada del castigo personal no se habrá adelantado nada en la comprensión pero, sobre todo, en el compromiso con los cambios necesarios para la acción transformadora. Recordar las lecciones de Adler y Glasser no vienen nada mal en ese sentido.

______________________
(1) Cabe hacer la aclaración de que Adler no favorecía la creación de un prototipo del delincuente ni de una tipología como tal, pues él mismo advierte en el capítulo VIII de su libro El sentido de la Vida sobre el peligro conceptual que esta práctica acarrea

Referencias

Adler, Alfred. (2000). El sentido de la vida. Puede encontrarse esta obra completa en la Internet en la primera edición cibernética (2004) rescatada en

http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/sentido/indice.html

Feist, Jess y Feist, Gregory (2007). Teorías de la Personalidad. 6th Edition. McGraw Hill Companies. Inc.

Jiménez Alatorre, Martín. (2006). Crisis y criminalidad en la década de los setenta (Perfil de los criminales en Guadalajara). Rescatado en: http://bit.ly/KPFyLX

Kliksberg, B. (2001). El crecimiento de la criminalidad en América Latina: Un tema urgente. Rescatado en: http://www.iadb.org/Etica/Documentos/kli_creci.pdf

Maldonado, E y Alvárez, C. La criminalidad en el México de los años treinta. Rescatado en: http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/num9/a_criminalidad.htm

Mencías Pavón, Fabián. Los disidentes freudianos. Rescatado en: http://www.dlh.lahora.com.ec/paginas/judicial/PAGINAS/D.Ps.Juridica.31.html

Morales Morales, Justina. (2004). La efectividad de una intervención de consejería grupal psicoeducativa en las actitudes, conocimientos, toma de decisiones, la comunicación, y autoestima relacionada con la sexualidad, en la identificación de metas pesonales y educativas y en la espiritualidad de un grupo de estudiantes femeninas de una escuela intermedia en Puerto Rico. Thesis (Ed. D.)–Universidad Interamericana de Puerto Rico (Recinto Metropolitano), Programa Graduado de Educación. Colección Puertorriqueña. San Germán. 1 LB1027.5 .M673 2004.

Suarez, L y López-Suazo. Eugenesia, Salud Mental y Tipología Psicológica del Mexicano. Rescatado en: http://bit.ly/LmfRn8

Citar:

Vázquez, A. (2008, 17 de abril).Criminalidad y Psicologí­a Forense: Rescatando Ideas Adlerianas y Glasserianas. Revista PsicologiaCientifica.com, 10(18). Disponible en: https://psicologiacientifica.com/criminalidad-y-psicologia-forense-adler-glasser

3 comentarios en «Criminalidad y Psicología Forense: Perspectivas de Adler y Glasser»

  1. Excelente artículo sobre todo para aquellos que profesan la ciencia de la psicología y en los temas relacionados a la familia. Felicitaciones

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  2. Excelente escrito, al igual que otros anteriores. Le felicito y es un auténtico honor que ponga a Puerto Rico a los niveles intelectuales a los cuales podemos y tenemos el derecho de llegar.

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