Crianza de recién nacidos prematuros: Factores predisponentes al maltrato

Vanessa Jordán Beghelli
Fundación para el Desarrollo Humano y las Artes - Desarrollarte, Colombia

Resumen

En el presente texto, la crianza se ha considerado como un proceso de socialización en donde las figuras parentales juegan un papel importante en la manera como su hijo se convierte en un individuo que se convierte en parte de la sociedad. Se ha entendido dentro de la literatura cientí­fica que las caracterí­sticas de los niños nacidos prematuros actúan como son un factor de predisposición para la crianza orientada hacia el mal trato, lo cual repercute tanto en el presente como en el futuro del niño trayéndole como posibles consecuencias dificultades para su futura socialización. Es así­ como se trae a colación las diferentes caracterí­sticas tanto de los niños prematuros como de sus padres, concluyendo que para que el maltrato se origine deben existir condiciones especiales en la historia y personalidad de los padres, condiciones especí­ficas en las caracterí­sticas de ajuste y adaptación por parte del bebé recién nacido y condiciones sociales y culturales que promuevan dicho maltrato.

Palabras clave: crianza, socialización, niños prematuros, maltrato.


La socialización es el proceso por medio del cual los seres humanos se incorporan a la sociedad adquiriendo los diferentes valores, normas, creencias, formas de percibir la realidad, herramientas y lenguajes en interacción continua, activa, con el ambiente social y cultural en la que viven, posibilitándole al individuo durante todo su ciclo vital la constante construcción de la representación de su mundo y el desarrollo de su identidad personal y social (Aguirre, 2000).

De acuerdo con Berger y Luckemann (1986), la socialización primaria convierte al niño en miembro de la sociedad, sugiriendo que ésta suele ser la más importante para el individuo, ya que crea en la consciencia del niño la identificación con la sociedad. Cabe mencionar que en esta primera socialización son los adultos los que disponen de las reglas del juego de la construcción del primer mundo del individuo, base para la socialización secundaria y por tanto, la crianza o relación de cada individuo con sus figuras parentales y/o cuidadoras cobran gran importancia desde el inicio de sus vidas.

La crianza es el conjunto de prácticas que cumplen el objetivo socializador de los infantes, por medio de la cual los padres y la estructura familiar en general aseguran la supervivencia, protección y desarrollo físico, mental, emocional y psicosocial de sus hijos, dando respuesta a las necesidades cotidianas de éstos. Dichas prácticas a su vez están mediadas por la historia particular de los padres y/o cuidadores, por las características propias de los hijos tales como el temperamento, capacidad de ajuste y adaptación a nuevas situaciones, etc., y por la cultura y el contexto social, económico y político en el cual se desarrolla la familia, cuyos miembros son los que se encargan de juzgar el acatamiento efectivo o deficiente de la labor socializadora de los padres. Por lo tanto, se puede afirmar que no existe una sola forma correcta de crianza. (Myers, 1992).

Por otra parte, los seres humanos desde que nacen sufragan activamente las interacciones con sus padres y/o cuidadores. Así, los niños en su primer año de vida (en el cual están más cerca de la mortalidad), presentan constantemente la necesidad de ser atendidos, de alimentarse, de explorar el mundo, de estar sanos, protegidos y en contacto afectivo con sus figuras parentales, de sentirse complacidos ante la regulación de sus necesidades, entre otras necesidades. Generalmente, estos cuidados los provee la madre, quien es el adulto con el cual el bebé forma un vínculo y así, el nivel de apoyo que la madre reciba de su pareja, de su familia y de la sociedad es muy importante para el exitoso desarrollo de su rol materno. (Donohue-Colletta, N., 1992; Poehlmann, J., 2009).

Estudios sobre los bebés prematuros y su relación con sus padres, sugieren que el proceso de crianza puede ser más difícil para los padres de éstos, que para los padres de aquellos niños nacidos a término o con peso adecuado y que las relaciones padres-hijo tienden a terminar en un trato conflictivo propiciador del maltrato infantil, el cual puede traer como posibles consecuencias a la violencia intrafamiliar, la baja autoestima, las dificultades emocionales, los cuadros de depresión, la ansiedad, la angustia, los desórdenes de identidad, la baja tolerancia a la frustración, las dificultades de aprendizaje, las dificultades de interacción con los demás, el aumento de las probabilidades de convertirse en maltratadores, entre otras características que afectan la misma socialización del individuo. (Harmon, R. J., et al. 1982; UNICEF, 2004).

A continuación, se describirán las características de los bebés que se convierten en foco de maltrato, con relación a las reacciones de los padres ante el nacimiento de un bebé prematuro, las cuales según la teoría revisada contribuyen a la predisposición de éstos niños maltratados.

Bebés prematuros y sus padres

La prematuridad en los bebés usualmente ha sido concebida como una de las principales causas de mortalidad y morbilidad neonatal e infantil a nivel mundial, presentando así las más altas probabilidades de manifestar dificultades en su desarrollo físico, cognitivo, emocional, familiar y social a corto, mediano y largo plazo. Además, desde el punto de vista económico, el niño nacido prematuro representa un problema tanto por la larga y costosa hospitalización, como por la cuantiosa repercusión económica que ese alto índice de mortalidad infantil significa para la sociedad. (Althabe, F. y cols., 1999 & Jaramillo J. y cols., 2006).

Los bebés nacidos prematuros presentan durante el proceso de su desarrollo mayores problemas como consecuencia de afecciones congénitas, físicas y de su neurodesarrollo, problemas de aprendizaje, atraso escolar y, en muchos casos, pueden llegar a ser víctimas de maltrato infantil, como ya se ha mencionado con anterioridad (Murphy, 1985).

Dentro de los estudios revisados, los neonatos prematuros han sido percibidos como vulnerables, pequeños, con dificultades de salud y del desarrollo, entre la vida y la muerte, físicamente impresionantes, con tendencia a ser menos organizados, a comunicar sus necesidades de manera poco clara en comparación de los bebés nacidos a término y significativamente considerados más frágiles, los cuales implican cuidados especiales por parte de las madres, padres e incluso de la familia extensa, quienes muchas veces se ven forzados a trabajar más en los primeros meses de la vida del bebé para involucrarlo en el mundo de manera adecuada. (Macey, T., et al, 1987; Ortiz, J. y cols., 2006; y Salazar, A. y cols., 2007).

Dichos cuidados pueden ser valorados como agotadores por parte de los cuidadores y poco complacientes, pudiendo precipitar gran estrés dentro del sistema familiar, haciendo necesario que se desarrollen nuevas pautas de relación entre cónyuges, hermanos y/u otros miembros de la familia. Además, el temperamento del bebé, sus patrones de comportamiento y ritmos, pueden afectar el ajuste de la familia a las nuevas condiciones de vida y esta calidad de ajuste a su vez afectará al bebé, de tal manera que el nacimiento prematuro de éste, puede intensificar la tensión que normalmente ocurre dentro del entorno familiar, haciendo que el proceso de adaptación a la nueva vida sea más difícil. (Macey, T., et al, 1987; Ortiz, J. y cols., 2006; y Salazar, A. y cols., 2007).

Igualmente, se manifiesta que no es frecuente que una madre o pareja estén preparadas para dar a luz a un hijo que nace demasiado pronto o es muy pequeño para lo esperado. La realidad de un bebé que no se parece al que se había visualizado, más la incertidumbre creada en el proceso de gestación alrededor de la evolución del embarazo, pueden dificultar la aparición del vínculo afectivo entre los padres y el hijo, poniendo en riesgo la salud y vida del neonato. (Macey, T., et al, 1987).

También, se ha encontrado que los síntomas depresivos de las madres de los niños con muy bajo peso al nacer, son más frecuentes y prolongados que los que aparecen en las madres de los niños que nacen con mayor peso o a término, los cuales son manifestaciones que también dificultan el proceso de aceptación del nuevo miembro de la familia por parte de los padres, y esto probablemente repercutirá en la calidad de la evolución y desarrollo del niño. (Poehlmann, J., 2009).

Entre las manifestaciones de la madre, los padres o cuidadores que más aparecen de acuerdo con las circunstancias del nacimiento prematuro, se encuentra que estas pueden oscilar entre el deseo y el rechazo, sobre todo cuando los padres son adolescentes. Puede encontrarse también una tendencia de los padres hacia la sobreprotección dada la percepción de vulnerabilidad que éstos y/o los cuidadores suelen tener de sus hijos o, por el contrario, llevar a cabo una maternidad blanca (cuidados sin manifestación de afecto), dada las bajas expectativas de vida que se pueden tener alrededor del bebé. Igualmente, se ha encontrado que los padres tienden a resaltar lo positivo de su hijo y/o a minimizar o negar sus dificultades en el caso que el bebé sea acogido positivamente por sus padres o, por el contrario, sus cuidadores pueden tender a sobresaltar los defectos en el caso de rechazo hacia el pequeño. Pueden presentarse también duelos motivados por los estados de salud del bebé y en el caso de que la madre sea adolescente, a este duelo se le puede sumar los sentimientos que emergen de afrontar la realidad de convertirse en madres a temprana edad, lo que puede repercutir en algunas ocasiones en actitudes de rechazo y maltrato hacia el bebé, (Zelenco, 2000).

Igualmente, se ha observado mayor tendencia de separación entre los padres de bebés prematuros sobre todo cuando el hijo no evoluciona favorablemente, así como una mayor probabilidad de abandono del bebé, ya sea por negligencia o ausencia de cuidados directos. (Macey, T., et al, 1987; Winkler, M. y cols., 2005).

Finalmente, desde la perspectiva de las madres se ha encontrado que estas pueden tomar una postura de resignación al ver el acontecimiento de la inesperada gestación como un problema, presentando posiblemente reacciones de temor, ansiedad, estrés, depresión o inestabilidad emocional en general. (Poehlmann, J., 2009).

Niños prematuros blanco de maltrato infantil

Por su parte, la UNICEF (2004) plantea que entre las características individuales de los niños que se han convertido en blanco del maltrato, abandono y/o abuso, sea en el grupo familiar o en las instituciones sociales ejecutado por omisión, supresión o trasgresión de los derechos individuales y colectivos o incluye el abandono completo o parcial de éstas, se encuentran los niños nacidos prematuros o con bajo peso al nacer. Estos malos tratos pueden estar vinculados a la dificultad de establecer un vínculo afectivo adecuado, a la carga económica importante que éstos pueden suponer, a las características físicas del recién nacido, al sobre esfuerzo que implican sus cuidados, a la historia de malos tratos por parte de los cuidadores, a la historia de un embarazo no deseado, a la carencia de conocimiento sobre el cuidado de niños e ignorancia de las características del desarrollo de estos infantes y de sus necesidades.

Relación e interacción más que características individuales

Las afirmaciones de la UNICEF (2004) apoyan los hallazgos de Sullivan (2000) y Marks (2001), sobre las características de los niños propensos a ser maltratados, ya que los bebés nacidos prematuramente tienden a ser aversivos en su apariencia o forma, costosos en el tiempo y dinero, con vulnerabilidad a la discapacidad física o intelectual, con apariencia de ser socialmente insensibles, excepcionalmente dependientes, con dificultades para dominar su entorno físico y con un alto riesgo de ser descuidados y/o abandonados.

No obstante, es de aclarar que para que el maltrato se origine, no sólo los niños deben cumplir con ciertas características, sino que los padres también deben estar dispuestos a ser maltratadores y esto depende tanto de sus características personales, de las características de las circunstancias, de las características de la sociedad y de la cultura en la cual se han desarrollado. En este sentido, entre algunas de las características personales para que los padres lleguen a ser maltratadores se encuentran la manifestación de una incapacidad para prever la atención básica y aprovisionamiento de los hijos, contar con pocos o nulos recursos, tanto personales como materiales para llevar a cabo una crianza exitosa, presentar poco apoyo familiar y social con relación a la situación de ser padres, tener poco o nulo acceso a la información sobre el proceso aceptado socialmente de la crianza de sus hijos, haber sido maltratados por sus cuidadores, haber tenido una historia de apego inseguro con sus figuras parentales, presentar dificultades intelectuales y/o psiquiátricas y/o físicas y ser propensos a mostrar altos niveles de culpa (Bugental & Happaney, 2000).

Conclusión

Como se ha visto en las anteriores revisiones, pareciese que la preocupación por los estudios sobre el maltrato en bebés prematuros e infantes nacidos antes de tiempo se ha centrado en las características de las respuestas de riesgo de los niños, y en algunos casos en las condiciones predisponentes de los padres más que en las interacciones padres–hijos o en la calidad de sus relaciones en la cual convergen no sólo sus características personales, sino las sociales, contextuales, históricas, ambientales, económicas, políticas, entre otras, (las cuales determinan finalmente la calidad de éstas), desorientando posiblemente las acciones que se planteen para solucionar dichas dificultades y tal sea una de las razones por las cuales el Maltrato Infantil no está en vía de extinción.

Referencias

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Citar:

Jordán, V. (2015, 19 de junio). Recién nacidos prematuros y sus padres ¿La crianza destinada al maltrato?. Revista PsicologiaCientifica.com, 17(10). Disponible en: https://psicologiacientifica.com/recien-nacidos-prematuros-padres-maltrato

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