Factores psicosociales en el consumo de sustancias psicoactivas en universitarios

Jose Alonso Andrade Salazar, Laura Marcela Núñez Dí­az, Natalia Vanessa Vargas Carmona
Fundación de Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya -FUNDES-, Colombia

Resumen

Esta investigación tiene como objetivo describir las condiciones psicosociales que inducen a los estudiantes de la Fundación Universitaria Abraham Escudero Montoya -FUNDES-, al consumo de sustancias psicoactivas (blandas y duras). Es una investigación cuantitativa, descriptiva con un diseño descriptivo transversal que utilizó un cuestionario para indagar acerca de los factores asociados al consumo de sustancias. Algunos estudiantes universitarios en ocasiones se encuentran en escenarios donde las condiciones del ambiente favorecen o desfavorecen las situaciones de la vida cotidiana a nivel personal, familiar y académico, lo cual de alguna manera influye en los comportamientos que generan la búsqueda de alternativas, entre ellas el consumo de drogas lí­citas e ilí­citas. El estudio encontró que el 68% de los estudiantes consumí­an bebidas alcohólicas, seguidas por el cigarrillo (18%). El consumo de estas sustancias altera la calidad y la expectativa de vida de los estudiantes universitarios, deteriorando su rendimiento académico y la construcción de ví­nculos sociales sanos.

Palabras clave: Consumo de drogas, sustancias psicoactivas, factores de riesgo, psicologí­a, dependencia, drogas blandas, drogas duras.

El contacto de los seres humanos con sustancias psicoactivas es tan antiguo como la humanidad misma, ya que en gran medida ha intentado a través del usos de sustancias alterar sus sentidos y la percepción que tiene de su entorno; estas experiencias determinan su relación con otros a través de ritualidades, y «experiencias de transito», en las que priman el deseo de pasar de una etapa a otra en el plano natural o social, para lo cual se usan ritos de transición (Andrade, 2010). El consumo de sustancias, en este sentido, asume un carácter religioso que independientemente a su finalidad, altera el un bienestar físico, mental y social de sujeto cuando se consume en grandes cantidades, y aunque en dichos escenarios de ritualidad se generen factores de contención del consumo, los efectos a largo plazo para los consumidores pueden ser irreversibles (Hawkins & Weis, 1985). En la época antigua, la utilización de plantas psicoactivas como la adormidera o la mandrágora eran empleados, no solo con fines medicinales, sino también como drogas en los rituales y en las ceremonias religiosas. Estas plantas eran ofrecidas como ofrendas en un buen número de santuarios griegos, así como en objetos decorativos y ofrendas funerarias (Carod & Vázquez, 1998). El uso de estas drogas era para remedios medicinales y vehículos religiosos en las antiguas civilizaciones, para lograr un largo proceso de familiarización progresiva con estas sustancias, para que las primeras sociedades del Viejo Mundo alcanzaran un conocimiento tan preciso sobre sus efectos (Carod et al, 1998).

En América, el uso de las drogas con fines religiosos estaba extendido, ya que diversos pueblos amazónicos, como los aztecas, los mayas y los olmecas basaban sus ritos religiosos en el consumo de estas sustancias (Schultes & Hoffman, 1982). Las plantas que usaban eran el teonanácatl, un tipo de hongo psilocibio, el ololiuhqui, una trepadora, el peyote, una cactácea y la ayahuasca o yagé, una liana, todas ellas portadoras de alcaloides de gran efecto. Se usaban en rituales religiosos que generaban una relación visionaria y directa con sus dioses (Carod & Vázquez, 2001; Schultes & Hoffman,1982).Se debe tener en cuenta que la adolescencia comienza a partir de los doce años en adelante, la cual resulta ser un periodo crucial para el desarrollo de aptitudes y acciones direccionadas al consumo de sustancias psicoactivas (OPS, 2009). El consumo de alcohol en menores de edad se deben a varios factores: la familia, los amigos, los medios de comunicación, las normas culturales y la religión, así como las políticas gubernamentales. Se ha comprobado que la promoción de bebidas alcohólicas en los medios publicitarios influye en la decisión que toman los adolescentes para beber, y existe evidencia que demuestra que esta publicidad aumenta las probabilidades de que los adolescentes y jóvenes comiencen a beber, o aumenten su consumo de alcohol (Monroy, 1995). Las políticas gubernamentales pueden influir en estos patrones a través de diversas formas, inclusive mediante estrategias de fijación de precios, restringiendo el abastecimiento de bebidas alcohólicas y regulando de forma rigurosa la comercialización de bebidas alcohólicas (Loeber & Hay, 1997).

Cabe destacar el papel que juegan las familias en el consumo de bebidas alcohólicas en los menores de edad. La composición familiar y los niveles de ingreso y de violencia son algunas áreas asociadas al consumo del alcohol y el uso de sustancias en menores de edad, ya que los jóvenes desarrollan conductas perjudiciales por beber en exceso, problemas en sus relaciones sociales, accidentes viales y relaciones sexuales de alto riesgo que han sido referidas por ellos mismos (Hart, et al, 1995; Cumsille, 2007). Estas conductas poseen consecuencias para la salud y seguridad de los jóvenes, como daños al desarrollo cerebral, riesgo de lesiones y muerte y un mayor riesgo de participar en actos de violencia y de contraer enfermedades contagiosas (Knopik, et al, 2006). De acuerdo con Madrigal de León (2004), una sociedad que genere necesidades materiales y de consumo que ahonde en ellas aumentando la desigualdad social, y que, por otra parte, no provea ni los medios ni los caminos para que la mayoría de los jóvenes accedan a beneficios sociales, acorta su expectativa de vida y proyección a futuro, alterando los Respecto a los modelos explicativos valores, y el sentido de la reproducción familia. El adolescente ingresa en un escenario de interacción social en el que los cuestionamientos acerca de los roles, dinámicas de género y los modelos de identificación, tiene una importancia relevante para la estructuración de una personalidad sana o en su efecto con trastornos importantes (Meloy, Hempel, Mohandie, Shiva & Gray, 2001). En la familia esta re-significación implica que las emociones conductuales de los familiares se vean influidas por la percepción que tienen de los eventos (Beck, 1964).

En esta etapa, la mayoría de los adolescentes terminan sus estudios de bachillerato y comienzan una vida totalmente diferente en la universidad, ya que se incluyen a un mundo nuevo para ellos buscando nuevas experiencias y ser aceptados en los diferentes grupos que se encuentran a su alrededor, esto los hacen muy vulnerables ante las drogas licitas como son el alcohol que desde la consideración de los jóvenes, es la fuerza y el valor necesario para los primeros encuentros sexuales tan deseados y tan temidos; el tabaco, el café, los energizantes, las drogas ilícitas en las cuales encontramos la marihuana, los inhalantes, la cocaína, el bazuco, entre otras (Meloy et al, 2005; Knopik, et al, 2006). Para el ministerio de la Protección Social (MPS, 2007), el consumo de sustancias psicoactivas SPA no es un fenómeno que tenga un uso exclusivo de ciertos sectores sociales o de grupos de personas con edades específicas, o de condiciones socioeconómicas particulares, puesto que su influencia es multidireccional dicho esto, «grandes sectores de la sociedad encuentran en las ‘drogas’ un medio ‘funcional’ para afrontar situaciones difíciles de exclusión o de falta de oportunidades, también existe consumo en grupos perfectamente integrados a la sociedad y con plenas oportunidades» (MPS, 2007, p. 8)

Investigadores como McGue, Lacono & Kreuger (2006) consideran que los adolescentes con comportamientos problemáticos a los 15 años, tales como fumar, consumo de alcohol, uso de sustancias licitas, problemas legales y actividad sexual de riesgo, tienen en la vida adulta más probabilidades de presentar trastornos mentales relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas (SPA), trastorno de personalidad antisocial o trastorno depresivo mayor que actuarían como condiciones psicopatológicas precipitantes de la ideación y el acto suicida. Asimismo, los factores de riesgo suicida en la adolescencia implican la emergencia de un período del desarrollo de mucho estrés lleno de cambios en el cuerpo, cambios en las ideas y cambios en los sentimientos (Andrade, 2012). El intenso estrés, confusión, miedo e incertidumbre, la presión por el éxito, y la capacidad de pensar acerca de las cosas desde un nuevo punto de vista influye en las capacidades del adolescente para resolver problemas y tomar decisiones. En algunos adolescentes, los cambios normales del desarrollo, a veces acompañados por otros hechos o cambios en la familia como el divorcio o la mudanza a una nueva comunidad, cambios de amistades, dificultades en la escuela u otras pérdidas, pueden causar gran perturbación (Andrade, 2012, et al). Pérez (2004) entiende el suicidio como «un proceso que tiene su historia y que contrariamente a lo que se piensa, no ocurre por impulso, sino más bien como una decisión largamente pensada, analizada, desechada y retomada en múltiples ocasiones para poner fin a una vida, en la que el suicidio es un síntoma más, el último síntoma, de una existencia infeliz» (p. 2); en esta medida, las ideas suicidas son sólo una parte de todas las expresiones que se presentan en la «elaboración» de un acto.

El consumo de drogas, al igual que el abuso del alcohol y de otras sustancias psicoactivas, generan situaciones que aumentan el riesgo para la vida, tales como el suicidio (Garland y Zingler, 1991). En este sentido, el alcoholismo es considerado un buen predictor de riesgo de suicidio (Maris, 1992), ya que existe una amplia tasa de suicidio en los alcohólicos comparadas con la población normal (Lester, 1993). Las estadísticas muestran que los intentos y logros de suicidios en la población alcohólica están situadas entre el 6% y 30%, (Monràs, Marcos y Ramón, 1992). Al comparar los factores del aumento de riesgo de suicidio, se estima que el 15% de los individuos que padecían de alcoholismo murieron de suicidio. Chávez, Macías, Paletto & Ramírez. (2004) afirman que el factor más significativo del adolescente que intenta suicidarse es su incapacidad de elaborar y superar procesos de pérdida y duelo, de manera que prolonga frecuentemente sus sentimientos de frustración y dolor. Adicional a esto, existe una relación entre la incapacidad del joven para manejar las situaciones angustiantes y la tendencia al suicidio, y una preocupación excesiva con respecto al fracaso (Chávez, et al., 2004). De esta manera, la conducta autodestructiva puede ser vista como un mecanismo utilizado para manejar el estrés y las situaciones indeseables en la vida, aspecto que se encuentra ligado al consumo de sustancias psicoactivas como factor anexo de tipo paliativo.

De acuerdo con la OMS (2005), el consumo de sustancias se halla inversamente arraigado a las sociedades, y existen alrededor de 2.000 millones de personas que lo consumen, «la producción, el comercio y el consumo de alcohol debido al aumento de la oferta de bebidas alcohólicas y al mayor acceso a ellas, lo que ha inducido cambios en los hábitos de consumo en todo el planeta». Según Sojo (2012, citado por Andrade, Ciro & Gutiérrez, 2012), el consumo de alcohol en Colombia es un problema político y social de amplia visión, ya que ocupa el cuarto lugar a nivel de Latinoamérica y el Caribe, en cuanto consumo de alcohol; el estudio fue realizado por la FLACSO y en él se demuestra que el porcentaje de ingesta en Colombia es muy bajo (4,2%). En Latinoamérica seis (6) de cada diez (10) personas consumen, al menos una vez al año, alcohol, siendo así el consumo promedio de 6,3 litros anuales por persona, a diferencia de Europa cuyo consumo es de 13 litros; 9,8 en Canadá y 9,4 en Estados Unidos. Para el autor, la diferencia en los países se debe, en gran medida, a la agregación de la mujer en los estudios epidemiológicos, los cuales muestran que una (1) mujer por cada dos (2) hombres es consumidora; es importante mencionar que entre los factores que limitan los estudios sobre la epidemiología del consumo de alcohol, es «la escasa información de los tipos de bebidas, las cantidades consumidas y las formas de interacción a nivel de etnia, género o condición social, por lo que dichos datos se presentan como un reto en las investigaciones futuras» (Andrade, et al, 2012, p. 1).

Para el caso del consumo de SPA en el departamento del Tolima, un estudio realizado por la Secretaría de Salud del Tolima (SST) que cubre los años 2008 y 2009, indica que la situación es grave en municipios como Ibagué, Dolores, Fresno, Saldaña, Suárez, Mariquita, Alpujarra, Armero y Guayabal. En la prevalencia de consumo de cerveza, el primer lugar lo ocupa Purificación donde 62 de cada 100 menores entre los 7 y los 12 años han consumido alguna vez cerveza. Allí la población es de 3.200 menores y más de la mitad han probado alcohol. Así mismo, en el departamento del Tolima 3 de cada 100 menores (unos 93) han fumado cigarrillo y 2 de cada 100 (20) han consumido aguardiente. El municipio de Ambalema también vive este problema, allí 48 de cada 100 menores en el mismo rango de edades ya han consumido cerveza, por lo que se calcula que unos 500 menores la ha consumido alguna vez en su vida y en diversas cantidades. En el municipio de Dolores, Tolima, donde viven unos 1.200 niños entre 7 y 12 años, al menos 300 de ellos ha tenido una cerveza en sus manos (SST, 2008). Así mismo, unos 40 han consumido bazuco y marihuana y más de 100 han fumado cigarrillo. El municipio con más problemas por consumo de bazuco en niños de 7 a 12 años de edad es Carmen de Apicalá. El estudio arrojó que al menos 32 niños han consumido esa sustancia. Igualmente, unos 12 han hecho lo mismo con la marihuana y que unos 200 ya fuman cigarrillos al parecer a escondidas de los padres de familia.

El consumo está marcado en la sociedad por la negación y el estigma anudado a la inestabilidad de la personalidad, a la presión de los pares, el inadecuado manejo de información de los medios de comunicación, de su entorno personal, familiar y social (Bermúdez, 2006). De acuerdo a lo expuesto, el consumo de sustancias psicoactivas se constituye en una epidemia innegable, ya que se extiende en el espacio y el tiempo de las comunidades y no discrimina sexo, edad, religión o condición social y económico; es un problema de salud pública que afecta a las personas a nivel individual, familiar, social y ambiental, y como tal torna elevadamente vulnerables a personas y colectivos sociales bajo condiciones de inequidad social, exclusión, depresión, y deprivación social entre otros aspectos, al consumo de las sustancias psicoactivas (OMS, 2005; OPS, 2009; Sojo, 2012).

Hoy en día a nivel mundial, el número de adolescentes que consumen drogas lícitas e ilícitas, está aumentando y más grave es que la edad de inicio es cada vez menor y la cantidad de consumo de sustancias psicoactivas es cada vez mayor (OMS, 2005). Cabe mencionar que en la cotidianidad educativa de manera frecuente, una cantidad importante de estudiantes universitarios ingresan a las clases bajo la influencia de bebidas alcohólicas, con olor a cigarrillo o con indicios físicos de haber consumido (Estudio Nacional de consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia -ENCSPA-, 2008). A finales del año 2008, la Dirección Nacional De Estupefacientes (DNE) y el Ministerio de la Protección Social (MPS), en asocio con UNODC y la CICAD/OEA [Comisión interamericana para el control del abuso de drogas] realizaron el tercer estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en Colombia. De acuerdo con los resultados del estudio, cerca de la mitad de la población colombiana utiliza frecuentemente sustancias legales como el cigarrillo y el alcohol, y no menos de la quinta parte se encuentra en situación de riesgo o con problemas asociados al abuso. De otro lado, alrededor del 10% de la población ha usado sustancias ilícitas alguna vez en la vida, y casi el 3% (que representa aproximadamente 540.000 personas), lo hicieron en el último año (ENCSPA, 2008).

Es importante mencionar que uno de los modelos explicativos del consumo de sustancias psicoactivas, que más se acerca a la realidad de la población investigada, es el modelo socio-estructural (Abel, 1999; Erben, Franzkowiak & Wenzel, 1992), el cual indica que el consumo de drogas forma parte de los estilos de vida de una persona y éstos, a su vez, están íntimamente vinculados a los estilos de vida de sus grupos de referencia. El consumo de diferentes drogas variará en grupos sociales distintos en función del sexo, la edad, la profesión, el grado de educación, el lugar de residencia o de procedencia y el momento histórico, entre otros factores. Según Pastor y López-Latorre (1993), las dinámicas de funcionamiento grupal determinan el papel que debe desempeñar cada persona, los patrones y pautas de comportamiento que tienen que ajustarse dicho esto, en esta perspectiva las personas se encontrarían en riesgo de acuerdo a la posición relativa que ocupa en los diferentes grupos de referencia, lo cual implica que el sujeto quede vinculado a su entorno y a la realidad social en la que vive y desarrolla su actividad. La interpretación socio estructural aporta una visión de profundidad a la problemática de las drogas, ya que toma en consideración la vinculación de la conducta de consumo a factores supraindividuales y no sólo de índole económica (Pastor, et al, 1993).

Respecto a los modelos explicativos del consumo de SPA de acuerdo a Pons (2007), la interpretación socio estructural resulta permite la consideración de factores que van más allá de los rasgos individuales: La concepción del ser humano como un ser social, es sometido a determinadas influencias de su ambiente sociocultural. Dicho esto, la descripción de las diferentes pautas de consumo de distintas sustancias en diversas sociedades y grupos sociales a partir de los métodos de investigación que aportan las ciencias sociales, además de la visión de la problemática de las drogas como un fenómeno social y grupal, y no sólo como un problema individual (OPS, 2009). Otro de los modelos explicativos en el consumo de sustancias psicoactivas es el Modelo de Desarrollo Social: Hawkins, Catalano y Miller (1992). Este modelo incorpora planteamientos de otras teorías. La teoría del control social, aprendizaje social y asociación diferencial son «fuentes» de las que el modelo recoge hipótesis y mecanismos. Los exponentes del modelo intentan explícitamente organizar la evidencia disponible en torno a los factores de riesgo y a los factores de protección de la conducta desviada en relación al consumo de SPA, por lo que pretende ser un esquema explicativo de diferentes tipos de conducta problemática, ubicando el foco de atención en el proceso de socialización. Uno de los puntos de partida de Hawkins, Catalano y Miller (1992) es que la conducta pro social y la conducta problema se originan a través de los mismos procesos, ambos tipos de conducta dependerán de los vínculos que se establezcan con los entornos de socialización.

Análogamente se encuentra el Modelo Integrador de Elliot, Huizinga y Ageton (1985), en el que se desarrolló un modelo que integra diversas tradiciones teóricas para explicar la desviación social. Por una parte, Elliott (1985) asume planteamientos de la teoría de la «tensión» estructural, siendo éste uno de los marcos explicativos más difundidos en el ámbito de la conducta desviada; su eje central es la disparidad entre las metas y los medios de que dispone para conseguirlas. En segundo lugar, el modelo de Elliott incorpora planteamientos de las teorías del control social (Hirschi, 1969), de acuerdo con estas teorías, la conducta problema aparece cuando no existe una vinculación estrecha con la sociedad convencional; si el sujeto no se «apega» a instituciones convencionales y no asimila sus valores, tenderá a transgredir las normas. Este modelo señala tres factores importantes: Primeramente la «tensión» entre metas y medios; esta tensión puede vivirse en la familia y en la escuela; por ejemplo, si el adolescente carece de oportunidades para lograr sus metas una adecuada relación con los padres o para lograr éxito académico (dos metas personales frecuentes), su vinculación a estos contextos será débil. En segundo lugar, la desorganización social también debilita los vínculos convencionales; si el sujeto pertenece a vecindarios conflictivos, con escasos lazos comunitarios y dificultad es socioeconómica, se implicará escasamente con las instituciones convencionales. Finalmente la socialización por parte de la familia o de la escuela también será determinante de la falta de apego o la adherencia a estos ambientes ya que a menudo los padres o la escuela no despliegan prácticas socializadoras adecuadas, con lo cual difícilmente se establecerán fuertes vínculos convencionales.

Método

Diseño

Esta es una investigación cuantitativa, descriptiva con un diseño descriptivo transversal. Para Sampieri (2003), el enfoque cuantitativo utiliza la recolección y el análisis de datos para contestar preguntas de investigación y probar hipótesis establecidas previamente, y confía en la medición numérica, el conteo y frecuentemente en el uso de la estadística para establecer con exactitud patrones de comportamiento en una población determinada, la cual para este estudio son los estudiantes de la Fundación de estudios superiores monseñor Abraham Escudero Montoya.

Participantes

Los participantes de la investigación fueron 100 estudiantes activos de la Fundación de estudios superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya, sede Espinal de la Facultad de psicología, pedagogía e ingeniería.

Instrumentos

El instrumento utilizado fue el Cuestionario sobre las razones psicosociales asociadas al consumo de drogas blandas y duras en estudiantes universitarios, este instrumento se diseñó en la Fundación Universitaria Abraham Escudero Montoya, con la ayuda del asesor José Alonso Andrade Salazar. Dicho cuestionario incluyó los siguientes datos de caracterización: sexo, edad, religión, tipo de familia; asimismo, en relación al consumo de SPA tomó en cuenta el tipo de sustancias consumidas, la temporalidad del consumo, las causas psicológicas asociadas al mismo, y las causas sociales vinculadas. Se debe anotar que el cuestionario tuvo como base la ficha epidemiológica VESPA.

Procedimiento

El trabajo investigativo de dividió en cuatro fases: diseño, aplicación de instrumentos, análisis de resultados y de documentos, elaboración de informe final y socialización de resultados. Para garantizar la máxima representatividad de la muestra, se estableció contacto personal con los estudiantes que pertenecían a los programas de la Institución salón por salón. Luego se explicaron los objetivos y la finalidad del trabajo, se firmó el consentimiento y se procedió a la aplicación de la encuesta. Se proporcionaron a los sujetos instrucciones genéricas acerca de la investigación, se explicó que su participación era voluntaria y se les garantizó el anonimato y la confidencialidad de los resultados. Una vez recogidos los datos, éstos se analizaron estadísticamente.

Resultados

Los resultados de la ficha de caracterización indican que la muestras estuvo compuesta por hombres (50%) y mujeres (50%) cuyas edades oscilaban entre los 16-18 años (25%), 19-25 (47%), 26-30 (18%), 31-35 (9%), y 36-40(1%), de religión católica (94%), cristiana (2%), y otras (4%) como ateo. Respecto al tipo de familia prevalece la nuclear (79%), seguida por la extensa (18%), y la extensa compuesta (3%). El 56% de la muestra no trabaja, mientras el 44% restante ejerce alguna actividad laboral. Su estado civil es soltero (83%), casado (4%), y en estado de unión libre (13%). El 100% de la muestra cursa el pregrado. Y participaron de la facultad de psicología (53%), pedagogía (33%) e ingeniería (14%). Respecto al tipo de sustancias psicoactivas consumidas se encuentra el cigarrillo (18%), bebidas alcohólicas (68%), pastillas para dormir sin receta médica (benzodiacepinas) (2%), marihuana (2%), cocaína (1%), sustancias alucinógenas (1%) , inhalantes (1%), otras (1%), y ninguna sustancia psicoactiva en el 31% de los casos. La comparación por género presentó valores equivalentes en el consumo de las SPA.

Con relación a la temporalidad del consumo, los participantes indicaron que, regularmente, las sustancias psicoactivas se consumen todos los fines de semana (36%), después de los parciales (14%), en ocasiones especiales de «forma recreativa» (19%), el 32% afirma no consumir sustancias psicoactivas. En cuanto a las causas psicológicas asociadas al consumo, el estudio encontró que el 52% no asocia ninguna causa en las necesidades de escapar de tensiones sociales, familiares, académicas (22%), crisis familiares (18%), por depresión (superar la frustración) (10%), problemas de autoestima (2%), descontento con la vida (2%), problemas psicológicos (desajustes emocionales, intelectuales o sociales) (1%), ausencia de proyecto de vida (1%), disminución de la inhibición (1%), otros (1%). Asimismo, en las causas sociales asociadas al consumo, el 51% no asocia ninguna causa, en el ambiente socialmente desfavorable que incita al consumo de SPA (16%), también con una necesidad frecuente de mostrar independencia (16%), por ganar estatus ante el resto (familia y amigos) (10%), la búsqueda de experiencias nuevas, satisfactorias, nuevas emociones o peligrosas (8%), necesidad de consumir para pertenecer o participar en grupo (presión de los pares) (5%), deficiente información de los peligros asociados al consumo de SPA (3%), y por satisfacer la curiosidad sobre los efectos de determinados productos (2%).

En «otras circunstancias asociadas al consumo» se encontró que la sustancia está disponible y de fácil acceso (43%), no existen programas preventivos en la institución educativa (24%), al consumirla libero mis tensiones académicas y me siento satisfecho (17%), existe una amplia aceptación social del consumo (17%), en mi familia, el consumo de esta sustancia es normal (3%), al consumir expreso el rechazo a la sociedad a la que vivo (2%) , otros (1%).

Discusión

El objetivo general de esta investigación fue describir las razones psicosociales asociadas al consumo de drogas blandas y duras en estudiantes de la Fundación Universitaria de Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya «FUNDES». En el estudio se trató de estimar la prevalencia del consumo de las distintas sustancias, conocer los patrones, las características más importantes de los consumidores e identificar los factores asociados al uso de drogas en esta población. Sin lugar a dudas, se puede afirmar que el alcohol se sitúa a la cabeza de las sustancias más consumidas por los estudiantes, seguida por el cigarrillo (Pérez, 2004), estos resultados son análogos a varias investigaciones realizadas con estudiantes de secundaria y en pregrado (ODA, 2006; Acero, 2009; Camacho, 2008; Jiménez, et al., 2009; Mendoza, 2011; SEDRONAR & OAD, 2011). Esto puede estar relacionado en los estudiantes de FUNDES con la facilidad de acceso a las sustancias, la cultura del consumo de alcohol, el tiempo de inversión en su consumo, el grado de adherencia del grupo de pares y las necesidades psicosociales asociadas a la participación en grupos (OMS, 2005; Sojo, 2012; Nadal, 2007; Cumsille, 2007; Andrade, 2010).

En los adolescentes universitarios se tiende a naturalizar el consumo de sustancias psicoactivas, especialmente de las depresoras o de aquellas provenientes de bases naturales (Goldstein, 1995; Wise & Bozarth, 1987), dicho elemento actúa a modo de esquema conductual operante con el que los adictos justifican a menudo la «naturalidad» del consumo mismo, en este sentido para los consumidores las acciones están mediatizadas por cogniciones de deforman el sentido de daño asociado al uso de SPA (Restrepo, 2006); cabe mencionar que dicho elementos pueden resultar importantes en el estudio del comportamiento de consumo de SPA en los estudiantes de FUNDES y son parte de los indicadores de riesgo frente al consumo de drogas blandas y duras. La ingesta puede guardar relación con problemas intrafamiliares o con la comunidad asociados a la inapropiada adjudicación de roles, estilos de crianza disfuncional y transformaciones en las reglas del hogar, entre otros aspectos (Restrepo, 2006; OAD, 2006). En FUNDES, el uso de las sustancias como la cocaína o los alucinógenos no son representativamente elevadas, lo cual no disminuye el riesgo de su consumo posterior. Respecto a los inhalantes, algunos manifiestan haberlos consumido en el pasado, aunque en la actualidad ninguno de los entrevistados afirmó tener recaídas.

Los resultados del estudio señalan un elevado consumo de drogas blandas en los jóvenes de la Fundación Universitaria de estudios superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya FUNDES, en las siguientes sustancias: el alcohol, y el cigarrillo, aspecto muy asociado a factores socioculturales derivados de la ubicación geográfica, las tradiciones y la fácil accesibilidad a las SPA (OAD, 2006; Mora, 2012; SST, 2008; 2009). Respecto a la droga más consumida por los universitarios, el alcohol se constituye en la principal fuente de medición e intercambio social, pues al ser una sustancia de consumo considerablemente extendido y con escasos controles por parte de sus expendedores, tiende a convertirse en un instrumento de «tránsito» que en el imaginario colectivo genera la idea de ser necesario y facilitador de los procesos de socialización secundaria en los estudiantes (Camacho, 2008, Andrade, 2010). Asimismo, teniendo en cuenta que los estudiantes universitarios poseen unos conocimientos adecuados acerca del consumo de sustancias blandas y duras, y sin que ello se constituya en un juicio de valor, puede considerarse que las conductas de consumo no se deben a la desinformación sino a la elección derivada de la presión de los grupos de pares, la influencia social de los medios de comunicación, y a aspectos socioculturales arraigados a su sistema de representación.

Igualmente, se debe analizar la frecuencia elevada de consumo (sobre todo en el caso del alcohol), la cual se produce durante los fines de semana, en espacios claramente determinados para dichos fines (tiendas, esquinas discotecas, etc.), abundantes en sector aledaño a la universidad al igual que en el municipio de El Espinal. De acuerdo a la Investigación sobre Consumo de drogas en estudiantes universitarios de primer curso, realizada por Jiménez-Muro, Beamonte, Marqueta, Gallardo & Nerin de la Puerta (2009), el inicio de consumo de sustancias psicoactivas produce típicamente en los primeros años de la adolescencia, este elemento sirve de contraste con la población investigada y permite un avance en el tema de la prevención desde el colegio y en los primeros años de ingreso a la universidad. En gran medida son los problemas familiares, socioeconómicos, cognitivos y emocionales de los adolescentes los que los tornan proclives a consumir sustancias psicoactivas, especialmente aquellas que el grupo de pares consume y que otorgan cierta noción de estatus y reconocimiento interno y externo a la persona y al grupo (Hawkins, Catalano, & Miller, 1992; DNE & MPS, 2008; CNDD, 2009); de tal forma, muchas de las experiencias de consumo guardan relación con la necesidad de pertenencia y aceptación en un grupo, condición que a menudo se prolonga en los años universitarios y se convierte en un punto de anclaje en el consumo, abuso y dependencia a las SPA (Andrade, 2010; Mendoza, 2011; Andrade y col., 2012).

Es importante mencionar que cuando los padres de los estudiantes fuman o consumen cualquier tipo de sustancia psicoactiva, abren las puertas para que sus hijos también lo hagan, lo cual se convierte en un factor de riesgo intrafamiliar que se extiende a otros ámbitos en los cuales el sujeto interactúa (Ajzen & Fishbein, 1980; Pérez, 1994; Mora, 2012). Un hecho importante tiene que ver con que las conductas de consumo se llevan a cabo preferentemente en el tiempo de ocio de los jóvenes y adolescentes, escenario en el que definen su interacción con el grupo de pares (Mendoza, 2011; Lorenzo, Ladero, Leza & Lizasoain, 2009). Para los estudiantes de FUNDEES el hecho de «compartir» a través de la ingesta de alcohol tiene que ver también con el proceso de modelado de sus padres en la fase de repetición de la conducta aprendida, la misma que es reforzada por elementos de marketing (deportivo, social, mercado, etc.), la capacidad de acceso a las SPA y el deseo de utilizarlas como mediadoras entre personas, instituciones y comunidades, reflejando con ello notables deficiencias en la capacidad de estructurar un dialogo constructivo (sin SPA), que fomente la interacción e inclusión social de la diferencia (Andrade, 2010, 2012; Lorenzo, et al., 2009). Dicho así, el consumo de drogas refleja de forma análoga las deficiencias de la comunidad para sostener efectivamente a sus miembros, de protegerlos y separar los de los focos de consumo, además de un déficit en las relaciones sociales de los jóvenes.

Las actitudes de los amigos y su consumo de drogas también parecen ser coherentes con la tipología de empleo en la que se encuadra el estudiante, lo anterior indica que un grupo control reproductor de factores protectores (familia, docentes, consejero, psicólogos, amigos) puede ejercer una elevada influencia de cambio en el sujeto consumidor, cuando positivamente reproduce elementos funcionales de convivencia en contraposición a la influencia de grupos de pares negativos que apuntalan el consumo y la dependencia hacia las SPA. Asimismo, las actitudes familiares hacia las diferentes drogas parecen ir en consonancia con el consumo de sustancias psicoactivas en los estudiantes (Restrepo, 2006), por ello a mayor consumo en el adicto, existe una mayor tolerancia en la familia en relación con el uso de drogas legales, constituyéndose estas familias en grupos de elevado riesgo para la vida del consumidor (Mendoza, 2011). En términos generales, los sujetos que no consumen ven a sus familiares con una predisposición negativa a aceptar o tolerar el consumo, situación análoga a la percepción de los estudiantes de FUNDES acerca del consumo de SPA. Pese a ello, para muchos estudiantes los padres fomentan e inician a sus hijos en el consumo de SPA, ya que consumen alcohol con una frecuencia elevada y lo hacen bajo el presupuesto de que pueden hacerlo porque son los «jefes del hogar», lo que enviaría un falso mensaje con una intencionalidad abierta a la posibilidad de su ruptura: «debo ser grande para transgredir y solo se consume cuando se tiene un familia».

En esta investigación, algunos aspectos principales en otras investigaciones (Acero, 2009; Camacho, 2008) como el nivel de información el consumo de SPA compartida por la familia, el grado efectivo de información percibida acerca del consumo de drogas, el consumo continuado de tabaco por parte de los padres o el género no guardan relación estrecha o determinante con las categorías que se han establecido de consumo de drogas en los estudiantes de FUNDES, aunque no con ello se niega que pueden convertirse en elementos predisponentes de consumo futuro; ejemplo de ello es el consumo familiar de una SPA, la cual no aparece como porcentualmente decisiva al momento de entender la dinámica del consumo de SPA, pero que se constituye en un foco de justificación para muchos fumadores jóvenes. Por otra parte en el II Estudio Epidemiológico Andino sobre Consumo de Drogas en la Población Universitaria (2012), realizado por organización «Comunidad andina», indicó que la sustancia más consumida en todos los países fue la marihuana, tanto en forma exclusiva o combinada con otras sustancias; para el caso de los estudiantes de FUNDES, la marihuana presenta un escaso consumo lo cual indica que en la institución educativa es prevalente la ingesta de sustancias psicoactivas legales (Alcohol y cigarrillo) (Hammer & Vaglum, 1990).

El consumo de SPA es un problema de salud pública que se asocia a eventos tales como: violencia intrafamiliar, embarazos no deseados y contagio de enfermedades de transmisión sexual, entre otros, que especialmente afecta a la población de estudiantes (adolescentes y adultos jóvenes) (Cumsille, 2007). Cada día el consumo en menores se inicia a edad más temprana, así los que están comenzando a consumir drogas presentan un deterioro progresivo que afecta su núcleo familiar y escolar, que expande su halo de radiación al núcleo de pares y a otras personas cercanas al consumidor, quienes se convierten en víctimas potenciales; por eso se requiere conocer a fondo lo. El uso, abuso y comercialización de alcohol y de otras drogas, continúa siendo uno de los problemas más serios de la salud pública, no sólo en los países desarrollados, sino también para aquellos en desarrollo a nivel regional y local. Asimismo, llama la atención la ausencia de relación entre la composición familiar y el consumo de drogas, ya que los estudiantes han aprendido a ajustarse adaptativamente a entornos hostiles, diversos y alejados de sus núcleos de socialización primaria; este elemento puede estar relacionado con las «ecologías mentales» de base (Bateson, 1991), las cuales se han estructurado sobre patrones de crianza tradicional en entornos rurales, así el alejamiento en la infancia de la grandes urbes sumado al hecho de tener contacto frecuente con ambientes naturales-rurales actuaría como factor protector del consumo, cuando no de elevación de factores riesgo si dichos elementos formativos presentan rupturas de base.

En definitiva, los factores asociados con el uso de drogas de los adolescentes tienen que ver, sobre todo, con el ambiente interpersonal más cercano al individuo (Muñoz, 1998; OAD, 2006; NUOCD, 2010), el cual en los estudiantes de FUNDES está articulado a constantes factores protectores derivados del aspecto moral presente en la formación integral de la institución (teocéntrica, afectiva, inclusiva y científica). Dichos elementos no resguardan totalmente a los sujetos del consumo, pero complementan la madurez mental y social de los estudiantes. Asimismo, en los estudiantes es importante la trascendencia del ambiente familiar funcional (la relación con la familia), las actitudes de prevención aprendidas ante las drogas y la experiencia propia o ajena ante el consumo. El consumo activo de drogas -especialmente de drogas blandas- se activa en los estudiantes cuando tienen parciales (como fruto de tensiones internas y de aprendizaje) o se encuentran en una situación familiar compleja/conflictiva (como elemento paliativo y de transición), y se encuentra directamente relacionado con un ambiente académico que de varias maneras amortigua el dolor de la confrontación, las pérdidas o de los conflictos (Lorenzo, et al., 2009; Ledesma, et al., 2007).

Conclusiones

La Fundación Universitaria Abraham Escudero Montoya FUNDES no desarrolla programas de promoción y prevención del consumo de sustancias psicoactivas. La presente investigación dio a conocer el consumo de dichas sustancias, tanto en su frecuencia como en su edad de inicio en la comunidad estudiantil, arrojando porcentajes que permiten asociar el consumo de sustancias psicoactivas con el funcionamiento familiar y la interacción con sus pares, dado que al estudiante frecuenta sitios como discotecas y tiendas que lo tornan proclive al consumo de las sustancias psicoactivas en compañía de otros, e incluyendo a familiares y docentes. El consumo de sustancias psicoactivas está unido a factores, tales como la edad promedio de los estudiantes debido a que en la actualidad existe un ingreso precoz al entorno universitario y al consumo de SPA, situación que los enfrenta a eventos que pueden influenciar negativamente sus pautas de crianza y estilos de vida, dado que en esta etapa se presenta mayor vulnerabilidad, aspecto consecuente con su búsqueda de identidad, pertenencia y de sensaciones. En estos escenarios, el individuo puede tomar como base un modelo erróneo de comportamiento social para desarrollo personal y comunitario además de la probabilidad elevada de consumo de sustancias psicoactivas lícitas o ilícitas.

Dentro del resultado obtenido se evidencio que las sustancias lícitas de mayor consumo son el alcohol y el cigarrillo; análogamente, las sustancias ilícitas de elevado consumo son los tranquilizantes y la marihuana, con una frecuencia de consumo cada fin de semana, dada su facilidad de adquisición y acceso en lugares como discotecas o parques. El inicio de consumo de sustancias lícitas (alcohol, cigarrillo) o ilícitas (tranquilizantes, marihuana) se produce en los primeros años de la adolescencia (etapa de mayor vulnerabilidad) y se asocia a diferentes problemas familiares, socioeconómicos, cognitivos y emocionales, acompañados de un entorno socio-familiar que influye negativamente la formación de pautas de comportamiento antisocial en el joven, motivo por el cual se genera un déficit en las relaciones sociales que eleva los riesgo de ingesta de SPA. Las actitudes familiares hacia las diferentes drogas presentan una concordancia con el consumo por parte de los estudiantes; así a mayor consumo, mayor es la tolerancia percibida por el estudiante por parte de contexto familiar y social, lo cual tipifica el consumo y/o aprobación social de sustancias ilícitas o lícitas por parte la comunidad y la sociedad. Para los educandos, las drogas lícitas se convierten en un objeto fundamental sobre el cual incidir para obtener un mayor control social y participación en ciertos grupos; dicho esto a nivel municipal, departamental y nacional se deben ejecutar acciones de control y de apoyo a las universidades y centros educativos. El consumo de SPA en FINDES es una problemática creciente que puede ser contenida y evitada por la vía de la prevención y el apoyo psicosocial a quienes consumen, a fin de evitar problemas legales en los implicados, además de efectos biológicos, psicológicos y sociales nocivos.

Tal y como ha quedado reflejado a lo largo de esta investigación (y en coincidencia con otras investigaciones nacionales e internacionales), la familia juega un papel relevante en la prevención del consumo de drogas de los jóvenes y adolescentes. A menudo los estudiantes universitarios presentan conductas de riesgo para la salud asociadas al consumo de sustancias psicoactivas blandas o duras, por ello se hace necesario a corto, mediano y largo plazo que los programas preventivos ya operantes se extiendan en el tiempo e impacten a las comunidades; es decir, que vayan más allá de los escenarios educativos tradicionales, siendo muy reforzados los factores protectores en la formación universitaria. Dicho así, el papel de los docentes no debe limitarse a la transmisión de una serie de contenidos teóricos y habilidades que capaciten al alumno para el desempeño profesional, ya que desde la universidad puede fomentarse la posibilidad de una formación integral (científica-afectiva-ética-preventiva) con tendencia al autocuidado y al cuidado de otros y del medio ambiente, en que los estudiantes trabajen continuamente en la educación y promoción de la salud en todas sus manifestaciones biopsicosociales. Por tanto, como uno de los medios para la consecución de dicho objetivo, se propone que sea la propia universidad, a través de su personal administrativo, de servicios varios y del cuerpo docente los que promuevan y lleven estos programas de manera conjunta con la población académica y la comunidad.

El uso de drogas duras y blandas en los estudiantes altera la dinámica de sus relaciones sociales y puede llevar a una toma de decisiones inadecuada y en ocasiones violenta. Como fenómeno social, el consumo de las drogas lícitas e ilícitas, está ampliamente relacionada con la violencia juvenil y el deterioro de las relaciones sociales e intrafamiliares. Ejemplo de ello es que determinadas formas de beber producen una pérdida de control, ya que alteran los sentidos y cuando se mezclan con otras sustancias, especialmente con las sintéticas, generan sensaciones de fortaleza, de deseo actuar y de romper las normas y de desinhibición progresiva. Tal como lo expresó este estudio, en FUNDES los principales factores relacionados con el uso y dependencia a las drogas lícitas o ilícitas son: la edad, trastornos parentales (padres poco involucrados y/o con problemas de alcohol u otras drogas), además de la influencia de los pares (amigos cercanos que consumen sustancias) y la presión de grupo. Estos en los estudiantes tienen una estrecha relación y vínculo con el ambiente interpersonal más cercano destacándose la importancia del ambiente familiar (la relación con la familia, las actitudes ante las drogas y el consumo de éstas, sobre todo de alcohol, por parte de los padres), el ambiente escolar (rendimiento académico y adaptación a la escuela) y el grupo de amigos (consumo y actitudes ante las drogas, hábitos de ocio).

Es importante ejecutar estudios de intervención con orientación preventiva para evitar el consumo de drogas en los estudiantes de la Fundación de Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya «FUNDES», ya que la universidad no cuenta con programas de prevención. También desarrollar programas preventivos dirigidos a los estudiantes universitarios en momentos de mayor riesgo y ser sensibles a las razones del porqué los jóvenes consumen sustancias, cómo las obtienen y las enfermedades, como la depresión, que aumentan su riesgo. El consumo de sustancias psicoactivas se ha constituido en un problema que afecta a diario a toda la sociedad, deteriorando su sistema de relaciones y el grado positivo de comunicación entre personas y comunidades; su incremento es notable en consumo de drogas blandas cuya aceptación eleva la probabilidad de ingreso a drogas duras, especialmente en adolescentes y jóvenes. En relación a lo expuesto es recomendable realizar periódicamente intervenciones de promoción de la salud mental, física y social, además de proyectos de prevención del consumo de SPA con los estudiantes de la Fundación de Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya «FUNDES», acciones que deben provocar la sensibilización institucional, estudiantil, académica, comunitaria y social frente al fenómeno y sus consecuencias.

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Citar:

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