Consumo de alcohol y cigarrillo en desplazados del Tolima

José Alonso Andrade Salazar, Juan Sebastián Bustos Rojas, Pamela del Pilar Guzmán Jiménez
Universidad de San Buenaventura, Colombia

Resumen

Esta es una investigación cuantitativa de tipo empí­rico-analí­tica, con un diseño descriptivo transversal, cuyo objetivo fue hallar la prevalencia del consumo de alcohol y de cigarrillo en 30 personas en situación de desplazamiento forzado en el Tolima en el año 2011, para lo cual se utilizó el Test de CAGE (1984) y el Cuestionario Fagerstrom (1978). El estudio encontró que el 36.67% de la población presenta una dependencia muy baja al cigarrillo y el 26,67% posible dependencia al alcohol, los casos en los que se fuma y consume alcohol son del 26,7%. Para la población desplazada el consumo de alcohol y de cigarrillo se adscribe a patrones socioculturales propios que anteceden los eventos traumáticos, pero que se intensifican a razón del desplazamiento, causando una mayor adherencia al cigarrillo en las mujeres y del alcohol en los hombres, los excesos y la dependencia son directamente proporcionales a intensidad de la vivencia traumática.

Palabras clave: sustancias psicoactivas, consumo de alcohol, consumo de cigarrillo, desplazamiento forzado, Tolima, conflicto armado, psicologí­a.

El desplazamiento forzado es un evento devastador para la estructura mental de la persona victimada y la de sus familias; en este sentido, el estado de afectación induce a muchas personas al consumo de sustancias psicoactivas tanto de uso legal como ilegal; se debe tomar en cuenta que la decisión de consumir estas sustancias está mediada por los antecedentes y habilidades para confrontar la crisis y los estados traumáticos que devienen de dichas experiencias extremas, aunque no se limitan a ellas. Los medios de comunicación y la sociedad de consumo influyen dichas ingestas, tornándolo como normal y de fácil acceso para las poblaciones vulnerables, que encuentran en las SPA una vía de canalización de la angustia y de los problemas existenciales, así la correlación entre desplazamiento y consumo de SPA aumenta la vulnerabilidad social de las personas en situación de desplazamiento forzado, «sin dudas, el impacto más negativo del conflicto se evidencia en la salud mental y el bienestar de los desplazados por la violencia. Las secuelas de hechos violentos representan una carga que se suma a los desafíos de la huida, el desplazamiento, y el retorno» (MSF, 2006, p.4)

En el departamento del Tolima, el desplazamiento masivo de personas afecta la dinámica de los grupos poblacionales residentes, y a pesar de que se ha caracterizado por ser un departamento expulsor, se calcula que a la fecha están asentadas 81.257 personas (WordPress. 2010,) factor que ubica al departamento como una de las tres regiones más golpeadas por el fenómeno en Colombia. Ibagué, es uno de los principales receptores de las familias desplazadas en el Tolima, sin embargo, en enero de 2009 se convirtió en el principal expulsor (Periódico El Tiempo, 2009), condición que se conserva hasta la fecha. De acuerdo con CODHES (2011) «durante el 2011, aproximadamente, 259.146 personas (cerca de 70.039 familias) fueron desplazadas en Colombia» (p. 4), por lo que según la entidad, el conflicto armado interno y los numerosos hostigamientos contra la población civil están asociados, en gran medida, a «complejos intereses económicos y políticos, que continuaron generando, durante 2011, un desplazamiento de enormes proporciones que afectó a cientos de miles de víctimas, y en forma desproporcionada a poblaciones vulnerables como niñas, niños, mujeres y grupos étnicos» (p. 2).

En el 2011, el desplazamiento alcanzó la cifra de 259.146 personas. Según CODHES (2011), este volumen de desplazados indica una profunda crisis humanitaria que ha sido invisibilizada en gran medida porque la opinión pública ha concentrado su atención en «el proceso de adopción de la Ley de Víctimas, las operaciones militares de gran formato, las afectaciones por la ola invernal y los indicadores de crecimiento económico» (p. 3). De igual manera, la ONU (OCHA, 2010) indica que en Colombia, las cifras de desplazados demuestran serios vacíos de protección y la necesidad de urgentes medidas para garantizar los derechos de la población civil en medio del conflicto armado. Los reiterativos combates entre grupos armados aumentan la vulnerabilidad de familias enteras que deben desplazarse de sus tierras, dejarlo todo atrás e intentando asentarse en zonas rurales o urbanas de las que son excluidos y señalados (OCHA. 2010). El conflicto armado impacta la estabilidad de las familias y sus sistemas de organización social, causando una desarticulación del lenguaje y la comunicación intrafamiliar y comunitaria, pues la familia y, especialmente las mujeres, vivencian «situaciones de conflicto, y se ven expuestas a distintas formas de agresión sexual» (MSF. 2009, p. 9), que son determinantes de traumas cuya derivación puede incluir el consumo de drogas legales e ilegales como mecanismo paliativo ante el estrés.

Debido a estas circunstancias, las personas víctimas del desplazamiento forzado, afrontan con escasas herramientas de contención emocional y material la crisis sociopolítica que afecta el sentido humanitario de la reparación integral. Por ello, los factores como la exclusión social, los señalamientos y la estigmatización, son el correlato de la falta de garantías para la supervivencia del núcleo familiar, lo cual instaura problemas psicológicos y orgánicos, además de inseguridad alimentaria, restricciones a la movilidad y continuos desplazamientos masivos, en un contexto de pobreza y desigualdad, entre otros; las familias desplazadas soportan el estrés de un entorno nuevo «sentido como excluyente y hostil, por ello la desintegración del hogar puede darse debido a muchos factores, aunque el más frecuente se deba a la imposibilidad o deficiencias para cubrir las demandas afectivas y materiales del núcleo familiar» (Andrade, J. 2010, p. 47). El estrés generado por dichas situaciones son un fuerte elemento motivador para la emergencia de conductas de ira, impotencia, depresión, ansiedad, cuadros somatomorfos, que presentan una relación directamente proporcional a situaciones como el consumo de alcohol y de cigarrillo, lo anterior se configura a modo de estrategia de resistencia y de paliación ante los problemas anteriormente nombrados (Ocha. 2010).

El problema del consumo del alcohol es una problemática de salud de amplio espectro que afecta a todos lo grupos vulnerables y que presenta derivaciones de tipo epidemiológico, pues su ingesta muestra diferencias importantes por edad (ENCSPA. 2008); mientras el grupo de 12 a 17 años sólo el 20% (uno de cada cinco) declara haber consumido, la cifra se duplica en los dos grupos siguientes llegando a presentarse en el 46% de los jóvenes de 18 a 24 años, y en un 43% en el grupo de 25 a 34 años. Según un estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en Colombia (2008), cerca del 45% de las personas encuestadas declaran haber consumido tabaco-cigarrillo alguna vez en la vida (el 56% de los hombres y el 34% de las mujeres), no obstante, sólo el 17% pueden considerarse consumidores actuales, es decir, han usado esta sustancia al menos una vez en los últimos 30 días (el 24% de los hombres y el 11% de las mujeres). El consumo de alcohol se presenta en el 86% de los casos (lo han consumido alguna vez en la vida) y un 35% en los últimos 30 días (equivalentes a 6,9 millones de personas). Respecto al género se observan diferencias, porque el 46% de los hombres ingirió alcohol en el último mes, al igual que las mujeres (25%; una de cada cuatro). Un indicador importante del estudio señala que el consumo de alcohol decae en las edades siguientes, pero sigue siendo mayor que en el grupo más joven.

El estudio nacional (2008) indicó que una elevada proporción de consumidores de alcohol en el último mes se encuentra en los estratos 5 y 6, con el 57% de las personas encuestadas, cifra que se reduce al 27% en el estrato 1, con un consumo de riesgo de tipo perjudicial mayor. Asimismo, en los estratos 1 y 2 al que pertenecen muchos desplazados se presentan consumos elevados (43% y 39%). Acerca del riesgo psicológico asociado a las diferentes sustancias de abuso, se encuentra una clara asociación entre el consumo de varias sustancias (cigarrillo, cafeína, marihuana, etc.) que actúan como factor paliativo de las conductas disfuncionales, ya sea por asociarse a eventos como, conflictos sociales propios de la zona de residencia, problemas socio familiares, vulnerabilidad y exclusión social, necesidad de participar de ciertos grupos, personas víctimas de eventos de estrés como el desplazamiento forzado y las catástrofes entre otros.

Método

La presente investigación está enmarcada en el paradigma empírico analítico con una metodología cuantitativa y un diseño descriptivo transversal, para lo cual se utilizan pruebas cribadas cuyos resultados se tabularon y analizaron a través del programa SSPS 9.0. Los instrumentos aplicados fueron el Cuestionario de CAGE y el Test Fagerstrom; la muestra del estudio es de tipo intencionada y se realizó en la ciudad de Ibagué, Tolima. Los datos estadísticos referenciados a nivel nacional se obtuvieron de la agencia Acción Social, y del estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en Colombia (ENCSPA. 2008), informes de la oficina para la coordinación de asuntos humanitarios de la ONU (OCHA, 2011) y la Asociación Médicos sin Fronteras (MSF, 2009).

Instrumentos

Para esta investigación se utilizó el Cuestionario de CAGE (J. A. Ewing, 1984) con el fin de realizar un diagnóstico precoz de problemas relacionados con el alcohol y el Test Fagerstrom (Fagerstrom, 1978) con el fin de evaluar la dependencia de nicotina. El Cuestionario de CAGE consta de 4 ítems, 3 de los ellos exploran los aspectos subjetivos de la persona en relación con el consumo del alcohol, y el último los relacionados con la abstinencia alcohólica. Los 4 ítems son de respuesta dicotómica (sí/no). Los autores recomiendan utilizar los siguientes puntos de corte: en 0: no hay problemas relacionados con el alcohol, en 1: indicio de problemas relacionados con el alcohol y en 2-4: dependencia alcohólica. El Test Fagerstrom es un instrumento diseñado para evaluar la dependencia a la nicotina; para esta investigación se usa la versión modificada que consta de 6 ítems y se califica como dependencia baja 0-3, dependencia moderada 4-7, dependencia alta 8-10.

Procedimiento y participantes

Después del diseño de la propuesta, se estableció contacto con UAO (Unidad de Atención a Población Desplazada) para acceder a sus instalaciones con el fin de obtener información relacionada con el tema y acceder a las personas en situación de desplazamiento forzado. Luego se procedió a seleccionar una muestra de 30 personas adultas de ambos sexos, después se hizo lectura, explicación y firma del consentimiento informado, se llenó una ficha de caracterización y se aplicaron las pruebas. Los datos obtenidos se analizaron a través del programa estadístico para las ciencias sociales SPSS IBM, Statistics 9.0. Las personas evaluadas fueron 30 personas (20 hombres y 10 mujeres), adultas en situación de desplazamiento forzado, que se asisten a la UAO del departamento del Tolima. Cada una de estas personas, pertenecientes a esta institución de la UAO, fue seleccionada a través de una muestra aleatoria simple.

Resultados

El cuestionario de CAGE indicó que el 40% de la población desplazada no tiene problemas relacionados con el alcohol, el 10% tiene indicios de consumo y el 50% presenta dependencia alcohólica. Asimismo, el Test de Fagerstrom mostró que el 73.33% posee una dependencia muy baja de consumo de cigarrillo y el 26.67% dependencia baja; no se presenta de pendencia alta. El estudio encontró que estas personas cuentan con una dependencia mayor al alcohol (27.7%) que al cigarrillo (3.3% dependencia baja, 36.7% dependencia muy baja); así, aquellos que tienen dependencia alcohólica y dependencia muy baja al cigarrillo corresponden al 73.3%, mientras los que presentan una dependencia baja al cigarrillo con dependencia al alcohólica representan al 26.7%. Aquellas personas que tienen indicios de problemas relacionados con el alcohol muestran una dependencia muy baja al cigarrillo (10%) en relación del con los dependientes alcohólicos (3%).

No se presentaron diferencias significativas en cuanto a género respecto al consumo de ambas sustancias, sin embargo, es notable que las mujeres consumen menos alcohol que los hombres, presentando bajos indicios de ingesta de alcohol (10%), situación análoga al consumo en varones (10%). Asimismo, se encontró que todos los hombres que consumen alcohol, fuman (100%), mientras que las mujeres que presentan indicios de consumo de alcohol, ninguna fuma. No se encontró dependencia al alcohol en mujeres.

Discusión

El desplazamiento forzado es un evento devastador para la estructura mental de la persona victimada y la de sus familias; en este sentido, el estado de afectación psicológica conlleva a muchas personas al consumo de sustancias psicoactivas de uso legal e ilegal; se debe tomar en cuenta que la decisión de consumir estas sustancias está mediada por los antecedentes y habilidades para confrontar la crisis y los estados traumáticos que devienen de dichas experiencias extremas, aunque no se limitan a ellas. Los medios de comunicación y la sociedad de consumo influyen el consumo tornándolo normal y de fácil acceso para poblaciones vulnerables que encuentran en las SPA una vía de canalización de la angustia existencial y las condiciones sociales de exclusión, así la correlación entre desplazamiento y consumo de SPA aumenta la vulnerabilidad biopsicosocial de las personas en situación de desplazamiento forzado, pues «sin duda el impacto más negativo del conflicto se evidencia en la salud mental y el bienestar de los desplazados por la violencia. Las secuelas de hechos violentos representan una carga que se suma a los desafíos de la huida, el desplazamiento, y el retorno» (MSF, 2006, p. 4).

De acuerdo con Daniel Pécaut (2001), en la actualidad «amplios sectores de la población se encuentran efectivamente en condición de rehenes; cuando no lo están por las organizaciones armadas políticas, lo están por las bandas de los barrios» (p. 15), lo anterior es uno de los elementos que más impacta la estabilidad de los hogares desplazados, ya que, aun después de asentase, se sienten perseguidos por las bandas y agrupaciones locales, cayendo nuevamente en el escenario del conflicto, lo cual es un elemento que suscita el consumo de sustancias como el alcohol y el cigarrillo a modo de paliativos ante la angustia existencial derivada del escaso control de la afectividad y de la falta de una red de apoyo adecuada para tramitar los conflictos emocionales emergentes. El consumo en los miembros familiares no presenta diferencias marcadas en cuanto a sexo, sin embargo, las mujeres prefieren consumir menos alcohol y más cigarrillos que los hombres; esta situación se relaciona con la presencia de patrones de consumo previo adscritos en gran medida a las dinámicas patriarcales de la cultura campesina y urbana, las cuales se trasladan rápidamente al género femenino, incluyéndose como parámetros de relación en su repertorio conductual. Para la OMS (2005) en algunos países latinoamericanos, el hecho de beber ocasionalmente en grandes cantidades es característico del modo de consumir alcohol entre los hombres y las mujeres, aunque «los primeros tienen más problemas relacionados con el alcohol, pero las segundas suelen sufrir directamente las consecuencias del consumo masculino» (p. 2).

A nivel nacional, el consumo de sustancias psicoactivas de tipo legal es un fenómeno que impacta a todos los estratos y pasa en gran medida a convertirse en un mediador entre la persona y las demandas y necesidades que emergen del no-reconocimiento del conflicto; así, cuando dichos consumos se producen en escenarios de crisis o con fines paliativos, los parámetros del consumo adictivo se exacerban, por lo que sustancia entra a remplazar el discurso, lo cual aumenta la potencialidad dañina del trauma por la violencia en la población desplazada al tiempo que instaura una percepción cada vez más negativa acerca del desamparo social y estatal. De acuerdo con Pecaut, D. (2001), ni las hostilidades entre las Fuerzas Armadas y las guerrillas, ni la violencia entre los grupos paramilitares y las diversas organizaciones de izquierda, indican que en Colombia vaya a producirse una polarización social y una política del conjunto de la sociedad, que implique la toma de conciencia social crítica sobre el fenómeno, pues «la mayoría de la población parece asistir, como espectadora impotente, a un fenómeno que desborda con mucho los límites de una confrontación política» (p. 23) y que a su vez circula por el entramado de relaciones intracomunitarias a modo de acción totalitaria e ineludible.

En muchos sentidos, la confrontación entre los diversos actores sociales del conflicto hace que las poblaciones se tornen vulnerables de acuerdo a variables como el sexo, la participación en procesos políticos, la historia vital y sociocultural y el tipo de participación en el conflicto, entre otros, lo cual instaura en el colectivo armado un modo particular de redistribución de la violencia en los diversos escenarios del conflicto. Para muchas mujeres desplazadas, esta situación es creciente ya que «el fenómeno del desplazamiento forzado es también una cuestión de género, en la medida que la mujer, es el blanco de ataques sucesivos a su integridad, lo que aumenta su vulnerabilidad y define negativamente su papel en el conflicto armado» (Andrade, J. Agudelo G. Ramírez, J. Romero, N. 2011, p. 59). Cabe mencionar que muchas mujeres vulnerables provienen de escenarios donde son tomadas como mulas para transportar las SPA, agricultoras y recolectoras de la materia base para su destilación y producción en masa, o en algunos casos deben consumir alcohol para acompañar a su pareja, siendo también víctimas de la violencia producto del exceso de alcohol, llegando a engancharse al consumo de alcohol o de cigarrillo para tramitar las secuelas psicológicas del abuso sobre su integridad.

Para Daniel Pecaut (2001), es en gran medida la economía que proviene de la droga la que incita «la consolidación de protagonistas dotados de recursos que les aseguran formas inéditas de influencia sobre la población y, al mismo tiempo, provistos de capacidad ilimitada para trazar estrategias que toman en cuenta todos los efectos de sus acciones» (p. 43). En este aspecto, la ingesta de alcohol y de cigarrillo en la población desplazada guarda relación con la legitimidad que se adquiere en el plano social comunitario a razón de su consumo, al tiempo que con el nivel de participación que la comunidad, la pareja, e incluso la familia, brinda a razón del escogimiento de un tipo particular de sustancia, la cual puede estar relacionada con la madurez emocional, la identidad grupal, o la toma de decisiones desde un escenario en el que es útil una maduración psicosocial rápida, a fin de producir y aportar al sostenimiento de núcleo familiar desplazado. Dado que en la población desplazada existe una multiculturalidad etnográfica, muchos de los consumos de sustancias se adscriben a las racionales culturales (mitos, ritos, costumbres) con las que interpretan el consumo mismo; sin embargo, presentándose una vulnerabilidad mayor en poblaciones afro descendientes e indígenas. De acuerdo con la OMS (2007) en algunos países, las cifras relativas al alcoholismo, al suicidio, al consumo de sustancias ilícitas y las enfermedades de transmisión sexual «son notoriamente más altas entre las poblaciones indígenas. Su mala condición de salud se complica con la discriminación y desigualdad que los sistemas de salud ejercen sobre ellos» (p. 66).

El uso del alcohol y del cigarrillo trae consigo la legalidad del consumo, lo cual actúa como elemento que apuntala la necesidad de legitimidad en los contextos de relación y reasentamiento, situación que se acentúa al momento de tener que enfrentar un nuevo entorno y enfrentarse a la pérdida constante de aspectos importantes de su tradición oral y, en general, de su memoria histórica. Dicha pérdida produce un desequilibrio familiar y sociocultural que se deriva en dificultades de adaptación social en el plano individual y comunitario, determinando, también, la intensidad del consumo de las sustancias psicoactivas. De acuerdo con Heider (1958), el equilibrio es una tendencia a estar en armonía con exigencias en el orden de lo objetivo que devienen del entorno del sujeto, por tal razón el equilibrio implica un estado de satisfacción en cuanto la realización de actividades en pro del bienestar propio y socio-familiar, sin embargo, en aquellas personas cuyas aspiraciones se han visto vedadas por eventos traumáticos, su nivel de equilibrio se altera a razón de la intensidad intrapsíquica de sus vivencias; en este sentido, el desplazamiento forzado causa un estado de crisis cuya de vía de canalización va desde lo social a lo psicosomático, estimulando la constitución de condiciones psicopatológicas que en gran medida se asocian al consumo de sustancias psicoactivas, entre las que se encuentran el alcohol y el cigarrillo.

Las personas en situación de desplazamiento forzado ven coartadas muchas expresiones emocionales, e incluso el reconocimiento de sus afectos se ve mediado por las secuelas traumáticas de eventos con un alto contenido de estrés, sin que esto constituya exclusivamente el inicio de una alexitimia o el bloqueo emocional y abúlico, propio de un trastorno depresivo; el desplazamiento constituye un evento devastador para la estructura psíquica, porque sus efectos a la salud mental son innegables llegando a constituir cuadros psicopatológicos importantes que van desde los trastornos del humor hasta problemas adaptativos y de la personalidad (Andrade, J. 2011), adscritos frecuentemente a «un cuadro de uso de sustancias primario o de base, asociado a un trastorno por estrés postraumático TEPT» (Andrade, J. Restrepo, M, 2010, p. 11) o a otro morbilidad psicopatológica en curso. Todas las personas que fuman no necesariamente toman, y todas las personas que toman no necesariamente fuman, no obstante, cada individuo tiene su propia elección hacia alguna sustancia, manifestando una posible dependencia al alcohol y al cigarrillo de acuerdo a la intensidad de sus vivencias traumáticas, por lo que es posible afirmar que el enganche al consumo en su gran mayoría se da por motivos sublimatorios;

Sin embargo, incluso con todo lo expuesto, estas personas generan habilidades de resiliencia que no incluyen el uso de una sustancia como mediador que facilite o que postergue la confrontación de contenidos dolorosos, por lo que son ellas mismas las que buscan equilibrarse a través de la acción colectiva, y cuando esto no funciona buscan el apoyo de las sustancia, fetichizándola al convertirla en otro, por tanto «la violencia está en relación con la imposibilidad de consolidar la concepción de un orden social unificado» (Pécaut, D. 2003, p. 33), situación que se vivencia en la exclusión social, el señalamiento, en el no-reconocimiento de su vulnerabilidad y la deficiente red de apoyo social-comunitario, condición que exponen a las víctimas a una revictimización constante por parte de la sociedad e incluso de muchas instituciones que deberían ampararlos.

Conclusiones

Según el auto 004 de 2009, el desplazamiento causa la ruptura de la continuidad cultural por la aculturación subsiguiente de los jóvenes y la consiguiente detención de los patrones de socialización indispensables para que estas etnias sobrevivan, por tal motivo su impacto desarticula los patrones normativos con los que la comunidad daba sentido al encuentro social, al tiempo que integra nuevos patrones de socialización que irrumpen con la tradicionalidad de los legados comunitarios y que pueden resultar contraproducentes para su adaptación a los escenarios de asentamiento; estos factores afectan la reproducción y mantenimiento de parámetros culturales adscritos al control social y la integración inter e intercomunitaria, entre los cuales el consumo de sustancias psicoactivas de tipo religioso-ritual puede resultar disonante con los modelos imperantes en la comunidad receptora. Ergo, una de las situaciones propias del esquema adaptativo incorporado, puede ir desde el consumo de nuevas sustancias a fin de pertenecer y ser aceptado en ciertos grupos, hasta la adherencia a sustancias legales como el alcohol y el cigarrillo, que por aprendizaje de su núcleo de socialización se asocian a actividades de paliación de la ansiedad y la depresión emergentes.

El estado de afectación psicológica producto de eventos catastróficos instaura y refuerza en muchas personas el consumo de sustancias psicoactivas de uso legal e ilegal, por lo que es importante resaltar que dichos estados de consumo se vean mediados por la decisión de consumir de acuerdo a los antecedentes previos de consumo, las habilidades para confrontar la crisis y las condiciones emocionales fluctuantes, propias de las secuelas de eventos traumáticos tales como el desplazamiento forzado, la revictimización a nivel comunitario (por las bandas criminales o BACRIM, la delincuencia local), el ser testigos de eventos estresantes, el aumento de las necesidades a todo nivel, la persecución sociopolítica, las desapariciones, los reclutamientos y el silenciamiento, especialmente en las mujeres, y en los niños, pues «pese a las denuncias nacionales e internacionales (…), así como por las reiteradas advertencias y recomendaciones realizadas por parte del Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo, continúan siendo victimas de violaciones a sus derechos humanos» (Auto 009, p. 11).

Las personas desplazadas proceden de diferentes ciudades y entornos sociales, lo que puede generar oposición, choques y crisis socio-culturales entre ellos a razón del acceso a beneficios de la atención humanitaria, y todo lo referente a la adquisición de ayudas materiales; dichos conflictos limitan la comunicación, el trabajo comunitario, el fortalecimiento de redes de apoyo, la vinculación a proyectos productivos y la ejecución de acciones colectivas en pro del beneficio del colectivo, lo cual concibe una situación de frustración generalizada que disminuye la efectividad del empoderamiento y que habitualmente es tramitada a través del consumo de cigarrillo, el mismo que es controlado más por las deficiencias económicas para adquirirlo que por la recurrencia del deseo de consumirlo; situación análoga sucede con el consumo de alcohol, que a pesar de ser prevalente en los hombres, se ha desplazado se manera importante hacia el género femenino configurando un tipo especial de relación con otros respecto al consumo y los roles a nivel comunitario.

En general, el consumo de ambas sustancias en la población desplazada sirve como medio más que como fin para intentar canalizar las frustraciones emergentes, situación que se ve apuntalada por la crisis que surge al momento de enfrentar un nuevo entorno, la pérdida constante de familiares y de amigos, además de la fragmentación de aspectos importantes relacionados con sus costumbres y en general de su memoria histórica.

Referencias

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Citar:

Andrade, J. A., Bustos, J. S. & Guzmán P. (2012, 18 de septiembre). Prevalencia de consumo de alcohol y cigarrillo en personas en situación de desplazamiento forzado en el tolima. Revista PsicologiaCientifica.com, 14(17). Disponible en: https://psicologiacientifica.com/prevalencia-consumo-alcohol-cigarrillo-personas-desplazadas

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