Impacto de la estructura familiar en el consumo de sustancias psicoactivas por adolescente en conflicto con la ley

Claudia Alejandra Parra
Universidad Antonio Nariño, Colombia

Resumen

Se establece la relación entre los aspectos estructurales familiares y el consumo de sustancias psicoactivas en un adolescente mujer institucionalizada infractora de la ley penal. Se realizó un estudio de caso, en el que participó una adolescente de 17 años, en una entrevista abierta acerca de la estructura familiar y de las razones por las cuales ella fue institucionalizada. El estudio se basó en el enfoque sistémico para explicar las interacciones que se presentaron en el microsistema, como entre éste, el sexo y el macrosistema, y a su vez en relación con el consumo de sustancias psicoactivas y el comportamiento criminal. Se concluye que la estructura de la familia puede influir directamente en el consumo de sustancias psicoactivas y en el comportamiento criminal.

Palabras clave: estructura familiar, consumo de sustancias psicoactivas, adolescente, institucionalización, infractores ley penal, enfoque sistémico, psicologí­a jurí­dica y forense.

Los objetivos del último Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en los adolescentes en conflicto con la ley en Colombia llevado a cabo en el año 2008, el tercero a nivel nacional, fueron los de establecer la magnitud y las características del consumo de psicoactivos según variables sociodemográficas, conocer la percepción social de riesgo asociado a las distintas sustancias de abuso, y determinar la disponibilidad y la oferta de las sustancias ilícitas más conocidas.

El estudio mostró que cerca de la mitad de la población colombiana usa ordinariamente sustancias legales como el alcohol y el cigarrillo, y no menos de la quinta parte se halla en situación de riesgo o con problemas relacionados con el abuso. Asimismo, se evidenció que el 10% ha usado sustancias ilícitas alguna vez en la vida, y aproximadamente 540.000 personas, es decir, el 3%, lo hicieron en el último año. Pero lo más alarmante que se reveló fue que el consumo reciente de sustancias ilícitas es tres veces mayor entre los hombres que entre las mujeres, y que la mayor prevalencia de edad en el uso de psicoactivos ilícitos es de 18 a 24 años (6%). Sigue el grupo de 25 a 34 años (3,9%) y de 12 a 17 años (3,4%). El estudio expuso que en una muestra de 29.164 personas, 4.281 tenían entre 12 y 17 años; y uno de cada cinco había consumido alcohol durante el último mes (19,55%). De ellos casi una tercera parte pueden ser considerados consumidores de riesgo.

Estos datos resultan alarmantes a la hora de conectarlos con el ciclo vital de las familias, el cual es entendido por Sánchez, M. & Valencia, S. (2007), como los «cambios tanto en las reglas y normas de comportamiento y de relaciones establecidas como en las funciones y los roles que asume cada uno de los miembros en el grupo familiar», mostrando sus vínculos, la adaptabilidad, la comunicación y los recursos para responder ante la situación de consumo y a la vez su interconexión con el macrosistema.

En este mismo sentido, el estudio ya citado evidenció que existen «Investigaciones realizadas en otros países, y algunos estudios exploratorios cualitativos o estadísticos en pequeña escala en Colombia, que sugieren que el consumo de psicoactivos en los adolescentes infractores de la ley penal es notablemente mayor que el de la población general y el de los jóvenes escolarizados. Se ha detectado que en muchas ocasiones el consumo de drogas precede o acompaña la comisión de actos delictivos entre los adolescentes, y que factores de riesgo para el abuso de drogas han sido reconocidos también como factores causales de delitos en este segmento de la población».

Todo lo cual muestra la convergencia entre los factores de riesgo para el abuso y los factores causales de delitos, entre los que se destacan los relacionados con aspectos estructurales de la familia.

El Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica y El Servicio Nacional de Menores (SENAME) de Chile realizaron un estudio de prevalencia y de factores asociados en los adolescentes infractores de la ley en el año 2006, y un estudio sobre consumo de alcohol y drogas y factores asociados en jóvenes en conflicto con la ley, con 4.800 adolescentes hombres y mujeres, en el que encontraron que entre los principales factores relacionados con el abuso y la dependencia a las drogas estaba la edad, la influencia de los pares, la reincidencia delictiva y también los trastornos parentales; explican como los padres poco involucrados o con problemas de alcohol u otras drogas se relacionan con el consumo.

Se destaca que parte de la población infractora no está involucrada con el consumo de droga; son adolescentes que no han dejado la escuela, no tienen trastornos significativos de salud mental, sus familias tienen menos comportamientos desviados que le sirven de apoyo a su tratamiento.

Desde el punto de vista estructural es sugestivo el estudio, pues aunque no destaca aspectos directamente relacionados con el enfoque sistémico, se vale de situaciones vividas en la familia para explicar su conexión con el consumo, identificando bajo la categoría «expresiones de amor», calificaciones dadas por los adolescentes con apenas un total de 66.7%. Este porcentaje desciende con respecto a la calificación que dan los adolescentes al interés de los padres por la educación de los hijos, que cuenta con un total de 87,2 o variables que también caen como diálogo, reduciéndose también la del saber por parte de la familia dónde y con quién está, obedecer las normas y establecer los límites o ver los insultos que cuentan con casi la mitad del porcentaje.

Se conocen tres tipos de asociación entre alcohol/drogas y delito, la primera hace referencia a los delitos cometidos para tener drogas o para conseguir los recursos a fin de obtenerlas, lo cual es común en abusadores o dependientes quienes en el escenario forense pueden informar sobre cierta pauta de compulsión al consumo. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que puede constituirse en un pretexto y por consiguiente en un atenuante. Lo que hace que se determine con evidencia complementaria respecto de la dependencia o al abuso.

Por último, la relación sistémica envuelve los delitos de las redes de producción y distribución en las que muchas veces se encuentran involucrados los adolescentes.

Con la presentación de este artículo se pretende mostrar el análisis realizado a una entrevista desde la postura sistémica, a la estructura familiar, sus interacciones con el mesosistema y posteriormente enlazarlo con aspectos de la Psicología Jurídica y Forense, generando algunas reflexiones de las implicaciones del consumo en el sistema de responsabilidad penal en adolescentes.

Método

La investigación corresponde a un estudio de caso en el cual, mediante encuentros para adelantar una entrevista abierta, se recogió información suficiente, a fin de describir los aspectos estructurales de la familia de una adolescente consumidora de sustancias psicoactivas, que se encuentra institucionalizada bajo el sistema de responsabilidad penal por haber transgredido la ley. De la información que se obtuvo se realizó un análisis desde la perspectiva de la psicología jurídica.

El diseño de la entrevista se estableció de tal manera que permitiera recoger información acerca de la estructura de la familia con relación al consumo. Para llevarla a cabo, y por tratarse de una adolescente, fue necesario establecer contacto y obtener autorización de la Defensora de Familia, teniendo en cuenta, previamente, la aprobación de la entrevistada y de la institución, con la cual se realizó una reunión.

El abordaje se efectuó en la institución, en un lugar adecuado, a solas con la adolescente, se grabó y se transcribió a fin de procesar la información y se adelantó una revisión bibliográfica para apoyar la investigación.

Descripción del caso

La familia de K, como se denominará a partir de ahora a la adolescente entrevistada, es una familia monoparental, con presencia de figura paterna, quien presenta antecedentes de consumo de sustancias psicoactivas e ingesta de alcohol; los padres se encuentran separados civil y geográficamente.

En el sistema también se evidencia institucionalización de otro miembro de la familia desde los 13 años, siendo un preadolescente, con un recorrido de siete años en este proceso, ya que en la actualidad tiene 20 años.

Se devela en el subsistema conyugal vivencia de violencia intrafamiliar aduciéndose razones domésticas, como la falta de cuidado en el hogar por parte de la madre con respecto al aseo. Dichas razones obran como justificaciones para que se diera el maltrato. Igualmente se devela que la pareja ha intentado varias formas o varios recursos para la solución del conflicto o para la resolución del problema.

La madre es descrita en unión con varias parejas, por tanto K ha vivenciado el abandono hacia el padre, así mismo el abandono de una de las parejas a la madre, quien además presenta sintomatología psicosomática y diabetes, que implicó la amputación de una de sus piernas.

K atribuye su consumo a la exposición a una situación caótica durante mucho tiempo. Paradójicamente, es una adolescente. Lo caótico está conformado por: consumo parental, violencia intrafamiliar, principalmente del sistema conyugal, cuando cesa al parecer por la salida del padre que representa conflicto para el hijo, se da entonces violencia parentofilial, parentalización, desligue del holón fraterno, abuso sexual al interior del hogar, la sensación de disconfort en el ambiente familiar, bajo rendimiento académico con repetición de grados, ansiedad, consumo de diferentes sustancias como alcohol, «perico» [cocaína] y la institucionalización prolongada.

También hay un significado desde la percepción. Lo » visto», es decir «ver» el caos, se asume ver el caos en una edad temprana al punto de interpretar como crítico el acercamiento de sus padres, o preferir que los padres se separen o percibir que la dinámica familiar empeora con un acercamiento del holón parental. El espacio relacionado como el hogar se traduce en «ahogo» y por ello hay la necesidad de salir de él. Se evidencia ansiedad e intolerancia hacia los miembros de la familia, inclusive del holón fraternal.

El subsistema fraterno se caracteriza porque en él se realiza la función parentalizada, que por algunas razones, como el consumo, se maneja indebidamente, dando como resultante su separación por la intervención del estado o del macrosistema a través de figuras jurídicas como las medidas de protección que, a la postre, como ya se ha mencionado, distancian el vínculo fraterno.

El subsistema fraterno se moviliza hacia el consumo cuando vivencia a nivel parental o cuando se percibe la familia como un caos, por vivenciarse su consumo.

Una de las primeras soluciones intentadas para comprender el «caos» en el que participa, es establecer comunicación con sus padres para entender «el caos «.

Para el caso que nos ocupa no se recibe explicación, no hay terminación, modificación o cambios en las interacciones familiares, lo que promueve en la adolescente el alejamiento y a la vez la interrelación con pares. Vale la pena decir que esta lectura para la adolescente resulta tan dramática que no sopesa lo vincular, que es precisamente lo que se transforma; también se transforma lo espacial, en el sentido de encontrar que se inicia una mayor destinación de tiempo en compartir espacios con pares.

Stanton y Todd (1982) observaron que «el abuso de drogas suele iniciarse en la adolescencia. Está vinculado con la crisis de separación, que involucra cambios más o menos rápidos e importantes en la vida familiar. El joven tiene nuevas conductas, busca la autoafirmación, el desarrollo de relaciones sexuales y abandona el hogar«. Es como si hubiera una transferencia de lo que conforma lo cohesivo, del ámbito familiar al ámbito social. En esta interacción se marca el pasar por alto el rol de los padres como autoridad, siguiendo con la manifestación de transiciones por la entrada y salida de personas significativas para su convivencia.

Otras de las soluciones intentadas para resolver o eliminar el consumo, son alejarse de sus amistades, haciendo contacto con el metacontexto, el cual hace referencia a los espacios en que se enmarcan los contextos de cambio, favoreciendo condiciones y dificultando otras: también es la construcción social que hacen las instituciones y el discurso circundante, posibilitando «entregarse» muchas veces a lugares como el Bienestar Familiar, pidiendo ayuda o asistiendo a la iglesia, abandonando precisamente la ingesta de sustancias en las que se ha iniciado como el pegante y la marihuana, pero manteniéndose en otras como la adicción en el «perico» y el alcohol. Desde esta perspectiva, el consumo concomitantemente se relaciona con el tiempo, con un ciclo vital.

No hay un orden en la aparición de esta forma de relación del adolescente consumidor, no se puede decir que un hábito esté primero que otro, es tal y como plantea el principio de equifinalidad: una misma situación podría tener diferentes resultados. Entonces la adhesión con pares, pares negativos, posibilita el consumo de cigarrillo, hay una escalada interaccional como la evasión escolar, la alteración de la conducta consistente en dar golpes a los coetáneos y también baja tolerancia a la frustración.

El significado que se da al consumo es relacional, dado que los adolescentes interrelacionan y establecen otra serie de actividades como el baile, la ingesta de cerveza, el consumo de cigarrillo, otras actividades como asistir a minitecas, establecer contacto con pares o amistades de mayor edad, conocer varios muchachos de ambos sexos y consumir con ellos sustancias que causan mayores efectos, resulta atractivo. A lo cual se suma establecer vínculos afectivos, asociados a la ingesta de licor y al inicio en la vida sexual, sin claridad de parte y parte, lo que produce frustración en las relaciones.

La adolescente K reconoce que requiere contención, que sus tiempos en el hogar demandan la realización de tareas y la fijación de reglas, pues se observa que como no se le destina a realizarlas y que estas a la vez son ejecutadas, en este caso por el padre, es interpretado finalmente como que «alguien hará lo que yo deje de hacer».

La escalada en la adición involucra la deserción escolar y el mal rendimiento académico, que marcan el inicio en el consumo. Estas acciones hacen que entre su grupo sea vista bajo la denominación de «chiquitas». Iniciar con la deserción significa estar «chiquitas» en su carrera del consumo, es como la forma de iniciarse. «Capar» es iniciar, significa ser chiquita ante el hecho del consumo.

Para hacer énfasis en lo relacional se debe dar una mirada a la conexión entre la iniciación en el consumo y la preocupación del significado atribuido por la familia, específicamente el nivel parental. No hay consumo sin cambio, sin el establecimiento de una relación. La escalada hacia el consumo incluye, por ejemplo, relación con comandos o barristas.

La disfuncionalidad en la autoridad es reconocida a través del ausentismo escolar, en estar en la calle hasta avanzadas horas de la noche, en pasarla en casa de una amiga. Igualmente, estas interacciones son significantes de consumo. Reconoce el momento en que se » van saliendo de las manos de sus padres » y por tanto la autoridad se va tornando difusa.

Las complejidades en las relaciones estructurales, como el consumo mismo, movilizan otros mensajes como la oposición a la autoridad, el robo, la inclusión en ambientes críticos en los que se moviliza el consumo de otros, el manejo de armas y enfrentamiento entre pares. Estas vivencias dan paso a una especie de progresión, en la que como se dijo, se inician con peleas físicas, robo a personas indefensas como adultos de la tercera edad, a mujeres, muchachos y hasta niños; robos de celulares e incluso con ingreso a cabinas telefónicas.

Los momentos críticos del consumo y de la actividad delictual, se acompañan de «alteración de la conciencia y de la sensopercepción», se describen vivencias de abuso sexual, que bien podrían considerarse como una alucinación. Entonces, la relación positiva con el consumo se da es precisamente porque la experiencia tiene un significado gratificante a través de la alteración de la conciencia.

Los cambios que se producen en esta transición van desde el cambio en su forma de vestir, que generalmente se acompaña de ropa ancha, hasta comprometer su vida, luego de establecer peleas con uso de las armas blancas. El significado que se le da a esta interacción es el miedo ante la pérdida de la vida. Este hace que se retire de alguna manera de estas conductas, al verse el significado de la pérdida de la vida, frenando su relación con el ambiente al que se ha estado expuesto.

La auto descripción que realiza K está sujeta a la manera que como hijos suelen mostrarse: más inhibidos, en contraposición con la actitud desplegada por el padre facilitando fumar en la casa, orientándolos en que el consumo no es malo, habilitando el hogar como un lugar para realizarlo, incluyendo mitos como considerar el consumo un asunto de juventud, compartiéndoles sus experiencias en instituciones y sus consiguientes recaídas. Con lo cual derrumban aún más los límites, tornándose obnijustificativos, situación que causa desconcierto en los adolescentes.

Se evidencian estresores por la vivencia de cambios y transiciones dados en la entrada y salida de personas significativas en su convivencia, el cambio de colegio y con este, con el grupo de coetáneos, de barrio y de amigos, siendo ocasionalmente parentalizados.; acción que ocasiona que los hermanos bajo su cuidado sean puestos en protección.

Bajo el consumo K incluyó otras sustancias: el alcohol, la cerveza o el vino. También entabló relaciones sexuales, posterior al uso del cigarrillo consumió otras sustancias como «pegante , bareta , bazuco «. En el pegante se inició y este es consumido hasta lograr la alteración sensoperceptiva. Entre los elementos que manejó para la agresión o para la defensa de amigos, se encuentran chapas, cuchillos, piedra, botella y armas de fuego.

Hay una demanda como adolescente a la sociedad o a la institucionalidad , en el que el subsistema, los hijos, esperan que «alguien», en este caso el Estado haga algo para defenderlos del caos familiar, situación que resulta paradójica teniendo en cuenta que constitucionalmente la familia es por esencia el núcleo fundamental de la sociedad y se privilegia su protección.

Se considera que dentro de la ayuda que puede recibir de la institución está la de prepararla, ayudarla en su cambio de estilo de vida, no desvincularla y en caso de sentirse «mal», poder tener contacto con la institución o si presentara sintomatología ansiosa ser atendida, no ser desconectada, que la institución esté presente con apoyo, que haga presencia.

Se asume que en la familia hay como un irse entrenando, para que les sea menos sorpresivo encontrase con el hecho de que un miembro consume; esta forma implica un conocimiento sensorial, al parecer, más que conductual o interaccional.

La prospectiva que se hace la adolescente es verse desintegrada de la familia, sin ellos, en otro lugar o haber perdido la vida. En ese pasaje del consumo reconoce que ha interactuado de forma agresiva y ha establecido trato con personas agresivas, dejando instaladas malas relaciones.

Se considera que la familia puede ayudar a salir del consumo con estímulo, reconociendo la importancia de darse una nueva oportunidad al salir del mismo, compartiendo, considerándose próxima y de esta forma hay sensación de sentirse apoyada por parte de padres y hermanos.

Dentro de las condiciones que han comprometido la salud de la adolescente, con relación al consumo, se encuentra enfrentar un abuso sexual con hospitalización por presentar hepatitis A., describiendo acompañamiento de la madre.

Al considerar la forma en que su experiencia de consumo podría ayudar, por ejemplo, a un hijo, cree que es a través de su mismo aprendizaje el cual tiene que ver con el dar diversas soluciones ante un problema. Ha aprendido que hay soluciones que para ella estaban ocultas. Entiende que hay soluciones que no se ven, otras que no son o que se obtienen sin la mejor intensión, considerando que no se ven a simple vista y que parte de la solución se encuentra en la metáfora de «no darle la espalda a los problemas».

Las razones para estar institucionalizada han sido el hurto, el consumo crítico del pegante junto con la presencia de un episodio psicótico. Hay un tránsito entre el hospital y la institución a la que se ha entregado o, mejor, se ha institucionalizado; alcanza a percibirse en detrimento físico, como estar delgada y en malas condiciones higiénicas, aspecto que ayuda a vincularse con la institucionalización. También ante amenaza parental, holón que finalmente contacta a la policía. Tocar fondo o estar cerca de la muerte son considerados factores que promueven el cambio.

El afecto se describe como lo que observan cuando la familia o algún miembro están interesados. Se hace la descripción de palabras cariñosas, nuevamente es la figura paterna quien muestra o quien considera que tiene interés para ella. Este interés se convierte en exigencia en el que se evalúa hasta dónde va; se presenta un grado de exigencia para conocer el interés.

La institucionalización consiste en lograr llamar la atención de los padres. Por ejemplo, se dice que el padre por destinar bastante tiempo a trabajar y por ser poco expresivo, es considerado como una persona que podría dejarla institucionalizada. Al parecer, por recibir apoyo de la familia hace que la recaída sea peor; es como si estuvieran esperando dicha respuesta. De no ser objeto de atención y cuidado por los padres, puede llegar a ser declarada en abandono, lo cual promueve el planeamiento de que pueda darse una fuga, presentando como alternativa la vida en la calle, el consumo de alucinógenos y viviendo en el centro de la ciudad o de la prostitución.

Cabe destacar que se hace un uso de una jerga específica con palabras como voliar [realizar una acción], chirri [cigarrillo], pana [compañero], reperiquiada [bastante consumo], plones [una aspiración de marihuana], baretica [marihuana], farriar [divertirse], bonche [pelea], bailado [puño, golpe], nenas [muchachas], parche [grupo de compañeros] desparche [sin hacer nada]. Lenguaje que puede resultar útil al momento de una valoración psicojurídica para establecer aspectos del examen mental. Su prospección está muy acorde con el grupo de su edad y se centra en estudiar o trabajar para ayudar al padre.

La relación entre acción violenta y consumo de sustancias psicoactivas, está marcada por la ingesta de alcohol, desde el día anterior, en forma posterior al consumo de sustancias, antes de un evento violento como «apuñalear», lo cual produce mayor nivel de agresión según lo menciona. Circunstancia que de ser analizada a luz de la responsabilidad penal, actuaría de manera directa para vincularla con dicho sistema.

En este punto es importante anotar que hay un bloque de constitucionalidad en asunto de niños, niñas y adolescentes como la Convención sobre los Derechos del Niño, las Reglas de Beijing, las Directrices de Riad, las Reglas de la Habana y las Reglas de Tokio, las cuales componen la propuesta que las Naciones Unidas impulsan en los temas de Justicia Penal para Niños, Niñas y Adolescentes.

En el supuesto caso que se abordara el hecho delictual, desde la psicología forense podríamos decir que su accionar estuvo planeado, debido a que premeditó llevar la «cabra» que denominó como navaja al describir el hecho, refirió con detalle con quién estaba, el lugar a donde se dirigió, lo que hizo, con quién interactuó, el día en que se encontraba y la huida.

Sorprende entonces su responsabilidad penal, (claro yo vi, yo vi cuando, o sea un chino [muchacho] que yo no veía hace rato que era un amigo mío, que yo no veía hace rato, rato, que era un chino re jum, entonces claro cuando yo vi que un amigo, el chino que apuñalie le rompieron una botella acá en la cara, huy yo me ofendí cuando le vi toda esa cara abierta, claro entonces yo saque la, la, la navaja y yo se la abrí entonces yo le, yo le dije bueno gonorrea entonces).

En realidad este tipo de casos normalmente no llega para evaluación forense, es regularmente un equipo técnico e interdisciplinario que interviene en esta serie de circunstancias, en atención a que la capacidad de los niños, niñas y adolescentes, para responder penalmente estaría inscrita en la categoría de inimputables y por esa ruta es necesario suministrar un tratamiento especial, protector en razón de la edad o definiendo que son imputables responsables penalmente, y en tal sentido imponiéndoseles penas o sanciones de carácter especial.

En este punto es importante considerar la imputabilidad como la capacidad de culpabilidad o capacidad de comprender la ilicitud del hecho y de actuar conforme a dicha comprensión o, como lo interpretan algunos conocedores, como la capacidad de motivación, entendiendo que los seres humanos obtienen tal capacidad en la medida que evoluciona hacia la vida adulta de manera que atravesando de la niñez a la adolescencia adquiere gradualmente esa capacidad y se puede indicar que le es exigible responder.

En este sentido, las ciencias sociales, y en particular la Psicología, relevan la manera en que la capacidad se va constituyendo. Por ejemplo, la psicología evolutiva establece que cuando el adolescente supera los 14 años, va alcanzando la suficiente capacidad intelectual y volitiva que se convierte en capacidad para empezar a responder ante la sociedad por los hechos que realice en contra de ella.

Con el análisis del caso es preciso reconocer en K, la necesidad de protección integral como sujeto de derechos en constante proceso de desarrollo, sin dejar de lado que es responsable y que existen sanciones privativas.

Análisis del caso, resultados y conclusiones

El distanciamiento emocional y geográfico equivale a decir que la cohesión familiar, desde el punto de vista del vínculo o el apego, de los tiempos, espacios, actividades o decisiones no son compartidas. De tal manera que desde el enfoque estructural, esta familia presenta dificultades en la cohesión, elemento fundamental como significado de salud en la familia.

Lo disfuncional, que hace que surja para K el «caos» y que de alguna manera explica su «consumo», es la sumatoria de elementos estructurales ausentes, precisamente no delimitados, no funcionales. El tiempo o el largo tiempo de exposición a estas condiciones adversas también sirven para sugerir que las personas o las entidades pueden evaluarlo rápidamente y minimizar sus repercusiones.

La intervención del Estado o del macrosistema, a través de las figuras jurídicas como las medidas de protección, que a la postre, distancian el vínculo fraterno, resultan más caótico y fracturan sus funciones. Vale la pena mencionar que en la Teoría Ecológica de Bronfenbrenner (1979,) cada persona es afectada de modo significativo por las interacciones de una serie de sistemas que se superponen, como los Microsistemas que configuran en forma inmediata el desarrollo humano e incluyen a la familia, el barrio o el colegio. Por su parte, los Mesosistemas son las interacciones entre los microsistemas, por ejemplo, la que se realiza entre personas como padres y docentes. Los Exosistemas contienen redes externas superiores a las anteriores como las organizaciones del barrio. Y el Macrosistema: lo conforma los valores culturales y políticos de una sociedad, los patrones económicos y contextos sociales.

Es crítico encontrar que el acercamiento de los padres, del holón parental, reviste dificultades tan complejas de superar, que dan paso a que la adolescente prefiera su separación. Entonces su devenir está acentuado en la monoparentalidad citada por Jiménez, A. (2005) «como aquellos hogares formados por un padre o una madre solos que viven con sus hijos inmaduros (Flaquer, 1999) o aquellas familias en las que sólo hay un progenitor que cohabita con los hijos sin la presencia fija de la pareja y en presencia de por lo menos un hijo que no ha alcanzado los 18 años (González, 2001).

Se evidenció ansiedad e intolerancia hacia los miembros de la familia, inclusive del holon fraterno y el espacio de reunión o, simplemente, el espacio del hogar se configura como «ahogo» y por ello hay la necesidad de salir de él.

El subsistema fraterno se caracteriza porque en él se realiza la función parentalizada. A este respecto, a propósito de las características de las familias desligadas, Minuchín (1982) ha descrito que los límites que distancian el holón parental del de los hijos, se borra de modo inadecuado; los roles de padres y de cónyuges suelen no estar bien delimitados. En ese orden de ideas, los hijos no se distinguen sobre la base de la edad o grado de madurez, de manera que el holón fraterno no puede apoyar apropiadamente al mecanismo socializante.

A nivel del subsistema fraterno, se encuentra una movilización hacia el consumo cuando, asimismo se vivencia consumo a nivel parental o cuando se vivencia la familia como un caos, por la vinculación con el consumo.

El significado que se da al consumo es relacional, dado que los adolescentes interrelacionan y establecen otra serie de actividades. Se suma establecer vínculos afectivos, asociados a la ingesta de licor y al inicio en la vida sexual, sin claridad de parte y parte, lo que produce frustración en las relaciones.

El análisis del caso deja entrever conexiones tales como el significado que adquiere la deserción. Es decir, el inicio de la deserción significa estar «chiquitas» en su carrera del consumo, es como la forma de iniciarse. «Capar» significa iniciar, significa ser chiquita ante el hecho del consumo. Sería entonces recomendable detectarla y realizar la mayor contención, antes de pasar a conductas más graves.

Cabe aquí hacerse la pregunta: ¿qué hace que los adolescentes se vean involucrados en actividades delictivas?

Al respecto la Psicología Social a través de sus respuestas como la descrita por Clemente (1995) informa de «dos grandes tipos de explicaciones, la primera de corte individualista y la segunda más bien grupal».

Desde la primera perspectiva se determina la posibilidad que tiene una persona de alcanzar sus objetivos por los procedimientos institucionalizados, si la posibilidad es baja o no existe, intenta buscar si hay o no oportunidades que favorezcan el logro de su fin dejando de lado las vías institucionales, luego busca el grado de dificultad de la acción y calcula el nivel de eficacia del control, en este caso de ser detenido. Así las cosas terminarían en la comisión del delito. Si se da la neutralización psicológica del resultado de la comisión; si es efectiva se puede pensar que no ha hecho algo malo, y ello refuerza su acción de manera positiva, pero si hay una caracterización negativa puede que la persona no vuelva a implicarse en acciones parecidas.

La explicación grupal parte precisamente que existen actividades que sugieren satisfacción en grupo, aunado a acciones que develan rechazo a los organismos sociales, entonces se consigue una adherencia o consigue que le sigan en sus indicaciones. Se puede apreciar dicha explicación en la Figura 1.

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Fuente: Tomado del libro «Estudio psicosocial de la delincuencia», Miguel Clemente.

Esta teoría explica no solo el inicio en el consumo sino en actividades delictivas marcados por el interés que ancla el adolescente, en el hecho que una persona de su mismo género y del grupo de pares consuma. Este indicador también puede actuar como señal para establecer mayores límites. Puede ubicarse en un momento anterior.

Lo que sí es importante destacar es que en la política pública de sustancias psicoactivas en el Distrito Capital, debe primar la atención o el seguimiento en estos particulares momentos críticos para evitar, entre otras cosas, que se generen diversas alteraciones, como las descritas por K.

En cuanto a la comunicación se evidencia que cuando el subsistema parento-filial es consumidor, como en este caso, el sistema de comunicación gira en torno al consumo.

Finalmente, la relación entre consumo y delitos desde el punto de vista adquisitivo puede ser objeto que sirva de justificación y eventualmente de atenuante.

Referencias

Bronfenbrenner, U. (1987). La ecología del desarrollo humano. Buenos Aires. Paidos

Ferriols, R. Ferriols, F. (2005). Escribir y publicar un artículo científico y original. Ediciones Mayo.

Jiménez, A. (2005). Modelos y realidades de la familia actual. Madrid. Fundamentos.

Minuchin, S. (1982). Familias y Terapia Familiar. Buenos Aires. Gedisa.

Minuchin, P. Colapinto, J. Minuchin, S. (2009). Pobreza, institución, familia. Buenos Aires. Amorrortu.

Morales, J. (1995). Psicologia Social. Madrid. Editora McGraw Hill.

República de Colombia: Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) (2009). Estudio de consumo de sustancias psicoactivas en adolescentes infractores de la ley en Colombia – 2009. Bogotá D.C.

República de Colombia: Dirección Nacional de Estupefacientes y Ministerio de la Protección Social (2009). Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia – 2008. Bogotá: Editora Guadalupe.

Sánchez, M. Valencia, S. (2007). Lectura sistémica sobre familia y el patrón de la violencia. Manizales. Editorial Universidad de Caldas.

Sename. Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE) de Chile. (2002). Estudio acerca de la magnitud del consumo y factores asociados al uso de drogas en la población.

Sename. Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE) de Chile. (2002). Estudio de prevalencia y factores asociados en adolescentes infractores de ley. Santiago de Chile, enero de 2007.

Stanton, M. Todd, T. y col. (1988). Terapia Familiar del abuso y adicción a las drogas. Buenos Aires. Gedisa.

Citar:

Parra, C. (2013,  22 de julio). Estructura familiar de una adolescente consumidora en conflicto con la ley penal e interacciones psicojurí­dicas Revista PsicologiaCientifica.com, 15(10). Disponible en: https://psicologiacientifica.com/estructura-familiar-adolescente-consumidora-conflicto-la-ley

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