Reflexiones teóricas acerca de la problemática padre-hijo homosexual en edad adolescente

Yuliuva Hernández García
Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa, Cuba

Resumen

El presente trabajo constituye una aproximación teórica inicial a la problemática del homosexual masculino en edad adolescente con su familia, desde el análisis de la relación padre-hijo, sobre la base del enfoque de las relaciones de género en la sociedad cubana actual. Esta investigación pretende realizar un acercamiento a la problemática desde la Psicología con el propósito de ayudar a padres e hijos a vivir una vida de salud y amor.

Palabras clave: homosexualidad, relaciones familiares.

La sexualidad humana constituye un fenómeno amplio. Parte importante de ella es la orientación sexual que es la preferencia y/o el deseo sexual por personas del mismo sexo o del sexo opuesto. En ella interviene un proceso interno (el deseo) y el aprendizaje social. Las distintas personas tienen orientaciones sexuales diferentes, y de forma general existen tres orientaciones sexuales básicas:

1. Heterosexualidad: significa que una persona siente atracción por personas del sexo opuesto.

2. Homosexualidad: significa que una persona siente atracción por personas del mismo sexo.

3. Bisexualidad: significa que una persona siente igual atracción por ambos sexos.

Para la mayoría de las personas, solo la heterosexualidad sería la orientación sexual normal, pues es la más frecuente y se está educado para ello. La homosexualidad, no corre el mismo destino a pesar de ser también orientación sexual, afrontando problemas muy profundos y discriminatorios que engendran toda una gama de malestares, tristezas y conflictos en quienes la poseen.

La homosexualidad es una de las formas de la sexualidad humana, y tanto esta como los problemas que tiene asociados son tan antiguos casi como el hombre mismo. La historia recoge en sus páginas todo el devenir este fenómeno, de cómo ha sido tratado en dependencia del momento histórico-social concreto. Este grupo humano ha sido sometido a la marginación, al maltrato, a la tortura incluso, y a diversos pseudo tratamientos que muchas veces adicionaron más problemas a los ya existentes.

La actitud que se adoptaba en el pasado frente a la homosexualidad, hoy no es exactamente la misma, ya que oscila entre la aceptación y la condena. En la actualidad, los homosexuales constituyen uno de los grupos humanos que afronta prejuicios sociales, religiosos y legales, siendo identificado por la sociedad solo por esa condición sin importar raza, realidad social, mental, religiosa, educativa, ni su calidad como seres humanos.

Muchos observadores han señalado la década de 1960 como la época en que se inició la revolución sexual dada la influencia de factores tales como la facilidad para conseguir píldoras anticonceptivas, el movimiento juvenil de protesta, el auge renovado del feminismo y una actitud más franca. También se señala que es probable que uno de los logros más significativos de esta liberación sexual, haya sido el que se pueda hablar, discutir y analizar el tema de la homosexualidad, al menos, con libertad, sin temor a la represión social, recurriendo a la verdad que da la experiencia científica y con el respeto inalienable a los derechos humanos.

Es necesario que nos percatemos de que no se trata de una rareza. Las estadísticas han mostrado que a nivel mundial la cifra de homosexuales oscila entre el 2% y el 10% de la población entre femeninos y masculinos, aproximadamente. Muchos medios científicos han priorizado a lo largo del estudio de la homosexualidad, sus posibles causas a partir de la premisa errada de estudiarla como una enfermedad. Afortunadamente, la modernidad ha dado paso a la verdad, brindándole a la ciencia la posibilidad de sobrepasar el dogma y el prejuicio social, y en los momentos actuales se ha llegado a entender el fenómeno desde un enfoque más dinámico e integral y no como un hecho determinado por un único factor.

Pero el problema de la homosexualidad es mucho más complejo y no se limita a sus posibles causas o la configuración subjetiva de la misma en las personas que la practican. Resulta significativo cómo el conocer la tendencia homosexual, o la homosexualidad propiamente, altera la dinámica de la relación y los vínculos padre-hijo homosexual. Por ello, también se hace contradictorio cómo en muchos países del mundo se aboga hoy por la legalización del derecho del homosexual a ejercer la paternidad (1), el reconocimiento legal de sus uniones, y otros, cuando aún no ha podido ganarse la lucha por la aceptación plena y desprejuiciada del homosexual por la sociedad y la familia en especial.

La lucha de los homosexuales (como grupo o a nivel individual) es muy grande. Se necesita de mucha firmeza y valor para enfrentarse a todos las barreras y pruebas a las que son sometidos los homosexuales, incluso por la propia familia cuando no los acepta. Lo más significativo es saber, de lo cual no escapan los padres en esta situación, que las investigaciones han demostrado que las actitudes negativas hacia los homosexuales no se basan en experiencias propias, sino más bien en estereotipos (2). No estamos educados para ser homosexuales ni aceptarla fácilmente.

Cuba, por su parte, no constituye la excepción de la regla. Nuestra sociedad, no puede decirse que no contaba entre su población con personas homosexuales; solo que la actitud de ellos como individuos era más discreta y la conducta social más desaprobadora del hecho. A raíz de la crisis económica de los 90 y la necesidad de incursionar en otras industrias alternativas como la turística, el fenómeno comenzó a hacerse más visible y abierto.

En la actualidad, la visión sobre la homosexualidad ha tenido una apertura relativa en nuestro país. Pero, nuevamente, volvemos casi de forma inevitable al tema en cuestión: que un homosexual salga a la luz pública, que comunique a otros su verdadera orientación sexual, en específico a sus padres, implica un colapso en las relaciones paterno-filiales, que puede terminar con un rechazo, en ocasiones definitivo, a los hijos.

Habría que preguntarse entonces hasta qué punto existe una apertura real al fenómeno desde lo afectivo-individual.

Ante todas estas cuestiones de indudable importancia es que se pretende desarrollar este trabajo, sobre la base de la reflexión teórica propia de los elementos considerados principales que caracterizan la relación padre-hijo homosexual adolescente, dada la vigencia extraordinaria de este fenómeno en nuestra sociedad actual. El presente documento no constituye una investigación acabada, es, más bien, una aproximación inicial al tema, que busca dar paso a nuevos trabajos afines y otros no tanto. Queremos brindar a padres e hijos un espacio para la reflexión profunda que permita una reestructuración del sistema de valores, principios ideológicos y morales que rompan definitivamente con falsas concepciones acerca de la sexualidad humana y la vida en general, que conlleven a una vida saludable, en tanto completo bienestar biológico, psicológico, social y ecológico.

La homosexualidad masculina

La sexualidad humana

Para tratar el tema de la homosexualidad se hace necesario, ante todo, comenzar con una revisión de las reflexiones acerca de la sexualidad humana, dado su importancia en la comprensión y tratamiento del problema de la homosexualidad. La sexualidad humana ha constituido durante mucho tiempo, un importante y complejo objeto de análisis para los científicos del mundo, y también para las personas en su vida cotidiana. Las concepciones actuales sobre la sexualidad del hombre han abandonado la perspectiva exclusivamente biológica de los inicios e inclusive, la visión centralmente psicológica que dominó los debates teóricos por muchas décadas. Actualmente, se reconoce que la sexualidad humana debe ser observada en distintos niveles. A nivel individual, la sexualidad representa la forma en que una persona estando físicamente equipada como ser sexuado (dimensión biológica) experimenta sus deseos sexuales y reflexiona (dimensión psicológica) sobre el significado y calidad de sus experiencias sexuales, a la luz de las normas sociales y las representaciones culturales dominantes sobre el tema (dimensión social). A nivel colectivo, por otro lado, la sexualidad humana es una parte de la cultura, ya que toda cultura incluye un conjunto de representaciones, ideologías, normas y significados vinculados a contenidos sexuales, los cuales organizan la visión de lo sexual dentro de la cual todos los sujetos formados dentro de dicha cultura, son socializados (3).

La ideología sexual tradicional en Occidente es fundamentalmente restrictiva y se estructura sobre una base moral estoica donde la sexualidad legítima es exclusivamente heterosexual y se limita a lo genital y a su función reproductora permitida solo dentro del matrimonio. Sus raíces más profundas se encuentran en la tradición judeocristiana. No obstante, esta ideología ha experimentado cambios rápidos en las últimas décadas, casi homogéneamente en la dirección de una mayor tolerancia hacia las opciones individuales y la diversidad.

Una de las vertientes fundamentales de este cambio ha estado relacionada con el desarrollo de concepciones en torno a la salud sexual y reproductiva y más recientemente en torno a los derechos sexuales y reproductivos. Hasta hace tiempos, bastante recientes, el único criterio de salud sexual era el propuesto por la moral, considerándose como saludables aquellas conductas sexuales que coincidían con las prescripciones morales, y patológicas o degenerativas, aquellas contrarias a la moral.

Para la Organización Mundial de la Salud (1975), salud sexual es la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual, a través de medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor (4).

Perspectiva histórica de la homosexualidad masculina

El nuevo examen que se ha realizado a muchos de los documentos y obras de la «tan debatida antigüedad griega y romana» ha considerado que el rechazo a la homosexualidad no es exclusivo de nuestros tiempos. Se ha planteado que en Grecia, por ejemplo, la homosexualidad fue objeto también de burlas, lo cual se deduce de las comedias de Aristófanes, o las de Platón, donde se hace referencia a la abstención de relaciones con personas del mismo sexo por ser dispuesto por las leyes; aunque también se explica que es necesario aclarar que puede cuestionarse la veracidad de estas expresiones por el abismo que siempre ha existido entre la moralidad popular y la filosofía moral.

Más acertada, según los estudiosos, es la posibilidad de que la conducta homosexual haya sido el producto de una política misógina, un desprecio hacia las mujeres por ser consideradas inferiores a los hombres y también como fuente de corrupción, lo cual podría haber inducido a muchos varones a llevar una relación de tipo homosexual.

En la primera época del Imperio Romano no parece que la homosexualidad estuviese regulada por la ley, y las prácticas homosexuales eran algo corriente. En el seno de las clases más altas el matrimonio entre dos hombres o dos mujeres se aceptaba legal y socialmente, y varios emperadores, como Nerón, estuvieron casados con varones. También se plantea que prácticamente desde sus orígenes, el Cristianismo condenó tajantemente y persiguió las prácticas homosexuales, sin embargo, John Baswell (1980) argumenta que a lo largo de muchos siglos la Europa Católica no mostró hostilidad contra los hábitos homosexuales.

Sin embargo, los gestos femeninos de los hombres y masculinos de las mujeres, eran severamente reprimidos y, para fortalecer la imagen del hijo varón, este era educado duramente por el abuelo o un esclavo, para evitar hacerlos blandos en su contacto con los padres. Por consiguiente, la cultura romana tampoco fue tan libertina con los homosexuales como algunos suponen por las obras, descripciones y relatos de la época, puesto que el temor de ser visto o reconocido como alguien que tomaba posiciones serviles podía serle reprochado pudiendo esto llevarlo hasta la muerte por ejecución pública.

El problema de la homosexualidad se agudiza de gran manera y es arrastrado hasta nuestros días, a partir de la primera descarga de la Iglesia contra la orientación homosexual, que provino de los escritos de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, quienes declararon que los actos sexuales no destinados a la procreación eran contrarios a la naturaleza y, por ello, pecaminosos. Sobre la base de este argumento la Iglesia Católica ejerció considerable poder en la regulación y castigo de la conducta sexual.

Durante la Edad Media, la acusación de «homosexual» fue una de las armas que esgrimió la Inquisición. Estas confesiones dadas por las víctimas sospechosas, se utilizaban para presentar a los supuestos homosexuales como individuos que además de pervertidos, eran herejes y traidores (Korler, 1980).

Las actitudes negativas frente a la homosexualidad generadas por los postulados religiosos, dominaron el pensamiento Occidental hasta los siglos XVIII y XIX en que apuntó la tendencia de tratarla como una enfermedad. (Bullough, 1978).

El cambio de visión se limitó a reemplazar la palabra pecado por enfermedad. En los inicios del siglo XX se había extendido la noción de que era congénito.

Teorías etiológicas sobre la homosexualidad

Teorías acerca de las causas que generan la homosexualidad existen muchas, que van desde las que defienden el factor genético como origen, las que privilegian el medio socioambiental, las teorías psicológicas, entre otras; pero considero que lo fundamental es, citando a los investigadores del Instituto para la Investigación Sexual de la Universidad de Indiana, fundado por el propio Kinsey, que «se entiende mejor a los hombres y las mujeres homosexuales, cuando se les considera como seres humanos completos y no únicamente en términos de su comportamiento sexual.«

Asimismo, en el año 1965, Michael Scholfield concluyó sus estudios comparativos entre tres tipos de homosexuales afirmando que: «La homosexualidad es una condición que en sí misma solo tiene efectos menores sobre el desarrollo de la personalidad. Pero las actitudes, no del homosexual, sino de las personas hacia esta condición, crean una situación que puede tener un efecto profundo en el desarrollo de la personalidad y puede conducir a un deterioro del carácter de un género que impide la integración efectiva en la comunidad (…) Muchos de los problemas que abruman al homosexual son creados por la hostilidad de la sociedad».

Aportes del post-estructuralismo de Focault y otras vertientes recientes

Se trata de una aproximación teórica de la sexualidad en general, y la homosexualidad en particular en el marco de su Sociología Histórica Post-Estructuralista. Sus estudios permitieron reconocer que, pese a que aparentemente habían existido comportamientos homosexuales en todas las sociedades y en todos los tiempos, las ideologías y los significados en torno a tales conductas variaban enormemente. No había así una homosexualidad esencial, sino esta era, en buena medida, un producto histórico, cambiante en el tiempo y con particularidades locales. Incluso dentro de una misma sociedad, diferentes grupos de individuos podían compartir un comportamiento homosexual sin compartir en la misma medida una identidad sexual, un rol de género (un grado visible de masculinidad o feminidad), o una asignación de significados a tal comportamiento homosexual. Ello terminó por establecer la creciente legitimidad de la concepción actual sobre la diversidad sexual en general, y sobre la diversidad homosexual en particular.

En los noventa, se incorporó el término Hombres que tienen Sexo con otros Hombres (HSH) que hace referencia a esta diversidad de homosexualidades, a partir de la diferencia de identidades y significados, sin que exista un consenso respecto al la utilidad o legitimidad política de su empleo. Basándose en ello Neil Mckenna, en el libro On the Margins (Panos, 1996), presentó una de las clasificaciones que mejor engloba, según los especialistas, el concepto de homosexualidades:

– Hombres que se definen a sí mismos como homosexuales

– Hombres que se definen a sí mismos como bisexuales

– Hombres que dicen que han tenido sexo con otros hombres

– Hombres trabajadores sexuales

– Niños varones de la calle que venden sexo a hombres

– Hombres que han tenido sexo con hombres trabajadores sexuales

– Hombres que han tenido sexo con niños callejeros varones

– Jóvenes adolescentes varones que tienen sexo con otros jóvenes

– Travestis y transexuales masculinos

– Hombres prisioneros que han tenido sexo con otros prisioneros

Posición personal ante el tema

Como se puede apreciar, el tema de la homosexualidad ha sido ampliamente analizado por diversos científicos y en la actualidad se conoce que su origen tiene un carácter multicausal. De cierta forma, todos los autores que se han dedicado a la investigación del fenómeno han hecho importantes aportes al enriquecimiento acerca de las concepciones del mismo. Desde nuestra posición dialéctica, encuentro en especial muy acertada la visión que ofreció A. Kinsey con su Continuo hetero-homosexual de los seres humanos, y los resultados posteriores que arrojaron las investigaciones del Instituto que lleva su nombre. Asimismo, considero que Michael Focault y Neil Mckenna contribuyen a reforzar la visión del Continuo hetero-homosexual de Kinsey y las investigaciones del Instituto, al considerara que no existe una homosexualidad esencial sino que esta es un producto histórico-cultural, con un carácter muy específico en cada sociedad.

Es por eso que, sobre la base de todo lo anteriormente expuesto, considero que, sin obviar la importancia del estudio de las causas de la homosexualidad, este es un fenómeno que no puede limitarse a la simple búsqueda de su origen sino que es una problemática que demanda una comprensión integral «como seres humanos completos y no únicamente en términos de su comportamiento sexual», teniendo en cuenta la esencia personal única y multivariada de la sexualidad sin destinos prefijados mecánicamente por la naturaleza y la cultura, enfatizando el rol de actor principal del individuo en la selección de sus límites o formas particulares de vivir su sexualidad, atendiendo a toda la riqueza de sus necesidades y posibilidades ( Enfoque Humanista Crítico de la Sexualidad).

La homosexualidad masculina y los padres

Existe una gran diferencia entre descubrir la homosexualidad y aceptarla. Algunos hombres y mujeres homosexuales no tienen el menor problema en este sentido, pero son muchos los que luchan contra la idea y soportan la incertidumbre de las consecuencias de ser homosexual en una sociedad heterosexual. Cabría preguntar entonces: ¿Por qué no se acepta la homosexualidad?

Considero que buena parte de esa explicación se encuentra en el problema de las representaciones sociales asociadas desde nuestra cultura, al problema de los roles de género y su desempeño, y en la normalización de muchos eventos de la vida cotidiana como parte del inconsciente colectivo, las representaciones sociales relativas a la sexualidad, y la homosexualidad en específico, son bastante estándares en los diversos grupos de nuestra sociedad, y en ella misma de forma general. Tienen una parte originada en la transmisión social, pero la experiencia directa del sujeto las transforma y codifica en una imagen de características estructuradas y muy influida por las percepciones y actitudes del sujeto que la vivencia.

Cuando un individuo nace, a partir del sexo de asignación, comienzan toda una serie de asociaciones que se reproducirán cotidianamente durante la infancia, la adolescencia, la adultez y la vejez, y que influirán en la vida de las personas de forma determinante. El nombre, la ropa, los juguetes, variarán según se trate de uno u otro sexo y son el resultado de un proceso histórico estereotipado por la sociedad encasillando conductas y atributos masculinos o femeninos, con lo cual vamos configurando nuestras representaciones sociales sobre la sexualidad. Con ello, se establecen diferencias con respecto al lugar que ocupará cada uno en el seno de la familia, atribuibles a su sexo de asignación, como resultado de la representación social que existe en el imaginario social de los roles de género que los niños asumirán como propias, que modificarán o no de acuerdo con el desarrollo de su personalidad.

El género abarca todo el conjunto de características, de oportunidades y expectativas que un grupo social asigna a las personas, y que estas asumen como propias basándose en las características biológicas de su sexo. El género de una persona es esencialmente una construcción social -no natural- que varía de un grupo social a otro y de una época a otra. Se construye mediante procesos sociales de comunicación y es transmitido a través de formas sutiles durante los procesos de crianza y educación. La identidad de género representa la autoconciencia y el sentimiento de la propia individualidad, o sea, la convicción de la pertenencia a un determinado género.

Los rasgos asociados al género son interiorizados como pautas incuestionables promovidos a través de los mitos: mujer-madre, varón-héroe (representaciones sociales). Se forjan así los ideales que son subjetivizados y que conforman el modelo de «lo deseado». Todo este proceso social está invisivilizado ya que se naturalizan o se esencializan cualidades y actitudes como inherentes a la naturaleza y esencia del hombre o la mujer.

La normativa genérica presenta a los varones como naturalmente machistas, narcisistas, omnipotentes, impenetrables, arriesgados, omitiendo que ellos (como las mujeres) están sometidos al lugar asignado desde un discurso social de características patriarcales. Dicha normativa promueve que ser hombre es saber, poder y tener, cuanto más, más hombre, y si no quiere o no puede ajustarse a estos rasgos será débil, fracasado, o lo peor, ¡homosexual! (Revista Sexología y Sociedad, 1996).

«Importa si somos homosexuales o heterosexuales, todos hemos interiorizado los mismos conceptos sobre sexualidad y sobre homosexualidad, incluidos los prejuicios correspondientes y las prohibiciones que nuestra sociedad nos impone. Somos conscientes incluso de cuando transgredimos la norma y cuando la cumplimos«. Tal es así que se plantea que los homosexuales tienden a reproducir en sus relaciones de pareja los roles que la cultura dominante ha asignado a hombres y mujeres.

La impronta cultural se graba en lo más profundo de nosotros mismos, impidiéndonos valorar con ecuanimidad los comportamientos que se salen fuera de la norma. Por otro lado, la misma sociedad tiene un segundo sistema de control de los individuos, mediante el cual castiga a aquellas personas que se salen de la norma, imponiéndoles penas progresivamente más graves dependiendo del grado de importancia que la sociedad atribuye a las leyes transgredidas. La combinación de ambos elementos, el control interno y externo, limita la posibilidad de actuación sexual efectiva de los individuos, imponiéndoles el cumplimiento de la norma heterosexual-reproductiva, la adecuada y deseable, según nuestro sistema cultural.

Los comportamientos homosexuales chocan frontalmente contra todo el sistema cultural de nuestra sociedad, interfiriendo y poniendo en cuestión, normas que se han considerado básicas e inmutables. La homosexualidad es la demostración práctica de que tanto las relaciones sexuales como el sistema de géneros son flexibles, no están fijados de forma absoluta y, por lo tanto, pueden ser modificadas por los individuos en función de sus necesidades (6).

Cualquier comportamiento no heterosexual y, por lo tanto, toda persona con deseos homosexuales, transgrede y cuestiona una serie de representaciones transmitidas por un proceso inconsciente colectivo de nuestros abuelos a nuestros padres, y de estos a nosotros, en las cuales se apoya nuestra sociedad; de ahí que, romper con estas representaciones, implique la desestructuración de todo un sistema considerado inmutable y que a los padres les cuesta mucho restablecer. Las causas principales, desde un punto de vista sociopsicólogico de la visión negativa de este hecho, son:

– Transgrede la norma reproductiva.

– Interfiere el contrato matrimonial clásico y el sistema de herencia consecuente.

– Se enfrenta a la normativa religiosa de nuestra cultura (es pecado).

– Confunde la norma sobre el reparto de roles sexuales en que se basa nuestra organización social del trabajo.

– No hay definido rol en nuestra sociedad al que estas personas puedan acogerse. No hay normas sobre como actuar o cómo vivir, lo que implica la inexistencia de una forma correcta de comportarse.

– Confunde la idea de los sexos y sus caracteres activo/masculino-pasivo/femenino y, especialmente, cuestiona la norma patriarcal según la cual el hombre-heterosexual-padre-activo ostenta el poder familiar y social.

La relación padre-hijo

El problema de la homosexualidad ha sido estudiado desde enfoques etiológicos, caracterológicos, sociológicos, tanto en su dimensión individual como grupal. Sin embargo, pocas investigaciones existen acerca de las características de la relación entre los padres y sus hijos homosexuales, su historicidad, cómo es la dinámica de esta diada, o cuáles son sus principales problemas.

La vida cotidiana de nuestra sociedad afrontar la realidad de que un hijo es homosexual, resulta muy complejo y se aleja un tanto de lo esperado teórica y éticamente, matizado por un conjunto de variables que inciden directamente en este problema. Así, considero que la relación padre-hijo homosexual se erigirá a partir de las características de una historia de vida anterior, la comunicación, el vínculo, las representaciones sociales acerca de la sexualidad y la vida en general, las expectativas, conflictos y formas de resolución, y situaciones actuales.

La familia es uno de esos espacios donde se encuentran, padres e hijos, para formar parte del proceso de enseñanza-aprendizaje. Así, la familia se constituye un escenario sociocultural (Lave, 1991; Lacasa, 1994; Rodrigo, 1997) que se define como un entorno espacio-temporal que contiene un rico entramado de relaciones, motivos y metas, que realizan actividades y tareas significativas para la cultura y que, siguiendo determinados formatos interactivos y tipos de discurso, negocian una representación compartida del contenido de las mismas.

Una de las finalidades del escenario familiar es promover el desarrollo óptimo de los hijos, teniendo en cuenta que estos son organismos en desarrollo con necesidades cambiantes. Según Bradley (1995), este objetivo supone que el escenario educativo debe realizar las funciones de mantenimiento, estimulación, apoyo, estructuración y control, las cuales considero, dada la definición que ofrece, resultado de la fusión dialéctica de las funciones de la familia (educativa o espiritual-cultural, económica y reproductiva o biosexual) y la comunicación (afectiva, regulativa e informativa). Todos los hijos, homosexuales o no, necesitan que se les atienda y se cumplan con ellos las funciones de la familia.

Considero interesante detenerse en la función de apoyo y control de Bradley. Para él, en su función de apoyo, el escenario familiar actúa contingentemente a las necesidades sociales y emocionales del organismo. Así, el ambiente debe ser reforzante y responsivo, lo cual va unido a la calidez de las relaciones. El apoyo proporciona al organismo en desarrollo un buen ajuste psicológico, un sentimiento de bienestar personal, confianza en el mundo y competencia en las relaciones.

La función de control por su parte, propone seguimiento y supervisión de las actividades del organismo en desarrollo en su relación con las circunstancias ambientales, ya sea la supervisión de riesgos físicos, como la detección de posibles problemas sociales, emocionales o de rendimiento.

Los adolescentes necesitan de un escenario familiar que cumpla con todas estas funciones y en especial las explicadas. Al hacer abstracción de todo lo planteado, considero que encontramos una posible explicación de qué ha sucedido al interior de la relación padre-hijo homosexual: una, es el fallo en la función de apoyo del escenario educativo familiar, según la acertada definición de Bradley, en el instante en el que el hijo se halla en un proceso de identificación personal crucial, donde el ambiente (los padres), en la generalidad de los casos en nuestra sociedad, lejos de ser reforzante y responsivo en un sentido proactivo, es intolerante, evasivo, se interfiere el proceso de comunicación unido a la desestabilización de las relaciones padre-hijo, desajustes psicológicos y, sobre todo, inseguridad y que probablemente fueron estas características las que tipificaron cualitativamente la relación en toda su historia. Por otro lado, más como consecuencia de un proceso de resquebrajamiento paulatino que como un suceso de ese momento concreto (el coming out del hijo como homosexual), está el fallo en la función de control de la familia, no con una definición mecánica y simplista de lo que semánticamente significa control, sino como un recurso de amor y apoyo, de implicación con los problemas y vivencias del hijo, quien debió haber tenido un seguimiento y supervisión de sus actividades en su relación ambiental y de desarrollo humano (emociones, problemas sociales, situaciones y cambios altamente significativos, grupo de pares) y que ha estado probablemente sólo, inmerso en su angustia.

El análisis del problema nos conduce entonces a una nueva arista, y es que, las deficiencias en el cumplimiento de las dos anteriores funciones se hayan asociadas al problema de la representación del rol de género «hombre» de nuestra sociedad y con ello la naturalización de eventos de la vida cotidiana relacionados con el mismo: de generación en generación heredamos una familia esencialmente patriarcal y, como tal, los valores que aprendemos y transmitimos, responden a un sistema cultural sexista con patrones muy bien fijados para el rol de hombre y el rol de mujer. Así, los padres educan a sus hijos en los principios de la heterosexualidad con lo cual se naturaliza el hecho de que como el varón es fuerte, independiente, no hay que estarlo controlando; no necesita tanto el apoyo de sus padres. Con ello, menos se espera aún, que pueda ser homosexual. Los padres descuidan así, casi como consecuencia del propio inconsciente colectivo, dos importantes funciones que pondrían fin a los problemas existenciales de estos adolescentes.

La relación de los padres con sus hijos debe ir adoptando nuevas formas cualitativas a lo largo del desarrollo, las cuales implican nuevas formas de relación, nuevos criterios valorativos y objetivos diferentes dentro de esa relación, que debe ser además participativa, individualizada, en la que primen la comunicación y el vínculo afectivo entre ambos.

De todo lo anterior emerge que el conocimiento de que uno de los miembros de la familia presenta un comportamiento sexual diferente, como es la homosexualidad, conlleva una crisis para adaptarse a la nueva imagen del ser querido (Arango. 1996). Se presentan generalmente sentimientos de culpa que se manifiestan en la búsqueda de explicaciones sobre el por qué de su comportamiento sexual, a pesar de la buena educación que recibió. Así, también los padres experimentan el temor a ser discriminados.

La confesión de la orientación sexual a los padres, secreto cuidadosamente guardado hasta ese momento, suele ser un gran problema para los adolescentes quienes, con deseos homosexuales o con una identidad homosexual en formación, viven una situación especial: aprenden desde muy temprano que la sociedad caracteriza a los homosexuales como enfermos, anormales, transgresores del orden e inmorales (considero que nuestro país no es la excepción). Son maltratados y convertidos, muchas veces, en objeto de burlas. Ante esta situación, la reacción es de aislamiento de los pares para evitar padecer el estigma y tratan de evitar publicar su preferencia sexual incluso en su círculo más cercano (prefieren permanecer en el «closet»). Así, ocurre un distanciamiento de sus seres más cercanos y de posibles recursos de apoyo en su desarrollo, y empobrecen su autoestima.

El modo y el momento en que los hijos homosexuales se den a conocer a sus padres, dependen de la calidad de la relación padre-hijo en su historicidad y el modo con que siempre fue tratado el tema de la sexualidad y, por lo tanto, también de la homosexualidad como producto de un proceso de comunicación abierto, franco y afectivo; dependerá de las formas familiares de superación de los conflictos personales en el hogar.

Algunos no ven ninguna posibilidad de apertura dadas las características de su relación con los padres (estilos educativos autoritarios o indiferentes, falta de comunicación, familias disfuncionales de forma general con rasgos eminentemente patriarcales) y, por lo tanto, eventualmente rompen las relaciones con sus padres ante el fallo de los elementos mencionados. Los caminos posibles son variados, y se encuentran estrechamente relacionados con las experiencias vividas en el manejo de temas íntimos en la familia. Romper con la representación social que tiene el padre del hijo como varón, implica un estado de frustración en el padre, que conlleva a los problemas de la relación padre-hijo homosexual, donde muchas veces ya no es posible volver a encontrar un equilibrio, disfrutar y poder confiar en alguien.

La mayoría de los padres quedan sorprendidos cuando el hijo manifiesta tendencias homosexuales. Como la sexualidad está relacionada con miedos y algunas veces con fantasías de gran angustia, o porque simplemente son ignoradas las señales, que darían la pauta de un desarrollo sexual diferente, la mayoría de los padres a lo sumo, toman conciencia de que su hijo está en un proceso de cambio.

Así, los conflictos con el hijo, provocan tensiones en toda la familia o con el entorno más cercano. El clima familiar se hace irritable y también aumentan las tensiones entre las personas adultas, generalmente entre los padres, quienes se reprochan que la causa de todo es la educación equivocada. No se espera una orientación homosexual; no se está educado ni preparado para ello.

Las metas y expectativas de los padres en relación con los hijos

Este es otro gran aspecto del problema de la homosexualidad y los padres: las expectativas y estrategias de socialización que emplean los padres con los hijos.

La familia, como contexto de desarrollo esencial para el hijo, le proporciona un marco ideal para socializarse a través de valores, normas y comportamientos. Son las metas educativas las que, sin hacerse explícitas, constituyen auténticas guías para la acción educativa.

A los padres les resulta difícil librarse de la expectativa normal de que su hijo sienta atracción por las mujeres. En la actualidad, los padres por lo general están preparados para recibir todo tipo de sorpresas de sus hijos pero, rara vez, la homosexualidad figura entre ellas. Por las características propias de la etapa, a menudo los adolescentes se consideran a sí mismos como una perturbación para su familia y amistades. Reciben el enojo y el duelo de la madre o el padre, cruzados con recriminaciones y dudas desgarradoras de la propia identidad: es muy grande el miedo a no ser comprendidos, a no ser amados, a motivar la separación entre los padres e incluso, a ser expulsados de la casa. Con todo ello el proceso del coming out es, generalmente, doloroso y conflictivo asociado a un gran rechazo e intentos de esquivar el problema. Raras veces es sentido como un paso liberador o de alivio.

Tiene lugar en este complejo sistema de relaciones otro problema, y es el llamado coming out de los padres, quienes también experimentan el proceso de asumirse y darse a conocer, luego, o quizás antes, de saber de la orientación sexual de su hijo. Significa el tener que confrontar la nueva situación de ser padre de un hijo homosexual en esta cultura.

Los padres, por la observación de la vida cotidiana y todo lo expuesto hasta aquí, viven la revelación sin estar preparados en absoluto. Pasan, más o menos rápidamente, por distintas fases de un proceso, cuya forma y rapidez dependerá del modo usual de superación de conflictos en sus vidas. Cuantas menos expectativas tengan los padres de sus hijos en esta área tanto más fácilmente les resultará aceptarlos simplemente como son. Son pocos los que tienen la posibilidad de poder adaptarse fácilmente a la idea de que sus hijos no cumplen con los modelos existentes. Generalmente, viven la confesión en forma completamente inesperada.

Entonces, el preguntar y responder suele ser un proceso mutuo de educación. Cuando los padres están dispuestos a escuchar, a interiorizarse de los problemas de sus hijos, a dar su opinión aceptando, además, que sus hijos se comporten de modo diferente, ambas partes aprenden.

Los modos de reacción de los padres ante una posible homosexualidad de los hijos, descriptos, están basados en experiencias de adolescentes y de consejeros. Son experiencias vividas de forma diferente en circunstancias distintas. Pero, de todos modos, en algún momento todas las reacciones pueden tener su significado: desde una plena aceptación hasta un completo rechazo.

La intensidad de la reacción, la duración de cada fase, y, sobre todo, el desarrollo de la relación padre-hijo, están asociados en gran medida, con el grado de información previa sobre la homosexualidad que poseen el padre, con la flexibilidad para reestructurar su campo de acción, con la capacidad para romper de forma eficaz con representaciones sociales rígidas y, sobre todo, con las características de la relación padre-hijo homosexual pre-confesión y la calidad del proceso de comunicación pre y post evento.

Las primeras reacciones son, generalmente, espontáneas, impensadas y, posiblemente, hirientes. La propia desilusión se dirige involuntariamente contra el hijo y esta situación no siempre es evitable.

Posiblemente, la relación sea dañada o cortada en un primer momento. Algunos adolescentes lo entienden, tal vez incluso estén preparados porque conocen bien a sus padres. Les dan tiempo para que ordenen sus pensamientos y recuperen el equilibrio. Es afectada la propia autoestima que, no siempre, es independiente del juicio de la sociedad. ¿Qué pensará la gente del padre de un gay? Aún si los padres tuviesen, desde el comienzo o luego de superada la crisis, una actitud positiva con respecto a la orientación sexual de sus hijos, siguen manteniendo las preocupaciones por su bienestar. Los hijos viven en un mundo que no siempre los acepta.

Frente a la adversidad, la resistencia de los hijos homosexuales depende, en gran medida, del apoyo que brindan los padres cuando se sabe acompañado por su familia y cuyos amigos son bien recibidos en su casa.

Para tener una idea global de la homofobia que no cesa, a pesar de los avances de la lucha por los derechos de los homosexuales durante estos años, es necesario destacar que las agresiones, ejecuciones y asesinatos a nivel mundial de estas personas, perduran. América Latina, por su parte, vive convulsionada entre la proliferación y asentamiento de grupos gays, la actuación de grupos paramilitares y la persistencia de la penalización. En l997, los gays y lesbianas, eran reconocidos en sólo 59 países y, por el contrario, la homosexualidad masculina seguía ilegalizada en 83 y la femenina en 44 (7).

El escritor Edmund White, al expresarse sobre los problemas de la comunidad homosexual, ha escrito: «(…) fue oprimida en los años cincuenta, liberada en los sesenta, exaltada en los setenta y exterminada en los ochenta» (8).

Resulta importante destacar, además, que han habido muy pocos ejemplos de campañas antidiscriminatorias en los medios de comunicación que aborden el tema de la homosexualidad, así como que propicien la comprensión y aceptación de estas personas. En general, se considera que la homosexualidad es un tema demasiado controvertido como para tratarlo en los medios masivos de comunicación y, por eso, sólo se aborda en los sitios de encuentros. Sin embargo, en países como Australia, España, Argentina, Brasil y Colombia, este abordaje se ha realizado con éxito, aunque se haya enfocado principalmente desde la temática de prevención y salud en torno al SIDA. Puede decirse también, que la temática ha sido muy poco llevada al cine y la televisión, y cuando se ha hecho, ha sido muchas veces en un tono risible y burlesco.

En publicaciones escritas como revistas y periódicos, tampoco se han visto muchos enfoques acerca del tema. En el decenio de los 90, por primera vez la literatura de contenido homosexual, ha sido accesible para un público mayoritario.

Al estar dispuestos a acompañar las consecuencias de la orientación sexual del hijo, los padres le están ayudando a superar las situaciones de violencia, podrá evaluar cuáles son las situaciones de peligro a evitar, y cuáles deberían ser afrontadas. Los padres que apoyan a sus hijos homosexuales, al mismo tiempo, crecen personalmente.

Los padres ven este tema, repentinamente, muy cercano; tan cercano, que los aterra. En este proceso, su propio desarrollo sexual se vuelve consciente, las manifestaciones de solidaridad dejan de ser palabras vacías, el trato de lo extraño es puesto en tela de juicio. Una minoría distinta, no tomada demasiado en serio, repentinamente adquiere importancia. Buscan información, mantienen conversaciones, adquieren nuevos conceptos. Los valores resultan imprecisos y difusos, y exigen una decisión concreta. Adquieren importancia la tolerancia, el amor, el respeto por la vida en su multiplicidad de exteriorizaciones, la solidaridad y la verdad. Porque se trata de personas concretas, de la felicidad de los propios hijos y de la propia paz espiritual. Es requerido el valor, la sensibilidad, la paciencia, la comprensión y la honradez. Estas cualidades modifican al individuo y, sobre todo, lo hacen más maduro.

La comunicación y su importancia

La comunicación es el proceso mediante el cual dos o más personas intercambian informaciones, ideas, actitudes y otros, entre los que existe necesariamente una retroalimentación. Las relaciones entre las personas son tangibles, como resultado y en, el proceso de comunicación.

«La familia representa, quizás, la forma de relación más compleja y de acción más profunda sobre la personalidad humana, dada la enorme carga emocional de las relaciones entre sus miembros. La comunicación acerca la relación entre padres e hijos y ambos se vuelven más sensibles a valorar gestos, características y posiciones ante la vida del otro que pasarían inadvertidos si la comunicación entre ellos no fuera rica» (9).

La comunicación debe cumplir tres funciones esenciales: informativa, regulativa y afectiva. Desde que un individuo nace se inserta en el sistema de comunicación que comienza en el ámbito familiar a través de la relación con los adultos y en este proceso se forma y desarrolla su personalidad y transcurre toda su vida.

Como proceso de influencia e interinfluencia, mediante la comunicación, los padres transmiten a sus hijos toda la información que consideran pautas, valores, de la educación que de una forma u otra devendrán reguladores de la conducta, inmersas en un contexto afectivo específico. De la calidad de este proceso, de la variedad y multitud de información que se intercambie y el grado de afectividad con el que se lleve a cabo, considero que dependerá en gran medida la relación padre-hijo homosexual, si durante el desarrollo del niño se han hablado temas como la homosexualidad y lo que socialmente representa para los padres este hecho, de modo tal que el hijo cuente con una visión del fenómeno.

La comunicación debe ser bidireccional y, por tanto, en su función regulativa no debe restringirse al plano de coartar, de inhibir, de controlar, sino que debe estimular al hijo a actuar sobre la base de la autodeterminación responsable y consciente, a crear.

Probablemente, muchos adolescentes con tendencias homosexuales u homosexuales propiamente que asumen una conducta contraria a lo que sienten o piensan para evitar un enfrentamiento con los padres formen parte de familias cuyas pautas de enseñanzas sean rígidas y autoritarias. La comunicación debe favorecer la aceptación, la identificación y comprensión del hijo tal como es. Solo en esa relación se educa, se orienta y se guía.

Cuando un individuo sale a luz pública como homosexual, la comunicación con sus padres resulta de vital importancia para afrontar socialmente su orientación sexual. En este momento concreto, es fundamental un proceso de comunicación abierto y coherente, que brinde al hijo la afectividad y confianza necesarias para continuar adelante.

Cuando, entre los padres y los hijos, no existe un vínculo comunicativo adecuado mediante el cual se expresen recíprocamente ambos sin ninguna reserva en su relación, la acción educativa de los padres merma significativamente (10).

Conclusiones

1. Por todo lo anteriormente expuesto, la relación padre-hijo homosexual puede concebirse en tres momentos básicos a partir de la confesión de la orientación sexual del hijo: pre-confesión, peri-confesión y post-confesión. Las características del primer momento de la relación padre-hijo homosexual (pre-confesión) serán determinantes y matizarán significativamente las características de los momentos posteriores. Es decir, el grado de aceptación y naturalidad o no con que se asuma la homosexualidad del hijo, y las formas particulares que adopte la relación padre-hijo en el momento en que se conozca la homosexualidad y posterior a este, estarán determinadas por la calidad del proceso anterior de comunicación padre-hijo, el vínculo afectivo, las expectativas de educación de los padres y las representación que tengan los padres acerca del rol de género masculino, la homosexualidad y de la propia relación padre-hijo.

«Los adolescentes que hayan vivenciado una relación padre – hijo participativa, interactiva, con una comunicación abierta, espontánea y no estereotipada, un vínculo afectivo adecuado, con unas expectativas coherentes con sus posibilidades reales, y cuyos padres tengan una representación flexible de la sexualidad humana, afrontarán su orientación homosexual sin miedos ni conflictos mayores para el desarrollo de la personalidad, donde el proceso de confesión de la misma y los momentos posteriores a este, se asumirán sin prejuicios, resquebrajamientos ni ruptura de la relación padre-hijo».

2. Las representaciones sociales que tengan los padres acerca de lo géneros, la sexualidad y la homosexualidad en específico, mediatizarán las características de la relación con sus hijos en el momento de la confesión de la orientación sexual de estos y, posteriormente, con independencia de que los demás factores hayan funcionado bien hasta ese momento.

«La ausencia de identificación del hijo con el rol de hombre de nuestra sociedad eminentemente ‘machista’, puede provocar un estado de frustración en las expectativas de educación del padre que desencadene problemas en la relación padre-hijo en la condición de homosexual del último, tales como falta de comunicación, rechazo físico evidente y emocional«.

3. Por todo lo anteriormente expuesto, las características de la relación padre-hijo homosexual están plurideterminadas y su carácter no es necesariamente de inadecuación.

Recomendaciones

– Que el presente trabajo teórico sea llevado a la práctica para comprobar las hipótesis.

– Que a partir del presente trabajo, se gesten nuevas investigaciones sobre la temática con el fin de ampliar los conocimientos en Psicología acerca de la misma y, desde la profesión, contribuir a mejorar la calidad de vida de estas personas.

Referencias

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Citar:

Hernández, Y. (2003, 26 de febrero). Reflexiones teóricas acerca de la problemática padre-hijo homosexual en edad adolescente. Revista PsicologiaCientifica.com, 5(1). Disponible en: https://psicologiacientifica.com/adolescente-homosexual-problematica-padre-hijo

1 comentario en «Reflexiones teóricas acerca de la problemática padre-hijo homosexual en edad adolescente»

  1. Es el enfoque más completo que he leído, da luz para el análisis del tema porque la mayoría de las investigaciones se enfocan en las causas que originan la homosexualidad y en el debate para anularse unas y otras. Estoy investigando como se podría ayudar la familia con hijos homosexuales a aceptar a sus hijos y que la familia pueda mantenerse integrada.

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